Periodistas a pesar de todo 

Todo periodista posee su propio anecdotario sobre el ejercicio de la profesión. En él se hallan muchas historias ping-pong que te rebotaron de un lado a otro de la mesa, hasta que sencillamente perdiste la idea de cuál sería el próximo salto. 

En otras ocasiones puedes cantar “Alánimo, alánimo, la fuente ‘me’ rompió…”, porque te sientes así, roto, al ver que ellos no entienden que al final los silencios son como el chapapote, oscuros y que, una vez vertidos, alguien vendrá a caminar sobre ellos. 

Otros trabajadores, cuando llegan a la casa, cuelgan el overol o la toga o la bata y se ponen un short viejo y unas chancletas, y ya no son el mecánico, el juez o el médico, sino un tipo que se mece en el sillón o friega las ollas o recoge los juguetes del niño desperdigados por la sala. 

Sin embargo, el reportero no puede colgar nada, muchas veces ni los guantes; porque aunque no se mueva, bien acomodado en la butaca con el plato de comida sobre los muslos mientras ve algo en la TV, el mundo sí lo hace. 

En cualquier momento, ese mismo mundo puede venir a tocarte la puerta o te llama por el móvil. Entonces, ahí queda el plato de comida a medias. Quizá cuando regreses, a la hora que sea, lo calientes y puedas terminar de zampártelo y retomar el ritual. 

He conocido muchos colegas, hijos, padres, hermanos, que deben hacer malabares; algunos, tragar fuego incluso; los más tristes, caminar por la cuerda floja para mantenerse activos y ayudar a la economía familiar que, con los precios de la vida, muchas veces parece que toca meterse en la jaula con los leones. 

No obstante todo eso, muchos son los que quedan, muchos son los que no cejan y están ahí al pie del bolígrafo-cañón. Están ahí por disímiles razones: porque no les interesa nada más, porque no solo de pan con lechón vive el hombre, porque el espíritu, cuando la realidad no te tira muchos cabos, exige sacrificios, porque hay verdades y procesos que nos exceden. 

A todos esos, a todos los periodistas que juegan el ping-pong aunque les caiga remal, a los que se rompen y logran recomponerse, a los que el plato a medio comer los espera en el frío, a los cirqueros supervivientes: muchas felicidades en el día de la prensa cubana.

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1 Comment

  1. Muchas felicidades a todos. Los que ya no están, los que estuvieron, los que hoy siguen con la pluma en ristre y lo que sueñan con seguir ¨la mejor profesión del mundo¨, como la calificó alguien que no necesita presentación.

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