El silencio perdura, se hace interminable. Otra vez en las inmediaciones del hotel Saratoga, tan suntuoso siempre, y ahora destrozado por la explosión del sexto día de mayo.
Magali, en Ciego de Ávila, tan distante del Parque de La fraternidad, dijo que a las nueve de la noche prendería una luz, también lo confirmó Leidys en Matanzas o Eva, en un lugar de La Habana porque no puede llegar a la vigilia.
Hasta el trinar de las aves que suelen refugiarse en el parque es tenue. Los periodistas, quienes llegan siempre bulliciosos, se saludan en murmullos. Se estruja el pecho y no alcanzan las palabras, esas se quedan cortas.
Eran 46 seres que amanecieron hace una semana con sueños y vida, y antes del mediodía, en un instante, cambió el rumbo para siempre.
Hijos, madres, padres, hermanos, abuelos, sobrinos, tíos, primos, familia, amigos, cubanos que no volverán a abrazarse, que se les fue el aliento cualquiera sabe cómo, y el solo pensarlo provoca sentimientos tristes.
El Presidente de Cuba decretó duelo oficial, la bandera ondea a media asta, la gente acude al parque y hay rostros atónitos porque se encuentran por primera vez con el desastre.
Los balcones desnudos ya no guardan secretos y el espejo intacto del edificio contiguo ya no está, a quién le importa los siete años de mala suerte.
Hay flores y velas, lágrimas y dolor, se integran familias heridas y el pueblo y viceversa, se siente aguda la punzada en el lado izquierdo del pecho.
Bomberos, rescatistas, voluntarios de la Cruz Roja, todos que hicieron suyo el insomnio en la búsqueda de un soplo de vida o de un cuerpo inerte para calmar incertidumbres, si es que se puede, sentados en primera fila…Y no se ha ido el silencio aterrador.
Cuba de vigilia porque aquellos hijos e hijas dejaron el último grito en el hotel Saratoga, tan suntuoso, ahora al descubierto. Cuba de vigilia porque válidos son los tributos a los hijos.
Ya apenas hay escombros visibles, alguien comenta, quedo, que tal vez la estructura se salve y se alce otro que ya no será el mismo, porque el emblemático voló también con las almas buenas.
Siempre con nosotros se lee en algún póster que deja ver los rostros plenos de quienes ya son memoria. El tiempo siempre tiene la palabra y luego, la vida. (Fotos: Omara García Mederos)