.. a las que están, a las que se fueron y a las que nunca pudieron ser…

.. a las que están, a las que se fueron y a las que nunca pudieron ser…

.. a las que están, a las que se fueron y a las que nunca pudieron ser…

Después de años lejos de casa, ahora que regresé, siento que en cada rincón de estas paredes vacías me acompaña mi abuela Herminia. Partió hace mucho hacia la eternidad, pero su esencia sigue aquí, entre los muebles antiguos y los recuerdos que el polvo no logra borrar.

Este sábado, como ya es costumbre en el Parque de la Libertad, los Mariachi Los Coyotes tocaron su concierto especial. Se ha convertido en mi ritual: después de días intensos, vengo aquí a dejar que la música limpie el alma.

Llegué temprano. Los músicos afinaban sus instrumentos, mientras el público llegaba en grupos dispersos. No era un día cualquiera: el domingo, en pocas horas, sería el Día de las Madres, y el grupo vestido de blanco reluciente, prometió dedicar su repertorio a las madres, a todas.

Mientras observaba a la gente, noté a una señora de cabello plateado sentada en una silla plegable. Sus ojos brillaban de anticipación.

Me acerco para pedirle una foto y con una sonrisa bella asiente con la cabeza. La acompañaban varias personas; una de ellas me dice que es su mamá y que estaba cumpliendo 84 años .

Sin darme tiempo para asimilar tan avanzada edad que tenía esa señora, su hija me replica: «Mi nombre es Ana María y el de ella es María Leonor».

Por un instante, quedé enmudecido al pensar en los nombres María y Leonor; nombres de dos madres que marcaron la historia.

Más allá, un niño dormía en los brazos de su madre. El padre cargaba una mochila con juguetes. Era una escena simple, pero llena de amor.

De pronto, comenzó la música. Los Coyotes tocaron la canción Amor eterno, y mi amiga Arasay se unió al canto. Sé que extraña a su madre, que falleció hace poco. Las canciones de mariachi son así: llevan lo que las palabras no pueden.

Al final, mientras el sol se ocultaba, comprendí algo: las madres nunca se van del todo; viven en los ritos que guardamos, en las canciones que cantamos, en los nombres que llevamos en el corazón.

María Leonor seguía ahí, disfrutando de su cumpleaños al compás de las canciones. Y yo, con el corazón en calma, supe que mi abuela Herminia también estaba escuchando. (Por: Raúl Navarro Fuentes)

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1 Comment

  1. Hacía mucho no publicabas una de tus singulares crónicas, y tenía que ser así…en una ocasión especial como esta.
    Hoy es día de evocación y, desde acá, envío mi cálido abrazo a mis abuelas, a mis tías y a mi eternamente querida madre.
    Muchas gracias por tu evocación.

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