Horizon: An American Saga. En el ámbito hispano, Horizon: Una saga del Oeste. Hasta el título es épico. Para colmo, Capítulo 1, como recuerdan los créditos iniciales. Habrá más. Ojalá lo haya.
Parece uno de esos sueños a gran escala, imposibles de hacer realidad, con que duermen los cineastas: dígase la Nostromo de David Lean, la muy pospuesta Megalópolis de Coppola, El embrujo de Shanghai según Víctor Erice o, en un nivel más afín con este texto, el majestuoso western que Bogdanovich soñó y nunca hizo. Encargado el guion a Larry McMurtry, aquella idea acabaría convirtiéndose en Paloma solitaria, libro y miniserie que en cierto modo prefiguran la ambición de Kevin Costner.
Esto va de carromatos y nubes de polvo, de apaches que nunca ves venir, de duelos en el barro y colonos que expanden sus fronteras. La consecuencia de lo que vaticinaba DeMille en el pre-western Los inconquistables. Venganzas patriarcales de gente sin ley, parejas reprimidas bajo el régimen de un fuerte de Caballería, nativos resignados y otros reacios a la derrota, caravanas de pioneros en constante amenaza. Un pueblo en tierras hostiles destinado a ser fundado, en encarnizada lucha con el destino que se resiste a su creación.
La narrativa del Oeste, la historia misma de los Estados Unidos, reducida en casi todos sus arquetipos a un asentamiento llamado Horizon. De momento falta el ferrocarril, como en la también “absoluta” C’era una volta il West faltaban los indios, pero con las secuelas llegará. De seguro será espectacular.
Y, hablando de espectacularidad… Al margen de las complejidades financieras y logísticas necesarias para armar una producción de este tamaño, creo que la noche antes de empezar el rodaje, si yo fuese Kevin Costner, mi principal preocupación sería esta: cómo hacer algo novedoso si, en términos de cine, ya el Oeste parece conquistado. Pues lo ha conseguido, y nótese que hablo de solamente una primera entrega entre cuatro prometidas. Veremos qué nos deparan los avatares del futuro cercano, pero el material faltante tiene mi plena confianza. En su día, tras haber visto La comunidad del anillo, no muchos se preguntaban con recelo qué tan buenas serían Las dos torres y El retorno del rey.
John Ford, Raoul Walsh, William A. Wellman, Howard Hawks, entre otros privilegiados (incluyendo a varios de la etapa almeriense), se encargaron tiempo atrás de ofrendarle a las llanuras y montañas del Poniente americano lo más álgido tanto en lo fundacional como en lo terminal, en lo directo como en lo metafórico: Tres hombres malos, La gran jornada, El llanero, Unión Pacífico, Dodge City, La diligencia, Policía Montada del Canadá, Murieron con las botas puestas, Western Union, Buffalo Bill, Fort Apache, Río Rojo, Horizontes lejanos, Shane, El hombre del Oeste, Grupo salvaje… ¡Existe hasta un alarde de Cinerama llamado precisamente La conquista del Oeste, que es lo más parecido al propósito de Costner!
Por no pensar en prolongaciones hacia el melodrama (Duelo al sol, Johnny Guitar, Horizontes de grandeza, El último atardecer…), la comedia (La quimera del oro, Un rey para cuatro reinas, Pequeño gran hombre, Le llamaban Trinidad…) o el drama histórico (El ocaso de los cheyennes, Soldado azul, La venganza de Ulzana, La puerta del cielo…). Es curioso cómo un género tan abierto, tan tentador para cineastas con iniciativa, puede parecer agotado a simple vista.
Pero ni a un westerniano profundo como Eastwood, principal exponente de la etapa postclásica, le ha dado por recuperar la vertiente grandiosa y primigenia, tal vez por saberla perdida o insuperable. Se dedicó al reverso oscuro. En cambio, ahí está Costner, uno que cree posible restituir, al menos durante un intento y un fracaso, el poderío del western en gran plano general a todo color. Y ha hecho falta el olvido del público, la subvaloración de la crítica y la infructuosidad de muy buenos trabajos para que todo eso se revirtiese en energía, ambición, empeño y sapiencia con que forjar su obra maestra. De sus hasta ahora cuatro directed by, me parece que indiscutiblemente la mejor es Horizon: Una saga del Oeste.
Lejos de fallos en el propio producto, lo que su débil éxito nos confirma es el desinterés de nuestra era por las ficciones del Far West. Me atrevo a decir, más allá, por la narrativa clásica y los esquemas de la épica. Pese a la acogida de ejercicios heterodoxos como El poder del perro (2021, Jane Campion), pienso en lo poco que se han apreciado westerns más “puros” como Hostiles (2017, Scott Cooper) o Noticias del mundo (2020, Paul Greengrass) y recuerdo a Tarantino cuando, a propósito de Gerónimo, una leyenda (1993, Walter Hill), dijo que todos hablaban en plenos años 90 de lo aburrida que era esa película que él había encontrado maravillosa, renegada de la época en que le tocó existir. Supongo que los grandes horizontes son una tentación para espectadores como él y yo, relativos outsiders de las modas.
Kevin Costner, que como actor y director no ha sido nunca santo de mi devoción, si algo merece a estas alturas del tiempo es el respeto de los amantes del western. Su compromiso con el género (evidenciado en Danza con lobos, Wyatt Earp, Open Range, Hatfields & McCoys, Yellowstone, incluso en la pésima El mensajero) justifica su leyenda y le confiere el peso iconográfico que en otras épocas exhibieron Gary Cooper, John Wayne o Randolph Scott. Aunque tenga películas muy buenas en otros terrenos, el Costner del Oeste es tan poderoso o más que el deportivo (Los búfalos de Durham, Campo de sueños, Por amor al juego…), el de acción y aventuras (Los Intocables, Robin Hood, príncipe de los ladrones, Mundo acuático…), el del melodrama (El guardaespaldas, Mensaje en una botella…) o el del thriller (No hay salida, La venganza…).
Porque, además, como ícono es genuino, no impostado. El aficionado diferencia enseguida a un actor convincente entre caballos, indios, rutinas de saloon, de otro impuesto por su representante o no realmente cómodo en ese formato. Baste recordar el dominio que él mostraba del revólver y la equitación en la temprana Silverado, y darnos cuenta de que allí no estamos ante un jovenzuelo casual de Hollywood con el suficiente carisma para hacer un personaje destinado a conectar con el público más joven. Ese era el futuro competidor, en calidad y éxito, de Clint Eastwood. Por cierto, en la única y magistral película que estos dos hicieron juntos, Un mundo perfecto, yace mi actuación favorita de Kevin para el cine… ¿hasta Horizon?
Su Hayes Ellison, con bigote, arrugas, voz enronquecida a través de los años y el frío mañanero de las praderas, es un tipo de más bien pocas palabras. O sea, no es personaje de muchos parlamentos, como si sus hojas de guion estuviesen retocadas continuamente para hacerlo más discreto e interesante. Tampoco cae en la despersonalización a lo Leone del “hombre sin nombre”: lo que da es la sensación de ser un “hombre del que solo conocemos el nombre”, y su natural simpatía y sencillez pueden esconder a un auténtico pistolero de leyenda. Por tanto, se explica mejor a través del actor que de los diálogos, y aquel Jake alocado e histriónico de Silverado muestra aquí una evolución increíble al cabo de décadas. Cada paso, mirada o gesto reflejan madurez. Hace una interpretación que, incluso simbólicamente en su carrera, es inmejorable.
El ritmo de Horizon es tan contemplativo como activo, con notable equilibrio entre la paz, el suspense y la acción. No avanza: galopa. De una situación a otra, sin protagonistas absolutos, las transiciones están hiladas con gracia y sabiduría. Si a eso le sumamos que ninguna secuencia es banal, que todas poseen validez por su dramaturgia o los datos que aportan al argumento, y realizadas además con envidiable ambientación, actores espléndidos y una mirada profesional tras la cámara, tenemos un relato de tres horas que se van volando más rápido que una flecha india.
La virtud de algo bien contado. Esto no siempre ocurre, hasta en metrajes de menos de hora y media, por lo que siempre he notado que la clave está en narrar las historias al ritmo adecuado según cada una, de acuerdo a sus dimensiones y giros, y que el problema apriorístico no es la duración en sí.
Hasta hace poco el mejor asalto indio a una cabaña que había visto pertenecía a Centauros del desierto. Ya no. Ford no tuvo a Sienna Miller encerrada en un túnel bajo el peligro, si bien le hubiera fascinado. Asimismo, la inquietante conversación que se va convirtiendo en un duelo a lo largo de una colina, los encuentros entre pieles rojas y blancos, los simpáticos momentos de vida cotidiana en el fuerte, la despedida de los reclutas que parten a la guerra, el rostro de un niño que reflexiona a muy pronta edad sobre la venganza, incluso el montaje final que adelanta imágenes de lo que aún está por llegar, le arrancan a uno el agradecimiento por estar viendo buen cine.
Cuando decimos eso tan trillado de “el evento cinematográfico del año”, que para muchos es Duna: parte dos, yo últimamente clavo espuelas y salgo en defensa de Horizon bajo los parámetros que, a mi entender, valen para referirse a esta clase de “eventos” con toda la grandeza: fotografía, sonido, música, actuaciones, historia(s), todo lo relacionado con ese concepto tan polivalente que nombramos puesta en escena. En lo íntimo y personal, también le adjudicaría a tan superlativa obra algunos criterios de otra clase, menos dependientes de un teatro en casa y lo audiovisualmente impactante: la construcción interna, la fuerza emocional, la capacidad de reflexión… no del autor desde dentro, sino de nosotros desde fuera días después de haberla visto, algo que también nos permite evaluar mediante el factor de la perdurabilidad.
Es que la veo y no me cabe duda de que perdurará, aunque una tragedia destruya los próximos capítulos y nos quedemos sin ver cómo continúa esta saga. Por sus fotogramas corre el celuloide de lo inolvidable, y uno lo siente igual que en tantos clásicos infalibles. ¿Qué más da la incomprensión y los algoritmos absurdos de esa gran masa que la deja pasar desapercibida? Mejor. Así será mayor el botín para quienes le hemos dado caza.
Horizon. Una saga americana, universal por derecho de cinéfilos. La reconquista de un imperio invadido por el hombre: el Oeste, sin más. La cumbre de un cineasta al que, por primera vez, siento que puedo llamar maestro. Danza con lobos y Open Range no mentían, tampoco el tiroteo final de Wyatt Earp: el Costner ya es leyenda.
Ficha técnica
Título original: Horizon: An American Saga / Chapter 1; Año: 2024; País: Estados Unidos; Dirección: Kevin Costner; Guion: Jon Baird, Kevin Costner, Mark Kasdan (historia); Fotografía: J. M. Muro; Música: John Debney; Montaje: Miklos Wright; Reparto: Kevin Costner, Sienna Miller, Sam Worthington, Abbey Lee Kershaw, Jena Malone, Michael Rooker, Luke Wilson…; Duración: Tres horas.
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