Raúl Hernández Soriano: a prueba de huracanes

Raúl Hernández Soriano: a prueba de huracanes
Raúl Hernández Soriano: a prueba de huracanes

Su mundo pareciera que se resume a una oficina pequeña y compartida, con un mapa de Matanzas detrás, la PC llena de pronósticos y una pizarrita lateral donde de vez en cuando se plasman variables y se modelan situaciones meteorológicas.

Pero la verdad es que a Raúl Hernández Soriano, el mundo, el que se divide en continentes y océanos, el de los países, se le hace pequeño. Y no puede ser de otra manera para este meteorólogo de altos quilates que lleva más de 50 años analizando y prediciendo el tiempo.

“Cuando terminé el instituto tenía diferentes opciones: Medicina, Veterinaria, alguna ingeniería. Entonces vino la convocatoria de un curso auspiciado por la Organización Mundial de Meteorología en el Instituto de Casablanca, para la formación de meteorólogos y me decidí por esa especialidad. Matriculamos cuatro matanceros, pero en mi caso no lo pude culminar por problemas de salud. Me dio una hepatitis que se complicó cuando estaba prácticamente terminando el curso. Me faltaron dos o tres asignaturas que luego fui venciendo. Desde esa fecha, enero o febrero del 70, me incorporo como profesional de la rama”.

A la naturaleza y sus fenómenos Raúl la conoce al dedillo. Aprendió de a poco, en sus primeros años en la estación que estuvo ubicada en la secundaria básica Ramón Matheu, donde no se hacían pronósticos, ni se trabajaba en otra cosa que no fueran las observaciones meteorológicas. A medida que fueron introduciéndose nuevas técnicas también él se superó y desde entonces los pronósticos y el seguimiento de la climatología en Matanzas se convirtieron en sus rutinas diarias.

“En el año 89, cuando se inaugura el aeropuerto internacional de Varadero Juan Gualberto Gómez, yo siento interés por estudiar y dedicarme a la meteorología aeronáutica.

“Estuve al frente del Servicio de Meteorología de Aeronáutica de los aeropuertos de Santa Clara, Cienfuegos, Cayo Las Brujas, del propio Varadero y de un aeropuerto chiquito que era dedicado al entrenamiento de paracaídas.

“La metodología aeronáutica se aparta un poco de la clásica. No es solo cuando existe mal tiempo suspender los vuelos. Ahí se incluye el briefing o la información que se le da a los pilotos antes de realizar su vuelo. En esta meteorología se estudian los fenómenos que afectan directamente a la aviación y que a lo mejor en superficie tú no te das cuenta que existen, por ejemplo, el engelamiento, los fenómenos de turbulencia, de windshear. En ese caso los aviones deben modificar la ruta.

“En el año 2003 empiezo a presentar problemas de salud, un Linfoma de Hodgkin, que requirió que llevara una vida más tranquila, y me tuve que alejar del fuerte régimen de trabajo de los aeródromos. En ese tiempo ya estaba creado el Centro Meteorológico Provincial y desde entonces laboro aquí”.

Entrevistarle no es tan sencillo. Lo “capturé” en los días del huracán Rafael, entre parte y parte meteorológico, justo a las 8:00 a.m. “Hoy llegué a las cuatro de la madrugada. En tiempo de ciclones ese es el horario normal, o tal vez nos quedemos a dormir aquí”.

Mientras dialoga suena el teléfono otra vez, la cuarta llamada en menos de media hora. Dice que siempre que hay un evento meteorológico que preocupa y ocupa es así. Pero ni el ring ring constante, ni los nervios y las cientos de interrogantes consecutivas del otro lado del auricular alteran su ecuanimidad.

“Ya estoy jubilado. Estuve en mi casa y me reincorporé por una contratación antes de los ochos meses. Ahora dirijo el departamento de Pronósticos. Tengo 74 años pero me siento bastante bien.

“A mí me gusta la Teología y la Meteorología, y si vuelvo a nacer haría las mismas elecciones. En mi época de joven era difícil estudiar Teología. Soy meteorólogo, quizás no con una formación académica grande, pero sí con una base empírica muy fuerte.

“La meteorología tiene mucho de arte también. Tengo un libro de cabecera, que no es técnico, pero sí habla del elemento humano en el pronóstico del tiempo. En el libro se afirma que dicha especialidad requiere de mucho olfato, percepción, experiencias de lo vivido, no solamente lo que aprendes en la academia. Consiste en una ciencia muy exquisita, rica en conocimientos y además diría que es lo que está de moda ahora con toda esta avalancha de nueva tecnología. Los modelos de pronósticos que utilizamos aquí se pueden encontrar en cualquier teléfono con internet. La diferencia está en saber utilizar esos medios, saber discernir lo que hay ahí de probabilidad, lo que puede ser cierto o no, lo que es especulación.

“¿Lo que más me gusta? ¡El pronóstico del tiempo! La perspectiva de lo puede suceder en un período determinado. Podemos hacer pronósticos a muy corto plazo (mañana), a mediano (tres a cinco días) y a largo plazo que son hasta 10 días”.

Raúl no puede evitar hablar de estructuras nubosas, vaguadas, potencial lluvioso o de la cizalladura del viento, cuando se le visita en la oficina. Nadie pone en duda sus dotes de comunicador, mientras decodifica las jergas científicas propias del oficio y las transforma en mensajes que no solo informan en tiempo de huracán: también calman.

“Llaman muchas personas al Centro para actualizarse sobre todo en tiempo de ciclones. Algunos lo hacen asustados, mientras que otros se sienten un poco meteorólogos y me dicen: “No, usted está equivocado. Lo que va a pasar es esto y no eso que me dice”. Hay una gama muy grande de reacciones en la población y es que nadie puede negar que con los apagones existen sectores importantes que están desinformados y entonces se debe ser muy paciente. Tener incluso, jocosamente, que decirle: ‘¿Usted tiene plátanos? Pues a lo mejor le tumba alguno. No se preocupe que será solo un vientecito platanero. Su casa no peligra’, y de ese modo tranquilizar. Son cosas que se manejan en este oficio relacionadas con la comunicación, porque hoy en día el meteorólogo debe ser un buen comunicador”.

Aunque ha sabido burlar muy bien al calendario y esquivar en el rostro las huellas de los años, dice que ya se los siente, mientras transita en paso agitado desde la zona baja de Versalles, donde tiene su morada, hasta el Centro Meteorológico, en el mismísimo corazón de la urbe yumurina.

“Ya me duelen los pies. Me gustaría ir a pescar con varita, además me encanta leer. Pero trabajaré hasta que la situación económica mejore, porque mi pensión inicial no cubre mis necesidades. Tengo que ayudar también a los nietos, me siento en esa obligación. Mientras yo pueda, estaré aquí”.

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