Iyawa, donde confluyen todas las raíces

Como un río sonoro en el que confluyen numerosas corrientes musicales llegó a Matanzas la agrupación suiza Iyawa, para ofrecer un espléndido concierto en la Sala White, en la tarde de este sábado 3 de febrero. Integrado por músicos venezolanos, peruanos, congoleños, cameruneses, suizos y cubanos, su trabajo abarca todo el abanico del legado africano, dentro y fuera del continente. 

El espectáculo que pudimos disfrutar los yumurinos poseía esa cualidad mágica de hermanar pueblos y tradiciones, un torrente melódico por el que sentimos transitar parte de nuestras esencias pero que, a la vez, como una suerte de espejo, nos devolvió el reflejo de su devenir en otras latitudes.    

“Esta propuesta habla de lo que me rodeó mientras crecía en Ginebra —explica Marie Toppo, percusionista y líder del grupo— es una ciudad multicultural donde hay muchas comunidades distintas y me dio la posibilidad de explorar musicalmente e impregnarme de estas cosas”.

De esa visión artística tan abierta y cosmopolita nació Iyawa, a finales de 2022. El nombre viene de la unión de dos palabras en Yoruba: iya, que significa madre, y wa, que es raíz. Su proceso creativo se dio a través de la experimentación y la investigación, hasta dar con un estilo bastante sui géneris, alejado del mainstream de la industria de la música a escala internacional.

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“Yo di las ideas conceptuales de cada tema —cuenta la joven, quien toca los tambores batá con una maestría y naturalidad que no dejan de sorprendernos—, pero la creación ha sido colectiva. Todos los miembros estuvimos en una residencia artística de una semana, viviendo juntos, trabajando de la mañana a la noche para materializarlo”. 

Querían rastrear las semillas del continente negro, esparcidas por la esclavitud, donde quiera que hubiesen germinado para crear una infinitud de vertientes: afrocubano, afrovenezolano, afroperuano, entre otras; pero además incorporar la poesía de la música urbana, a través del rap e influencias del jazz, que es una rama importante de esa herencia. 

“Investigando en la cultura del Magreb, encontramos muchísimas similitudes con Cuba. Allí se encuentran las mismas imágenes, ritos y colores idénticos para entidades del río o del mar, como Oshún o Yemayá, una herencia llevada por contrabando de personas, que se sincretizó con el islam pero con idénticos poderes”.  

Como un detalle curioso, en el concierto se abordó la influencia de la música cubana que invadió África, especialmente la región del Congo, en la primera mitad del siglo XX, con sonidos sorprendentes y familiares. Los músicos congoleños se apropiaron de ella e “hicieron bailar a todo un continente en idioma lingala, o a veces en castellano, con una sola etiqueta para muchos estilos diferentes: la rumba congolesa, un ida y vuelta en que rememoramos los lazos con los ritmos palo y bantú”. 

Iyawa ha pasado por Matanzas, trayendo toda la belleza de lo auténticamente raigal y sincero. No podemos menos que agradecer la posibilidad de encontrarnos con quienes ponen en valor una tradición de la que somos parte, la engrandecen y universalizan, la dotan de tanta riqueza rítmica que no desmerece en nada el sólido tronco del que parte.

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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