Postales Matanceras: Manuel García, historia y leyenda

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Mucho se ha escrito sobre El Rey de los Campos de Cuba, artículos periodísticos, novela, una película dirigida por Enrique Díaz Quesada en el ya lejano 1913; mientras el desaparecido colega y amigo Reynaldo González Villalonga reconstruía su historia de vida. 

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Manuel García Ponce de León nace el 1.o de febrero de 1851, en el barrio El Estanque, Alacranes. A partir de dos incidentes pasionales y familiares, comenzaría una vida de acción y leyenda, al margen de la ley, que lo convertiría en el más afamado bandolero del siglo XIX cubano.


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Ramón Arroyo Suárez, alias Arroyito o Delirio, fue sin dudas el más famoso bandolero del siglo XX cubano.


En la década de 1870 un incidente entre su novia Rosario y un funcionario local conduce a que Manuel amenace de muerte a este, por lo que terminó en la cárcel. Ya en libertad, poco después, sorprende a su padrastro golpeando a su madre. Le propina varios machetazos y esta vez decide que no volvería a prisión. Comenzaba su leyenda; audaces atracos, secuestros, extorsiones; siempre robando al rico y ayudando al pobre, especie de Robin Hood criollo.

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Según recoge la historia Manuel García, el Rey de los Campos, fue el más afamado bandolero del siglo XIX cubano.

En la década de 1880, en un giro de sus pensamientos, emigra a los Estados Unidos y allí entra en contacto con los revolucionarios. En septiembre de 1887, arriba en una expedición mambisa por Puerto Escondido, en el norte matancero.

Por sus osadas y continuas acciones, en 1890, el Capitán General ofrecía 10 000 pesos oro por su captura. En este año, al incumplir la Empresa de Ferrocarriles Unidos con la exigencia de dinero por parte de García, el forajido lleva a cabo un grupo de asaltos y tiroteos a trenes. En abril ataca los que transitaban hacia Madruga, Empalme y Güines; en mayo, incendiaba la estación de Quivicán. Para la fecha circulaba una elocuente tonada: “Y dice Manuel García / que si no le dan centenes / va a quemar cañaverales / y descarrilar trenes”.

En la madrugada del 24 de febrero de 1895, cuando se dirigía con un centenar de hombres a secundar el alzamiento de Ibarra, dirigido por López Coloma y Juan Gualberto Gómez, a la salida de la tienda El Seborucal, en las inmediaciones de Ceiba Mocha, se adelanta con el práctico Fundora y otro acompañante. Al poco tiempo se escuchan disparos y, al llegar la tropa, encuentra a Manuel asesinado a traición. Por mucho tiempo se ha considerado a Fundora como el ejecutor del crimen, pero la incógnita de móviles y autores sigue en pie más de un siglo después.

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Sus restos fueron ocultados en una casa de la finca La Julia, hasta febrero del 2000 cuando fueron exhumados y enterrados con honores militares y los grados de Coronel del Ejército Libertador en el cementerio de Mocha.

Sobre una parte del cuantioso dinero que García y sus hombres acopiaron por años, perdura la leyenda acerca de su existencia, en una cueva de la serranía Montes de Oro o en Montes del Rosario, ambas contiguas a Valle Elena y el poblado de Armona; o como aseguran otros, en alguna cavidad de la Sierra del Grillo, próxima a Madruga.

Del bandolero-insurrecto quedarán sus historias y leyendas en la memoria colectiva; mientras unos buscan sus centenes de oro ocultos, quizás algún acucioso investigador halle las fuentes que permitan esclarecer los misterios de su muerte.

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Sobre el autor: Adrián Álvarez Chávez

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