Crónica de Domingo: Con los dedos cruzados, asere

Todos tenemos rituales que pensamos que nos traerán suerte: ponerse cierto pulóver, aunque esté todo desbembado o tenga el estampado del pecho descascarado; echar el primer trago de la botella a los santos para que el ron caiga bien y no de resaca; contemplar por la ventana el mismo gorrión que siempre se posa en el cable del tendido eléctrico y es augurio alado; cruzar los dedos y recitar una pequeña plegaria: “¡Coño, por favor, concédeme esto y no te jodo más en par de meses!”, y no tiene que ser a ninguna deidad en específico, sino solo a la vida.

Algunos quizá piensen que la irrupción del Team Asere en la semifinal del Clásico fue gracias a la cascarilla; pues que venga la cascarilla, toda la que se pueda, que caiga como nieve y blanquee la cúpula del capitolio y atasque la Carretera Central y la Autopista. De todas maneras este domingo las Terminales estarán a media capacidad y los almendrones resguardados en sus garajes. Este domingo los que tiran pasaje, los boteros, los bicitaxistas, los camioneros, no querrán estar lejos del sillón ni del televisor.  

Varias personas, las que comen manuales y enciclopedias con cuchillo y tenedor y servilleta, como si fueran pizzas de restaurante, comentarán que proviene de los cálculos, de las estadísticas; esos que llenan libretas y libretas con números como si fueran un mantra. 

Cuba no sale de favorito en el partido contra los Estados Unidos; pero quién calcula el coraje del bateador en tres y dos. Él sabe que la gloria suena crack cuando el madero choca contra la pelota y todos miran al cielo en espera de un homerun o un milagro, que en este caso es lo mismo.  

Otros dirán que el equipo está donde está, que llegó a donde llegó, por la Caridad del Cobre, la patrona de los cubanos y de lo cubano; pues entonces que todos los vendedores de flores que pedalean en sus bicicletas con una caja plástica de cerveza instalada en la parrilla se queden sin girasoles. 

Todo un pueblo comparte una ilusión, los de adentro y los de afuera, los que comparten ancestros y predisposición a lo chévere, los que saben que cuando toca ponina y te encuentras escachado es “hoy por mí y mañana por ti”. Pa allá, pa casa de ustedes saben quién, aquellos que se dediquen a empañar este sueño colectivo, que no entiendan que la pelota no tiene lados, solo costuras.   

Recuerdo que mi madre, cada vez que me tocaba un examen, le encendía una vela a la Virgen de la Caridad. Esperaba que regresara de la escuela y solo entonces la apagaba. Nunca fallé uno, por lo menos, de los importantes. La luz me acompañaba: la de mi madre y la de la Virgen. Este domingo muchas velas se encenderán en los altares domésticos. Hoy el manto de Cachita parecerá aún más dorado. 

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En estos momentos no importa cuántos balones de oro tiene Cristiano Ronaldo. Hoy se nos olvidó que Argentina ganó su tercera copa. Como me comentaba un amigo en el Mundial, a uno le puede dar lo mismo un equipo o el otro, pero ninguno, ninguno es el tuyo. Si le preguntas a Messi “¿Qué bolá, asere?”, probablemente no te entienda, y te riposte: “Echa pa allá, bobo”, y le tiraríamos una trompetilla, nos encogeríamos de hombros y seguiríamos nuestro camino. Hoy no somos messiánicos, sino cubanos. 

Nadie que se haya aprendido a trompicones Cultivo una rosa blanca en la primaria, nadie que en su casa haya guardado el agua en pomos de TuKola reutilizados o tenga un jarro con el fondo quemado por hervir la leche, o que extrañe el sabor del Novatropin, o que sepa que hay que preguntar por el último, puede estar impasible ante el juego de este domingo.  

Por ello, que venga la cascarilla, que se destapen todas las botellas de ron y rociemos la Isla, que se enciendan las velas en los altares. Hoy no nos importan las estadísticas. Hoy vamos a ganar, aunque perdamos, vamos a ganar, y ¡Siooo!,  que no se diga más nada, asere.

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