El principio ideológico marxista que reconoce el relevo y la continuidad de las generaciones en el devenir histórico de la lucha, tuvo una importante expresión cuando el 16 de agosto de 1925 el fogueado combatiente socialista Carlos Baliño y el líder estudiantil de 22 años, Julio Antonio Mella, fundaron en La Habana, junto a otros compañeros de la causa, el primer Partido Comunista de Cuba.
Mella, antiimperialista raigal, demostraba entonces su valía en la dirección de un emergente movimiento estudiantil, con la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y se había unido al llamado Viejo Roble del movimiento sindical, colaborador de José Martí en los preparativos de la Guerra Necesaria, en un año que resultaría crucial en sentido muy negativo, pues era el de la investidura de Gerardo Machado en la presidencia.
Martí, al retomar las banderas del grito de independencia ocurrido en Demajagua en 1868, con luz larga había hecho hincapié en fomentar el nexo de generaciones sucesivas de patriotas, la necesidad del relevo y la continuidad que ya estaban marcando al proceso revolucionario cubano.
El día fundacional del partido comunista se reunieron un puñado de combatientes en una casa de la calle Calzada, en cuyas ruinas se erigiera más tarde el teatro Hubert de Blanck.
Algunos de los presentes fueron Alejandro Barreiro, representante sindical de los trabajadores de la manufactura del cigarro, Yoshka Grinberg, Yunger Semiovich –el alias de Fabio Grobart- y Félix Gurbich, por la Agrupación Comunista (AC) de la sección hebrea y su juventud comunista.
Entre los objetivos de aquellos fundadores estaba, además de crear el primer Partido Comunista de Cuba, afiliarlo a la Tercera Internacional, inspirada por Lenin en 1919.
Carlos Baliño también había sido uno de los iniciadores del Partido Revolucionario Cubano, junto al Héroe Nacional, el 10 de abril de 1892 y luego, durante las primeras décadas de la república neocolonial, se había dedicado a difundir las ideas marxistas en la Isla.
Entre los asistentes figuraron el dirigente sindical José Peña Vilaboa y el profesor canario José Miguel Pérez, residente en Cuba, quien resultó electo secretario general de forma permanente, junto a Flores Magón, como secretario de Actas; y Julio Antonio Mella, al frente de la Prensa y la Publicidad.
Es imposible dejar de reconocer el aporte de la gran experiencia en el combate, desde la ideología marxista, que aportaba el respetado Carlos Baliño. En su juventud se afilió con fuertes convicciones a las ideas marxistas y socialistas, y luego al leninismo.
Al coincidir con José Martí en la lucha libertaria, era un líder sindical en Tampa, Cayo Hueso y militaba dentro de esa corriente revolucionaria. El Maestro confió rápidamente en aquel hombre valiente, leal y honesto y sobre todo patriota.
Mella, además de compartir su ideario comunista, era un joven activo y enérgico, de extraordinario desarrollo político y brillantez intelectual, valores que lo hicieron sobresalir entre sus contemporáneos.
Como es lógico suponer, muchos de los que fundaron el primer Partido Comunista, aunque luchaban para que la justicia llegara a la clase obrera y a toda la nación, no disponían de la formación política
Por eso los aventajados dirigentes previeron y ejecutaron proyectos de educación de los actuales y futuros miembros de esa organización concebidos ya desde la primera reunión constitutiva.
Se creó un programa que iría más allá de los sectores obreros. Incluía también la preparación y asesoría de los movimientos campesinos en reclamos de derechos, también los de la juventud y las mujeres.
Esa organización tuvo que esperar hasta el año 1938 para poder legalizarse, bajo el nombre de Unión Revolucionaria Comunista. Como era de esperarse, el dictador Gerardo Machado, enseguida desató sobre ellos la más despiadada cacería, pues los odiaba visceralmente.
Es tristemente recordado que Machado sembró a Cuba de tumbas, que incluían el fondo del mar o fosos inaccesibles, de miles de sus hijos patriotas, sobre todo sindicalistas, campesinos y comunistas. En 1929 tal política sangrienta, que caracterizó al gobierno hasta su derrocamiento en 1933, se cobró la vida invaluable del joven Mella, a quien mandó a asesinar en México.
En 1944 la organización pasó a llamarse Partido Socialista Popular (PSP). Luego vino una etapa en la cual defendieron desde el parlamento los derechos del pueblo, al tiempo que se pronunciaron con firmeza a favor de nuevas leyes adicionales que posibilitaran cumplir los artículos y decretos de avanzada de la Constitución del 40.
Durante el régimen de Fulgencio Batista nuevamente se incrementó la persecución contra ellos, pero la lucha se mantuvo con características y métodos de sobrevivencia, con fidelidad absoluta a los principios.
Con el triunfo de la Revolución, el PSP estuvo entre las organizaciones revolucionarias identificadas de lleno con los ideales y transformaciones del nuevo proceso, como ya lo había hecho en la etapa insurreccional, apoyando la lucha armada liberadora. Fue de las fuerzas integrantes del nuevo Partido Comunista de Cuba fundado el 3 de octubre de 1965. (Tomado ACN)
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