«Los instructores de arte salvamos el alma», me dice Quirós, «es un lema que no es mío, lo tomé de una conversación con nuestro querido Comandante en Jefe donde él decía que nosotros somos los médicos del alma. Los médicos salvan el cuerpo, pero nosotros, los instructores de arte, salvamos el alma. Creo que en los Reparadores de Sueños está reflejado eso».
El proyecto sociocultural que coordina este súper abuelo incansable acaba de cumplir treinta años de creado en la ciudad de Matanzas, y eso se dice rápido, pero lleva una carga interminable de constancia y entrega. Conversamos precisamente sobre esta aventura que ha asumido «con afán risueño de enmendar lo roto…».
—¿Cómo surge el proyecto Reparadores de Sueños?
—El día 19 de abril de 1992 nosotros empezamos en la Sala White con un programa que se llamaba Payasada, y de ahí surge el proyecto Reparadores de Sueños. En esos momentos de período especial, que eran difíciles incluso para poder desarrollar la propia actividad cultural que teníamos en la Sala White, donde estaba el Centro Provincial de Casas de Cultura y el Departamento de Desarrollo Artístico del Movimiento de Artistas Aficionados, era difícil conseguir materiales para el trabajo: alguna pintura, hojas, papel, entonces ideamos hacer este taller, que resultó al final el proyecto Reparadores de Sueños, que acaba de cumplir 30 años de creado.
—¿Cuáles son las mayores satisfacciones que le han dejado estas tres décadas de trabajo?
—Satisfacciones son muchas: el ver que los muchachos que uno ha estado formando van creciendo y se van haciendo mejores personas a través del trabajo artístico del proyecto, pero que, además, sean amantes de la cultura, conocedores de la cultura, que como seres humanos tengan un desarrollo mucho mayor, mucho más completo. Algunos son artistas, eso es una satisfacción para un artista, que un alumno pueda alcanzar altos niveles en su desarrollo como creador. Pero no importa que el muchacho al final no sea artista, puede ser médico, puede ser albañil, puede ser carpintero, puede ser de servicios comunales, pero lo que hace allí donde esté, lo hace con amor, busca la belleza, busca la integridad, sabe comportarse ante las personas, es decir, todo eso es muy grato.
—¿Y hasta qué punto se vinculan las familias en este trabajo?
—Nosotros pensamos que no solo desarrollamos a los niños que van creciendo, también nos satisface poder lograr que la familia se integre a este trabajo. O sea, otra satisfacción es saber que, a través de estos años, también hemos tenido una escuela de familia, que se hace muy necesaria. Adquieren valores no solo los niños, sino también la propia familia los ha hecho realidad en su integración, en su funcionamiento.
—Usted y el proyecto han recibido varios reconocimientos en estas tres décadas. ¿Alguno especialmente importante?
—El respeto, el amor que siente la población por los Reparadores de Sueños, el reconocimiento del pueblo sobre lo que ellos hacen, sobre la manera en que lo hacen, el mensaje que transmiten, eso es muy importante, yo pienso que ahí está el mejor reconocimiento. No importan los reconocimientos materiales, el diploma, el cuadro; lo que importa, lo que me ha llegado mucho más, es que realmente el pueblo reconoce el trabajo de los Reparadores de Sueños.
«Un trabajo que no he hecho yo solo, lo han hecho los niños, los adolescentes, los jóvenes, pero también las propias familias y muchas personas que han colaborado durante todo este tiempo conmigo: artistas profesionales, artistas aficionados, psicólogos, pedagogos, que se han puesto en función de apoyar, de ayudar, de hacer mejor el trabajo. No solo es un esfuerzo o un trabajo mío, sino un trabajo de muchísimas personas.
«Yo creo que el verdadero reconocimiento de estos 30 años está en todos los niños, en todos los adolescentes, en todos los jóvenes, también en todas las personas que han cooperado con el proyecto, hasta la más humilde, la más sencilla, la que hace un pedacito de un vestuario para un muñeco o para un niño, la que se ha puesto a pintar… el que ha cooperado, no siendo artista, no siendo familia, sino desde otros ámbitos de la sociedad con el proyecto. Yo creo que ahí está el éxito, no está en mí, yo soy un ente más dentro de todo este movimiento, dentro de todos estos factores que hacen posible que podamos cumplir con el objetivo de formar a individuos buenos y mejores».
—Me hablaba de que muchos de sus alumnos se han convertido luego en artistas profesionales, y sé de varios que forman parte de importantes colectivos teatrales de Matanzas…
—Ejemplos hay muchos, no solo en Matanzas, aunque aquí hay bastantes, porque yo pienso que las artes escénicas se han nutrido de muchísimos Reparadores de Sueños, y las filas de instructores de arte también. En estos momentos, yo puedo decir que en Papalote está alguien que tiene un alto nivel profesional, artístico, humano: Pedro Rubí, es alguien que está muy cerca de René Fernández. Allí también trabajan Annie y Jesús Grasso. Por Icarón anda Ernesto de la Cal; en las Estaciones están Javier, María Teresa; en El Portazo está Yilena Oramas, es decir, hay muchísimos, y por La Habana, Amalia Gattorno, que trabajó en la teleserie Calendario, ella estuvo en los Reparadores de Sueños.
«Yo pienso que, además de que están integrados como artistas a estos grupos, el haber pasado por los Reparadores de Sueños les dio una visión del arte más altruista, más positiva. Sobre todo, se perdió un poco el egoísmo, el egocentrismo; están más al servicio de la comunidad, el ego cambió, el ego no es el yo, sino lo que puedo entregar al otro. Ellos buscan crear grupo, buscan unirse, y eso me enorgullece tremendamente. Por ahí dicen que yo tengo una escuela. Yo no pienso que yo tengo una escuela, yo tengo que aprender muchísimo todavía, a pesar de mi edad, pero muchas personalidades de la cultura y del teatro dicen que yo tengo una escuela y que mis alumnos responden a esa escuela diferente, no llena del egoísmo, del egocentrismo, de la autosuficiencia, sino de ser bueno, de saber hacerlo, pero de otra manera más positiva».
—Un aniversario como este siempre se convierte también en punto de partida. ¿Qué nuevos retos se plantean los Reparadores de Sueños?
—Los retos son muchos. A pesar de la edad, uno sigue soñando, y yo voy a seguir soñando hasta que me muera. Quiero que esta nueva generación de Reparadores de Sueños se mantenga a la altura de las anteriores, es decir, que seamos iguales o nos parezcamos bastante, a pesar del tiempo, no estoy obviando el tiempo. Además, dentro de los retos que nos planteamos está avanzar más en el trabajo que hicimos con la comunidad, avanzar más en el trabajo que tenemos que hacer para cambiar muchas cosas de estos tiempos, para que los padres puedan de verdad orientar de manera eficaz a sus hijos, para que la comunidad nos reconozca cada día más, nos use, participe con nosotros, para que pueda haber una mayor interacción. O sea, nuestro propósito es integrar más al proyecto a las propias tradiciones de la comunidad.
«Por eso estamos haciendo Cuca, la de las Alturas de Simpson, que no es más que La cucarachita Martina, pero vive en Simpson, habla como la gente de Simpson, participa, canta como la gente de Simpson, es decir, rescatar la identidad del lugar en el cual nos encontramos ahora.
«Además, queremos crecer, ya no queremos ser solo niños, adolescentes y jóvenes; queremos incorporar adultos, adultos mayores. Ya estamos trabajando en eso, ya la gente escribe, propone cosas… Ese es el objetivo que tenemos ahora. Los niños van a ser siempre mi elemento esencial, mi súper objetivo, mi punto de vista, los niños van a tener siempre esa prioridad, pero para eso necesitamos que los jóvenes y los adultos puedan participar y, además, apoyarnos, ayudarnos a cumplir con estos objetivos. Eso es lo que pretendemos como razón de ser, y continuar con aquel objetivo que iniciamos: buscar la transformación del ser humano a través del arte, a través de la cultura. Ese no va a cambiar nunca, ese es permanente». (Tomado de Cubasi)