La nota gamer:  Cult of the lamb, crea tu propia secta

Si te gusta la acción, la administración y el rol, el videojuego independiente Cult of the Lamb mezcla todo lo anterior.

Si te gusta la acción frenética, la administración y el rol, el videojuego independiente Cult of the Lamb (El Culto del Cordero) mezcla todo lo anterior a la perfección. Mediante la fusión entre dos tipos de artes tus sectarios, que son adorables y caricaturescos, y los enemigos que parecen sacados de una película de horror.

El argumento trata sobre un cordero que es sacrificado por un cuarteto de dioses malvados, pero una deidad, incluso más antigua, te salva de la muerte y te pone a su servicio dotándote de poderes, para que enfrentes a tus verdugos y de paso le construyas una secta de seguidores fieles.

Aunque cabe destacar que esta historia sirve de justificación para realizar fuertes críticas al fundamentalismo religioso y el satanismo todo con su buena dosis de humor y sarcasmo.

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A nivel jugable se maneja a varios niveles: tenemos lo primero que es la gestión de tu secta dónde deberás recolectar recursos para construir altares, habitaciones y logística para tus seguidores, en segundo lugar, está el sistema de rol que te obliga a recolectar fe ganándote la confianza de tus adeptos y por último el combate con un elevado nivel de dificultad, al menos para los jugadores promedio, aunque siempre está la opción de configurarlo en fácil.

En todos los aspectos del juego se nota la delicadeza con la que ha trabajado el estudio Massive Monster, como la minuciosidad de la gestión y la sorprendente profundidad de su sistema de combate. También hay otros detalles que vale la pena destacar por su calidad, como los diálogos, las animaciones y la dirección artística en general.

Pese a parecer poca cosa en un principio, Cult of the Lamb es un juegazo en toda regla y la aventura que nos propone nos robará un buen saco de horas en las que tendremos que explorar a fondo si queremos descubrir todos sus secretos, que de antemano les advierto, que nos son pocos.

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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

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