El Cinematógrafo: AIR

AIR quizá recuerda, más por la estructura de su concepción que por el resultado, a Jerry Maguire (1996, Cameron Crowe).

Ficha técnica:

Título original: AIR

Año: 2023

Nacionalidad: Estados Unidos

Dirección: Ben Affleck

Guión: Alex Convery

Fotografía: Robert Richardson

Reparto: Matt Damon, Viola Davis, Ben Affleck, Jason Bateman, Chris Tucker, Julius Tennon, Chris Messina, Matthew Maher

El poder de una película se evidencia, entre otras cosas, en cuánto nos atrapa y entretiene, o cuán atractiva se nos hace, por más que su tema nos resulte lejano y en principio nos importe un bledo.

Desde Michael Mann y su odisea con apuntes periodísticos por la industria tabaquera en El informante (1999), hasta AIR ningún otro director me había fascinado tanto con un argumento centrado en ese tipo de embrollos empresariales, plenos de tecnicismos y tejemanejes, a los que no solo soy ajeno, sino que además suelo rehuir, por no considerarlos un incentivo lo bastante tentador para fiarme durante dos horas o más de un producto.

El encanto particular de esta película no lo da, por tanto, lo evocadora que resulta la presencia invisible de Michael Jordan; ni lo interesante que pueda parecer la historia de la compañía Nike y el famoso logotipo que da pie a la trama; ni siquiera la enternecedora y eficaz recreación ochentera que supera aquí a otros ejercicios similares, tanto en cine como televisión; lo dan especialmente dos factores: el guión de Alex Convery y la dirección de Ben Affleck, por la limpieza, seriedad y seguridad con que ambos hacen potable uno de esos temas que a priori parecen imposibles tanto de escribir como de rodar.

Este dúo asienta en el género deportivo otro de esos clásicos americanos con la instantánea fuerza inspiradora de El orgullo de los Yankis (1942, Sam Wood), El hombre de bronce (1951, Michael Curtiz), Rompehuesos (1974, Robert Aldrich), Rocky (1976, John G. Avildsen) o Hoosiers (1986, David Anspaugh), sin parecerse mucho a ningún precedente.

AIR quizá recuerda, más por la estructura de su concepción que por el resultado, a Jerry Maguire (1996, Cameron Crowe), entre vistazos que ofrece de las complejidades del mundo laboral y el mecanismo de persuasión que el protagonista debe ejercer en función de un atleta. Es ese tipo de película de deportes cuya fuerza no reside precisamente en la imagen sublimada de un ídolo con camiseta sudada, pero incluso respecto a la obra de Crowe va por caminos totalmente distintos.

Pese a lo ya dicho sobre la importancia de la forma para garantizar que se asimile el contenido, muchas veces la presentación de un mundo nuevo para el espectador es por sí sola tan irresistible como la visualidad o el ritmo con que se descubre, y la era de Michael Jackson, Stallone, el equipo A, Bruce Springsteen y AIR Jordan tiene una magia especial que acoge tanto a las nuevas generaciones como a aquellos cinéfilos que dejaron grabados sus corazones en VHS. El verdadero deporte de este cantar de gesta corporativo consiste en detectar guiños visuales, sonoros, sentimentales en general: desde la melodía erótica de Doble de cuerpo hasta avances tecnológicos cuyo interés de entonces ha quedado hoy obsoleto, pasando por las revistas, los teléfonos, la ropa, los peinados… El exquisito paseo de Affleck por los 70 en Argo (2012) se adelanta algunos años. Qué talento, o qué suerte ha tenido al contar con excelentes equipos, a la hora de viajar al pasado e inmortalizar lo que ya estaba inmortalizado, como los tiempos de la Ley Seca en Vivir de noche (2016).

El guión de Convery dedica especial atención a los personajes secundarios, de apoyo esencial en la mayor parte del metraje.

Hay un espacio aproximadamente a mitad de metraje que se vuelve más íntimo de lo esperado, y casi se siente como esa pausa de fin de semana en la que varios de los personajes conviven en el solitario edificio mientras se preparan para el hito profesional de sus vidas. Es el momento en que se une todo: el esfuerzo indetenible, el miedo al fracaso en más de un sentido, la fragilidad, la fortaleza… Como cuando Howard Hawks encerraba entre cuatro paredes a los héroes de Río Bravo (1959) y, por más cerca que estuviera el peligro, les hacía cantar y reflexionar, les unía en lid de camaradas con el fin de lograr esos objetivos en común que valían la pena. Sin embargo, y vuelvo a AIR, cuando el edificio se llena otra vez de personas y la atmósfera de trabajo habitual regresa, el estado de ánimo de ese grupo que nos interesa se ve afectado por el entorno, y sentimos la terrible posibilidad de que todo se reduzca a un mero juego entre amigos, sin cabida en el mundo real que ignora sus desvelos e impaciencias. Y esa sensación no la genera cualquier cineasta.

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Otro extraordinario destello de talento se enmarca en la reunión entre la familia Jordan y los protagonistas, cuando, más allá de la emotividad del discurso de Sonny (Damon), el director demuestra, con la técnica, lo poco dispuesto que está a permitir anticipaciones, sobre todo por parte de esos aficionados al desencanto con historias basadas en hechos verídicos y cuyos finales, sin mucha dificultad, de antemano intuyen y subestiman: el uso del forward, con insertos documentales de Jordan en sus años de mayores victorias y reveses, enaltece a un recurso tan delicado como el flashback. No se puede crear más expectación a lo interno de una película carente de giro final sorpresivo.

Todos los intérpretes están extraordinarios: Damon, Bateman, Davis (excepcional como madre del futuro mejor baloncestista del mundo), Tennon, Tucker, Maher, Messina, incluyendo al propio Affleck, quien se reserva al más torpe y gracioso de los personajes para interpretarlo con una asombrosa mezcla de dignidad, elegancia y sutileza.

Hoosiers puede seguir siendo la mejor película de baloncesto de la historia. A su lado, AIR contempla tranquilamente el tiempo que las separa, se permite el lujo de regresarnos a la sensibilidad irrecuperable de un período culturalmente arrebatador y emociona como pocas veces fuera de una cancha.

Apartado por primera vez de sus agradecidas incursiones en temática criminal o de thriller, estamos ante, sino el mejor trabajo de dirección, por lo menos el gran paso a la madurez de un creador que aún promete mucho.

Viola Davis, extraordinario retrato de la madre de un mito.

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