Crónica citadina: No, no es Peter Pan, es Oscarito el del pan

Crónica citadina: No, no es Peter Pan, es Oscarito el del pan

Tal parece, de espaldas, que es un personaje extraído de algunas de las antológicas películas del laureado cineasta japonés Akira Kurosawa.

Sí, lo imagino caminando por polvorientos caminos, en busca de la  próxima aldea donde saciar hambre y sed, y tal vez vender algunos de los productos que portar en un morral que cuelga de uno de sus robustos hombros.

En realidad, solo lo identifica con el legendario caminante su enorme sombrero, que lo protege del radiante sol y de las lluvias primaverales.

No, no es Toshiro Mifune, ni Taksuya Nakadai. El  protagonista de esta crónica responde al solitario nombre de Oscarito, tan solitario como él mismo.

De mediana estatura, de tez oscura, cuerpo robusto y rostro pétreo, en el que solo se mueven sus atentos ojos. Oscarito apenas despega sus labios para pregonar: “llegó el panadero…” y, casi al final de la cuadra en la que expende su golosina, remarca: “el panadero ya se va”.

Habla poco, tal vez algún que otro intercambio con un comprador, en cuanto al precio del pan fresco que vende.

Un halo de nostalgia se enseñorea de su mirada cuando la venta no resulta fructífera, por eso,  no se deja amilanar y si en un barrio el negocio no le va bien, se traslada a otro. No importa la distancia, ni el cansancio. 

El asunto es resolver, honradamente, el sustento que le permita adquirir el imprescindible alimento para poder venderlo en la jornada siguiente.

Por ello lo hemos visto caminando por las barriadas de Pueblo Nuevo, La Playa y en las alturas de Versalles, portando en sus fuertes brazos la codiciada mercancía, mercancía que debido a la escasez de harina de estos últimos tiempos, lo obligó a cambiar su línea de venta: “compre su cremita de leche; ya me voy”.

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Así lo vemos, de espaldas tal parece Oscarito uno de los personajes de los filmes nipones de espadas, tajazos y mucha sangre, por su porte, caminar lento y su manera parca de hablar. Saluda moviendo ligeramente la cabeza.

A pesar de su rostro, serio en todo momento, se le nota, bajo esa capa rígida, su nobleza de alma y sus ojos, lo dijimos, siempre atentos a cualquier puerta o ventana que se abra desde la cual lo llamen para comprarle un pan…, una jaba de pan. Perdón, ahora lo que vende Oscarito es cremita de leche, de buena calidad, por cierto. (Por: Fernando Valdés Fré/Imagen generada por IA)

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