La carta y su sobre conservados por Julio Font como un tesoro. Fotos: Ramsés Ruiz Soto
Una hermosa amistad unió en vida a la poetisa Carilda Oliver Labra (Matanzas 1922-2018) y el doctor Julio Font Tió (Matanzas, 1926-2019).
Cuenta Jacqueline Font, hija de Julio, que ellos se conocieron en los años 50 pues eran dos personalidades de la ciudad de edades aproximadas, pero su verdadera amistad comenzó a partir de que él fue su médico.
“Mi padre la operó en el año 1966, no sé exactamente de qué, pero fue una cirugía de abdomen. Ella estaba muy asustada, muy aprehensible. Se despedía de su familia como si estuviera en las últimas, creía que estaba muriendo”.
La poetisa inmortalizó este procedimiento quirúrgico en una composición lírica titulado Donde falta el sinsonte.
“En la habitación del hospital ella se sentía presa y quiso ponerlo todo en versos. Es un poema muy largo que empiezan desde el ingreso: ‘Agosto miércoles tres…’”
Carilda despliega su gran talento para tornar cada circunstancia de la vida en un poema. Narra su paso por el hospital: “Voy de morfina y de bronce/ desamparada a las once/ viajera de una camilla” y se lamenta: “Mucha sería la pena/ de no portarme serena/ y morir sin majestad”.
Se las ingenia para describir la operación: “…sudor, trabajo, fortuna, /pinza y tijeras, yodo/ y yo aprendiéndome el modo de ir más allá de la Luna” y su miedo: “Dame la mano mi amor/ que me caigo de la vida/ y voy rodando perdida…”
Recoge incluso una picardía que le lanza el propio Julio Font: “Me viene el médico a ver y se burla/ palideces Carilda/ y te pareces a Margarita Gautier”.
Jacqueline rememora el episodio tal como lo contaba su padre. Pasado un día de operada, fue el galeno a hacer la rutinaria visita a la paciente. La encontró tan demacrada, que decidió hacerle la broma de compararla con el famoso personaje de La dama de las camelias, para ver si se animaba.
“Es una anécdota que ambos recordaban, tenían esa complicidad. Toda la vida sintieron una admiración mutua que, para mí, alimentó la matanceridad de ambos”.
Poco después ella le escribió una carta, con fecha agosto 30 de 1966, donde manifiesta su agradecimiento. En un coqueto papel color lila, la autora de Calzada de Tirry 81 pone: “Así, el auxilio que me prestaste, me ha hecho ver claro en tu alma.” Y concluye con un rotundo: “haz embargado para siempre mi corazón…”.
Comenzó entonces una relación de amistad y afecto mutuos que no terminaría sino con la muerte. Ella le hacía llegar al médico cada uno de los textos que publicaba, siempre acompañados de una dedicatoria.
“Mi padre era una persona con facilidad para la comunicación y estaba rodeado de amigos, pero con Carilda tenía algo muy especial. Ese sentimiento me lo trasmitió a mí.
“La carta me la mostró en los últimos años de su vida y luego me dijo todo esto es para ti. Guardaba celosamente sus libros, los atesoraba. Un tiempo antes de morir, en el año 2019, me los regaló y cuando me los iba a llevar, no, no, no, no podía desprenderse de ellos. Se resistía a dejarlos ir.
“Poco después tuve los libros y la carta estaba dentro de uno de ellos, guardada junto a su poema favorito: Te mando ahora a que lo olvides todo…”.
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