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Nosotros, los pioneros de la Generación Cargue, los del pantalón a medio entubar, los del chucho primero, el berro después, y el abrazo por siempre.
¿Qué fue de nosotros, los del fondo? ¿Los de la risotada como trueno que retumbaba en el pasillo? ¿Los que en grupo conjurábamos la insolencia y por separado la necesidad de volver a estar juntos, para volver a atronar con la risa, sentados de nuevo al fondo, y volvernos a sentir insolentes?
¿Qué fue de nosotros, los mosqueteros sin espada que éramos cuatro en vez de tres, y cinco en vez de cuatro, y más si hacía falta? ¿Los que entre el camino de ida y vuelta, los recesos y el gimnasio por las tardes burlábamos las horas de desunión en aulas separadas? ¿Los del chucho primero, el berro después y el abrazo por siempre?
¿Qué fue de nosotros, los que nunca nos hubiésemos hecho llamar Los Mangotes pero tampoco, muchísimo menos, Los Berracos? ¿Los que prometimos todos los años coger una tonga de jevitas? ¿Algunas? ¿Una, al menos una sola jevita? ¿Si no dentro del Pre, en los carnavales quizá? ¿Si no en esta vida, tal vez en la otra? ¿Los que, entre brinco y brinco en la Asociación Cubana de Artesanos Artistas en las noches, creíamos divisar al amor de nuestras vidas como si las mujeres perfectas naciesen en versos de Avicii?
¿Qué fue de nosotros, los del gimnasio de Gastón hoy, el de Rubén mañana, y cuando no el de Máximo? ¿Los que jamás alcanzamos el ancho de brazo que prometimos a Ronnie Coleman y Phil Heath, pero mira que lo intentamos? ¿Los que triangulamos la espaldita y apretamos los cuadritos lo más que pudimos, imaginando que cada repetición en el pron era el precio a pagar por no morir vírgenes? ¿Los verdaderos expendables?
¿Qué fue de nosotros, los confabulados de estaturas cambiantes a lo largo de la formación? ¿Los de la camisa cada vez más apretada en el torso y más corta de cintura, cubriendo una piel sensible por el ejercicio? ¿Los del pantalón a medio entubar porque, aunque anduviésemos a la moda prohibida, tampoco estábamos para ser regañados constantemente? ¿Los de las patillas finas y el corte casi nunca tan parejo como le indicábamos al barbero?
¿Qué fue de nosotros, los que no necesitábamos mudar de pestañas para sentirnos aprobados, y si uno desaprobaba no pasaba nada? ¿Los que no clavábamos puñales por una mejor nota que el de al lado? ¿Los que sí asumíamos nuestras puñaladas con la entereza de los fuertes, aunque en realidad nos doliera el chivatazo, la tarea a copiar negada, el fraude a costa nuestra? ¿Los que nos avergonzaba por igual ser llamados inteligentes o brutos?
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¿Qué fue de nosotros, los pioneros de la Generación Cargue? ¿Los que nos reíamos con Hola, soy Germán como idiotas, pero de una idiotez que se propaga? ¿Los que cazábamos las películas de tipos fuertes con mucha acción y mujeres sensuales, cuando aún no sentíamos que estuvieran tan mal? ¿Los testigos de ese cambio woke antes que se llamara woke, antes que se notara el menor cambio? ¿Los que dependíamos tanto del paquete que un solo párrafo no le hace justicia a ese solaz de nuestras vidas?
¿Qué fue de nosotros? ¿Los que espiábamos a Taylor Swift cada semana en la carpeta de videos, antes de olvidarla porque se negó a dejar su carrera por nosotros? ¿Los que teníamos de pronto la excusa perfecta para esquivar los deberes y sumirnos toda la tarde, toda la noche, en la carpeta “Interesantes!”, en la carpeta “Deportes”, en la carpeta “Shows”, en la carpeta “dentro de una carpeta, dentro de una carpeta…”? ¿Los que, entre clásicos y estrenos, teníamos para comentar todo el cine del mundo: lo mejor de la Marvel, DC Comics, Metro-Goldwyn-Mayer y Brazzers?
¿Qué fue de nosotros, los de la época de Obama, los Stones y Toretto en Cuba? ¿Los que vimos a Gente salir D Zona y encaminarse a las estrellas, de “¡Marcántony!” a Enrique Iglesias, de Juan Magan a una Madonna que de milagro no llegó? ¿Los que nos descubrimos de pronto en los mapas porque esta islita no se quedaba quieta de tanta conmoción y gozadera? ¿Los que de pronto nos sentimos exponentes de la tierra más sabrosa y coqueta del mundo?
¿Qué fue de nosotros, los pocos ante mil carreras por elegir? ¿Los de la Medicina, con su futuro tan brillante que quemaba las pupilas? ¿Los del Periodismo, con la venita abierta de contar un país que mutaba rápido y furioso? ¿Los de cualquier otra formación, porque cualquiera en las boletas valía la pena, porque por eso habíamos estudiado y ¡ay! del que no tuviese qué estudiar durante unos añitos más? ¿Los que no debíamos descarriarnos?
¿Qué fue de nosotros, los que juramos ser esa piña unida que clamaba Fermín Trujillo y guardar siempre “mente fría” ante la adversidad? ¿Los que hicimos promesas que aseguramos nunca incumplir y, de momento, casi todas se nos han ido pasando? ¿Los hermanos de sangre, a los que el frío del tiempo y la distancia nos ha dejado la sangre en común un poco helada? ¿O, por el contrario, los que ardemos hasta en el frío del tiempo y la distancia?
¿Qué fue de nosotros? ¿De Pedro, Francesco, José Alejandro? ¿José Carlos, Yohamed, Miguelito el blanco y Miguelito el negro? ¿De El Nonny? ¿De Antonio? ¿Sardiñas? ¿Denis y Danis, jimaguas sin igual? ¿Qué fue, caballero? ¿Cuándo, en qué momento? ¿O nosotros seguimos igual, y fue todo lo otro lo que cambió?
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