Amarse para ser mejores cuidadores

Servir a otros, sacrificar la libertad individual, las relaciones interpersonales, incluso el futuro profesional y la estabilidad emocional, son algunos aspectos que determinan los destinos de los cuidadores; esas personas que se encargan de suministrar seguridad a la persona vulnerable en el ámbito familiar, ya sea un anciano u otra persona enferma o incapacitada para valerse por sí misma.

Así pasan los días para Marta y Javier: dentro de su casa, compartiendo la responsabilidad de mantener a su madre cómoda mientras el cáncer consume su vitalidad de antaño. Pocas veces se asoman al balcón, deteniéndose en cada vehículo que recorre la calzada como si en ellos vieran escabullirse su propia vida.

Pese a todo son afortunados, pues comparten la responsabilidad y son apoyados por el resto de los hijos desde el punto de vista económico y otros aspectos esenciales cuando la ansiedad intenta mellar la armonía familiar. Pero no es fácil. Han tenido que renunciar a muchas cosas y alejarse de personas y proyectos personales.

En eso piensa Marta en medio de su ruidosa soledad y suspira mirando el paisaje citadino mientras su madre duerme esas escasas horas apacibles al mediodía cuando no requiere vigilancia.

Su carácter se ha endurecido con las frustraciones, pues ya ronda los 50 años y no tiene un trabajo estable ni pareja en la cual apoyarse. Otro tanto ocurre con Javier, 20 años menor, pero igualmente con anhelos detenidos entre 4 paredes.

«Los cuidadores necesitan protección», escuchamos a menudo, pero ¿realmente existe conciencia de los riesgos que corren en este período de la vida? Desde lo físico hasta lo psicológico, incluyendo la parte biológica.

Al cargar peso diariamente los cuidadores se exponen a distintos padecimientos, las posturas forzadas constituyen parte del proceso y con ellas vienen las hernias discales, lumbalgias, entre otras molestias. Las agresiones físicas por parte de la persona que atienden también pueden surgir y son más frecuentes de lo que se piensa.

El exceso de carga de trabajo, hacer varias cosas al mismo tiempo, suele agotar físicamente y generar ansiedad al enfrentarse a problemas cotidianos y a la escasez que no pocas veces asalta la cocina y las demás áreas de una casa cualquiera en la Cuba de hoy.

El contacto con los fluidos de la persona enferma conlleva riesgos de enfermar o intoxicarse, por lo que el uso de guantes y otras medidas higiénicas hacen la diferencia en esta situación. 

A menudo aparece la depresión, el sentimiento de culpa, irritabilidad y otros síntomas del desgaste emocional que como enemigo silencioso va corrompiendo sentimientos y el propio carácter de la persona. 

Como consecuencia de ello suelen ver disminuida su calidad de vida hasta llegar a enfermar, y de esa forma aparecen ciertos mecanismos de defensa expresados en la pérdida de apetito o, por el contrario, el comer compulsivamente. Todo esto acompañado de ansiedad, llanto, falta de concentración, elementos que producen a menudo accidentes domésticos de diversa índole.

Son frecuentes también los temblores, el insomnio, abuso de fármacos y/o alcohol, con el objetivo de mitigar el dolor de verse en esa situación.

Con el tiempo, acompañamiento, empatía, Marta y Javier comprendieron que aceptar ayuda no es grave y cometer errores tampoco. Lograron dedicar parte del día a descansar e incluso salir a divertirse algún que otro fin de semana.

La organización, planificación de las tareas y sobre todo la comunicación con amigos y demás familiares se imbricaron para aliviar el peso que ellos creían les pertenecía en su totalidad. 

Ella se pintó el pelo y un corte moderno le da un aire elegante a su rostro, él se «escapa» en sábados alternos al policlínico de la cuadra dónde una sonrisa de bata blanca le devuelve el buen humor de antaño.

La dedicación a su madre no disminuyó, ni sus atenciones se han reducido; solo se aman un poquito más a sí mismos para ser mejores cuidadores.

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Sobre el autor: Norys Castañeda Valera

2 Comments

  1. El gobierno debería garantizar instituciones que ayuden a los cuidadores a tener una vida normal como todo el mundo. Cuidar a una persona discapacitada paraliza la vida del cuidador y a veces tenemos situaciones bien complicadas como es mi caso donde tengo un niño diabetico de 6 años que tengo que luchar día a día por su bienestar y al mismo tiempo una mamá con alzheimer que no puedo dejar en un hogar de ancianos de día por su condición y además un trabajo que mantener para poder sobrevivir. Cómo bien dice el artículo tenemos que sacrificar nuestra libertad individual pero pueden existir ayudas que pueden hacernos la vida más fácil y que existe hoy en ningun lugar del país.

  2. Considero muy bueno el artículo, muy preciso en su redacción, así mismo trascurre la vida de un cuidador, me sentí identificada con lo expresado durante toda la lectura, todavía sin llegar a la fase de salir a divertirme algún fin de semana.
    Llevo más de 6 meses al cuidado permanente de mi madre, con fractura de cadera, y sin dudas apoyo 💯 ese artículo.
    Considero que teniendo en cuenta el envejecimiento de la población cubana, que va a requerir de muchas(os) cuidadoras(os) se debe trabajar más en publicaciones como ésta, así como en programas de apoyo a las personas que se dedican a esa ardua, humanitaria, difícil, etc, tarea. Gracias

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