Rostros más al sur del Humedal

Una mujer controla la entrada de botes que de forma muy rústica son deslizados sobre las rocas en la comunidad de Guasasa, en el Humedal
Una mujer controla la entrada de botes que, de forma muy rústica, son deslizados sobre las rocas en la comunidad de Guasasa, en el Humedal

La ciénaga tiene otros rostros allí donde nadie busca, donde los propios no quieren llegar

Dedicado a Yamila Sánchez

El polvo eterno de esos caminos cuenta la historia presente y pasada pero otea el horizonte y no vislumbra alguna novedad. Hay una especie de  vacío innombrable que se adueña de gran parte del humedal más profundo. Para algunos tiene que cerrar con el triunfo certero de la civilización. Los viejos, esos que hubieran muerto antes de sacrificar sus raíces y su paz, se han ido para no volver, o se trocaron en turba, soplillo, mangle… polvo que vuelve al polvo para nacer otra vez.

Cada día son menos los oriundos, menos los hijos, los nietos que anhelan el monte como cuna celestial, son menos los de mirada llana, de ademanes pausados, menos los que viven allí por amor al manto verde, al mar sereno, a la historia vindicada que a veces se diluye en tempestad. Pero a pesar de todo, la ciénaga palpita, vive encendida en cada pupila que puebla el humedal. (Por: Julio César García)

Una de las habitantes más longevas de entonces, aún viva en el asentamiento de Guasasa.

Cocina rústica en una de las pocas casas de Guasasa.

Pescadores deslizan un bote para sacarlo del agua.

Dos niños prueban un ajiaco que se cocina con leña en el asentamiento de Santo Tomás.

Una señora controla una cría de carneros mientras los niños observan en Santo Tomás.

Campesino vigila su horno mientras se quema.

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