El reciclaje, una deuda pendiente

En Cuba, como sociedad todavía nos quedan muchas deudas pendientes con el tema de reciclar y hacerlo bien.

Los cubanos somos expertos en reciclar. Aquí casi nada viene con fecha de caducidad o uso específico. Lo mismo un par de medias viejas se convierten en una pelota de trapo, que una toalla casi sin felpa sustituye a la colcha de trapear.

A nadie en Cuba se le ocurre botar un pomo de agua cuando se vacía; tampoco una lata grande que puede llegar a ser el mejor molde para un flan o pudín o una maceta para sembrar plantas. Y qué decir de las jabitas de naylon, esas no pierden su vida útil hasta que terminan siendo envase de la basura.

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He visto ropas y zapatos transitar por varias generaciones, incluso, con transformaciones según el último grito de la moda; rollos de papel sanitario convertidos en rolos, botellas de cerveza en frascos para conservar el puré de tomate… 

Sin embargo, esta práctica tan extendida en la Isla casi siempre queda de la puerta de los hogares hacia adentro porque como sociedad todavía nos quedan muchas deudas pendientes con el tema de reciclar y hacerlo bien, más en un contexto donde los recursos económicos son limitados y es vital cerrar ciclos en la recuperación de productos y la sustitución de importaciones. 

Poco a poco en la Isla han ido desapareciendo espacios como los Festivales de Materias Primas que tenían lugar en los centros estudiantiles, laborales y en muchos barrios donde se recogían toneladas de papel, vidrio, plástico, cartón, aluminio y chatarra reutilizables en las industrias.

Otras iniciativas como los concursos de dibujo, proyectos y estrategias encaminados a rescatar el valor del reciclaje también se han hecho menos visibles en los últimos tiempos.

Si preguntamos a cualquier cubano la imagen más cercana que tendrán de esta importante práctica es la de esas personas dedicadas a recoger laticas de cervezas y refrescos en fiestas y lugares públicos para luego venderlas, a los que se les ha dado el nombre de “buzos” por sumergirse en las “profundidades” de los contenedores de basura.

Comprender la trascendencia de reciclar no parte solo de la necesidad de cerrar ciclos insertándonos en ese complejo proceso que es la recuperación, descontaminación, procesamiento y fabricación del nuevo producto. Parte también de la urgencia de ser más amigables con el medioambiente, conservar los recursos naturales y reducir la sobrexplotación de materias primas.

Para ello no basta con el empeño de algunos. Se requiere de un esfuerzo colectivo y de involucrar a la población y a los principales líderes desde la comunidad y de que desde las instituciones se creen las estrategias y la infraestructura que permita que los desechos no se conviertan en basura.

Generar una cultura y una transformación en el actuar han de ser prioridad. Convertir al reciclaje en un estilo de vida también. Sumar en ese empeño a organizaciones como la OPJM, la FEEM, la FEU, los CDR o la FMC que fueron la vanguardia de esta práctica en Cuba es indispensable. 

Estimular a quienes reciclen, idear nuevas estrategias a tono con los tiempos que corren y visibilizar el trabajo de las industrias que basan sus producciones en estas prácticas pudieran contribuir a rescatar un valor que ayudaría a la sostenibilidad del país.



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Sobre el autor: Jessica Acevedo Alfonso

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