Los Helados París, desde su aparición en el mercado, causaron gratificante sensación.
Situada la heladería en la calle de San Ignacio, esquina a Santa Rita, el establecimiento ofrecía los más sabrosos helados, que se podían consumir en el propio local o, si usted estaba dentro de un automóvil, hasta allí le llevaban el pedido. Si estuviese lloviendo, el empleado, paraguas en mano, también se lo llevaba, previa colocación de una tablilla acomodada en la puerta del vehículo.
¿Qué caracterizaba la calidad de ese frío manjar?
Según tengo entendido y comprobado, en la elaboración de tan delicioso producto utilizaban frutas frescas: mamey, mango, frutabomba, coco, piña, que eran las más demandadas. Además, en la tablilla aparecía reflejado el nada despreciable chocolate.
Los duchos elaboradores del París cuajaban la mezcla con leche fresca, así como conjuntamente condensada y evaporada. Con tal mezcla se producía un helado que, además de alimenticio, dejaba su magia por largo tiempo en el paladar de los consumidores.
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Mamey, uno de los preferidos, poseía un encanto inigualable. Otro tanto sucedía con el de coco que, incluso, se expendía en la mitad de la cáscara interna de ese fruto. Ese venía siendo uno de los más caros, creo que costaba 75 centavos. El precio de los demás oscilaba entre 25 y 50 centavos, en dependencia de la cantidad solicitada.
Comentarios de la época, estimo que durante la década de los 70, expresaban que cuando el capitalino Coppelia iniciaba sus elaboraciones, directivos y especialistas de esa firma vinieron a Matanzas a conocer las particularidades de nuestro París. No sé sí satisficieron sus intereses.
Lo cierto es que hasta el fin de su permanencia, el París mantuvo su calidad, hasta donde pudo, y opino que nunca el Coppelia pudo alcanzar tan alta cota de calidad, aunque sí contaba, cuenta, con una variedad de sabores más amplia.
Recordamos que cuando se creó un establecimiento homónimo aquí en esta ciudad, en la intersección de las calles Tirry, Spíritu Santos y Calzada de Esteban, la tablilla anunciaba una extensa propuesta, que incluía menta, vainilla chip, almendra, chocolate, coco, naranja-piña, mango, nuez, fresa… Pero con el decursar del tiempo, el abastecimiento aquí en Matanzas se hizo más pobre, la cartelera cada día anunciaba menos ofertas, hasta que finalmente, se derritió la última bola de ese helado, de buena calidad, es cierto, pero nunca a la altura del París.
Volviendo a este, los habitantes más vulnerables de la zona aprovechaban los envases vacíos de las leches condensadas y evaporadas para ser utilizados como recipientes en sus respectivos hogares. Otros, más avispados, les ponían asas y los vendían a viva voz por los barrios más humildes de la ciudad.
Para finalizar esta crónica diremos que hoy día existen establecimientos y particulares que venden helados boleados o en paleticas, respectivamente, pero no son pocos los que más bien venden productos “hielados”. (Por: Fernando Valdés Fré)
Buenos días Luis Alonso Glez , soy un seguidor de los dulces caseros de nuestro país y en especial del helado y más cuando la receta es como decimos del tiempo de antes cuando se hacían con calidad, me dirijo a usted por esta vía para ver si UD pudiera enviarme a mi correo las recetas que usted conserva de los helados parís, este es mi correo electrónico
pmltu@trdcaribe.co.cu
Redacción Periódico Girón :
Me alegra mucho ver un trabajo como este que recuerda hechos y eventos destacados de nuestros tiempos pasados.
En los helados París que su ubicación no era precisamente la que se expone en su artículo, sino en la calle San Ambrosio esquina a Santa Rita, en la barriada de Pueblo Nuevo, mi padre Luis Alonso González fue maestro heladero de ese Establecimiento durante la década de 1940 , donde se hacían todos los helados de los más variados sabores y frutas totalmente natural, se pelaban las frutas a mano, se batían los helados con paletas de madera a mano, donde primaba la calidad y la higiene y su dueño conocido por Cheo ( no recuerdo su nombre completo ) vivía a media cuadra en Santa Rita, entre San Ambrosio y San Ignacio.
Allí mi padre se enamoró de mi madre que vivía enfrente en los altos de la Panadería » La Unión » .
La heladería » El París » contaba con mostrador y banquetas, para degustar los helados en la barra y contaba con 4 mesas y sillas para los clientes que preferían sentarse, se enviaban sorbetos ( depósitos metálicos de gran tamaño ) al Colegio Médico de Matanzas a sus conferencias periódicas nocturnas y la heladería permanecía abierta todo el día hasta altas horas de la noche.
Como bien relaciona su artículo, los helados París hechos con leche , poseían una alta calidad por ser cremosos y con sabores muy bien definidos y agradables al paladar y eran solicitados por casi toda la población matancera y por la fama de sus helados, la clientela incluía hasta visitantes de La Habana.
Aún conservo como recuerdo su » Libreta de Recetas y Mantecado » de su puño y letra y las fotos en el interior de la heladería en esos años, donde se aprecia la rudimentaria trasmisión de correas y poleas de la instalación.
Muchas gracias por hacerme recordar esos momentos gratos y felices en la vida de mis antecesores y de lo que eran capaces de lograr personas sencillas, honradas y muy trabajadoras en esas épocas difíciles de la República Mediatizada en Cuba.
Los felicito por la iniciativa y por ejercitar un periodismo investigativo digno de resaltar, Matanzas tiene muchísimos hechos, acontecimientos e historia aún por contar !!