Los memeros del fin del mundo

Cuenta la leyenda que mientras el Titanic se hundía, su orquesta nunca paró de tocar. Su intención era ayudar a que los pasajeros conservaran la calma en medio del pánico. El barco zozobraba, poco a poco se hundía en el gélido océano, y ellos, estoicos, continuaban con su música.

En la actualidad, hay muchos que se consideran miembros de la orquesta del Titanic, pero a diferencia de la original, no buscan llevar consuelo en tiempos de naufragio, sino crear caos, en un intento de ciberanarquía que roza la irreverencia y la ingenuidad.

El incendio en la Base de Supertanqueros quizás haya sido uno de los sucesos más tristes de la historia reciente de Cuba, no solo por las víctimas mortales —que duelen mucho en el alma de la nación, como sucede cuando un hijo se va para no volver—, sino también porque durante una semana tuvo en vilo a una ciudad que, de repente, por designio de la naturaleza, se halló con un cielo tomado por la ceniza.

En momentos oscuros es cuando las luces del hombre brillan más fuertes, disímiles ejemplos de la solidaridad entre hermanos, porque el dolor crea a veces vínculos más fuertes que los sanguíneos, se evidenciaron durante las jornadas que permaneció el siniestro. No obstante, donde hay luz también se proyectan las sombras más largas, los sentimientos más bajos y las banalidades y estupideces más grandes.

Todos los que quieren bien, esos que tienen el corazón bien sujeto al pecho, desde cada rincón de la Isla e, incluso, desde la diáspora, pedían fuerza y fe para los matanceros o compartían información fidedigna de los acontecimientos para evitar silencios y bullas innecesarias. Mas, hubo otros que en la desgracia ajena hallaron un patio de recreo.

Entonces, comenzaron a circular memes que intentaban darle un sentido tragicómico al desastre que de ninguna manera tenía un componente risible. Otros se esforzaban en desviar la atención hacia otros asuntos, al minimizar el siniestro.  

El meme es un medio comunicativo que con la llegada de la Internet a Cuba ha tomado fuerzas y, como toda herramienta, su utilidad se halla en la manera en que se emplea. El país en los últimos años ha vivido momentos difíciles; para nadie es un secreto. Esta forma de humor gráfico muchas veces ha servido, como se dice en la jerga de las mesas del dominó, para “sacarle presión a la caldera”.

Tradicionalmente en la Isla, el humor ha sido un chivo expiatorio en contextos complejos; incluso, existe el choteo, el chiste ligero y constante, que ayuda a distender los momentos. Mas, la línea entre este último y la burla burda, la que le quita el cascabel a la punta del látigo, que cuando chasquea cae en cualquier pobre espalda y deja sus marcas sangrantes, es muy fina. A causa de esto resulta tan importante la inteligencia y la sensibilidad cuando se eche mano a este producto comunicativo.

En ocasiones, aquellos que buscan ser centro de la atención, los que el egoísmo les nubla los sentidos, los cazadores del pulgar arriba de Facebook, no consideran el verdadero efecto de sus acciones. Esto se aplica tanto para los que crean los memes como para quienes los comparten. No quisiera pensar, porque me parecería demasiado cruel, que exista quien su única meta sea crear el caos, ver el mundo arder y soñar que en un futuro bailará sobre sus restos y ruinas.

La orquesta del Titanic debe seguir su función, porque necesitamos la cultura y la risa como alivio. Sin embargo, estos memeros del fin del mundo merecen, por lo menos, nuestra total ignorancia o el rechazo más justo.

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