La novela de Rodríguez Febles marca un hito en la literatura cubana

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Desde los años 80 no existía un libro de la importancia y envergadura de Las últimas vacas van a morir, aseguró Francisco López Sacha durante la presentación de la novela de Ulises Rodríguez Febles en el patio Vagos Rumores, de la Casa de la Memoria Escénica.

El también escritor y estudioso ponderó las virtudes del texto presentado, catalogándolo de obra necesaria e imprescindible, al abordar la temática agraria en Cuba.

Precisamente mencionó entre los antecesores de esta temática a Heredia y José Jacinto Milanés, quienes guardan una relación muy estrecha con Matanzas.

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La obra, según palabras de Sacha, se adentra en problemáticas actuales que enfrenta el campesinado como la severa disminución de la masa ganadera y el desapego hacia la cultura campesina, a pesar de los grandes proyectos emprendidos por la Revolución en el poder para transformar una realidad imperante que no brindó el fruto deseado.

“La tragedia contemporánea del campo cubano está contada en estas páginas con total honestidad”, aseveró el invitado, a lo que agregó que se trata de un texto auténtico sobre la realidad del campesinado, que es hablar de la nación cubana.

Por su parte, un Ulises Rodríguez emocionado por la gran concurrencia de público y las palabras de elogio de un literato de la trascendencia de López Sacha, expresó que era una novela que se debía y que le debía a este país.

Cuestionó la imagen estereotipada que reflejan los medios de los campesinos, lo que le motivó sin dudas a escribir de esa otra realidad que a veces no se cuenta y que habla del desprendimiento y desarraigo de muchos guajiros que se enfrentaron a una transformación, que si bien les permitió alcanzar cierta calidad de vida, les apartó de sus esencias como hombres estrechamente ligados a la naturaleza.

“Se trata de una novela revolucionaria que permitirá entender que el campo cubano necesita un cambio”, aseguró Rodríguez Febles ante un nutrido grupo de amantes de la literatura que se llegaron hasta el lugar para adquirir la obra, que en el 2017 recibiera el premio Guillermo Vidal en novela.

La presentación contó con varias propuestas performáticas, iniciando con un recorrido con la pieza Maternidad, de Adán Rodríguez que simboliza una vaca en gestación, y que representó el performance Francisco de la Cal y su vaca, uno de los protagonista de la novela y que en esta ocasión interpretó Richard Germán Díaz.

Seguidamente la agrupación danzaria Danza Espiral regaló a la multitud congregada la coreografía Tierra que palpita, inspirada en el primer capítulo del libro.

Una reverencia a la tierra y a la cultura del campo resultó premisa de la jornada, y ha sido el deseo de Ulises desde que decidió escribir la primera letra de su historia descomunal, que más que una novela rural, intenta estremecernos y dirigir la mirada hacia el suelo, desde donde surgió nuestra propia nacionalidad. Porque ante todo, nuestra esencia siempre será agraria, aunque más de uno lo olvide.

Por suerte Ulises no lo olvidó, y siempre lleva consigo, como en la tarde de ayer, su poco de tierra del Valle de Guamacaro, y la enalteció desde las letras, de las cosas que mejor hace.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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