Nada quebrantaría su compromiso con la Patria. Lo habían jurado: “Si salimos, llegamos; si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos”. Desde Tuxpan, México, salieron el 25 de noviembre de 1956.
Eran 82 jóvenes, liderados por Fidel, en un yate de recreo cuyas medidas estaban diseñadas para embarcar solo a 20 personas. Sin embargo, ninguno quiso quedarse y, de alguna forma, cada uno halló su sitio en el reducido espacio.
La travesía no pudo ser más compleja: un mar embravecido y un motor averiado por el exceso de peso retrasaron la llegada, prevista para el 30 de noviembre. Coincidiría la fecha con el levantamiento armado en Santiago de Cuba, dirigido a desviar la atención de las fuerzas batistianas sobre el desembarco.
Llegaron, y también entraron, dos días después. Así refirió el momento en una ocasión el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque: “Primero el agua les da por la cintura, al pecho, a la barbilla (…) Nuevamente bajo el cuello, al pecho. Con la soga que tienen en la mano llegan al mangle y la amarran. Ahora bajan uno a uno. Los hombres más gruesos al tirarse se entierran en el fango, los más livianos tienen que ayudarlos a salir”.
Fidel, 45 años después de aquella epopeya, contaría en un discurso: “Nada añado sobre la debilidad, el cansancio físico y el hambre de siete días. No hace falta dramatizar lo que obviamente fue dramático, pero soportable para hombres dispuestos a ser libres o mártires, como había sido prometido”.
El fracaso del plan táctico condujo al asedio por tierra y aire de la tiranía, de la cual está de más acotar su superioridad en armas y pertrechos de guerra. No obstante, los nuestros emprendieron el trayecto hacia la Sierra Maestra, lugar que en lo adelante devendría escenario principal de combate.
La Sierra Maestra, como la describió luego en versos Dora Alonso, se convirtió en roca para el tirano y miel para el patriota. La llegada de esa fuerza vigorosa marcó el inicio de la derrota de la dictadura. Comenzó la guerra de guerrillas en el oriente cubano y, aunque hubo que derramar mucha sangre y sudor, allí se forjó la Revolución que dio el triunfo definitivo el 1 de enero de 1959.