Distintas maneras de emprender el vuelo

Teatro Papalote

Teatro Papalote, la más antigua compañía titiritera de Matanzas, cumple 60 años este 21 de junio. Un equipo del periódico Girón recogió las experiencias de algunos creadores que han sido parte de su elenco.

SARA MIYARES: DECIR RENÉ FERNÁNDEZ ES DECIR PAPALOTE

Sara Miyares. Foto: Ramsés Ruiz Soto.
Sara Miyares. Foto: Ramsés Ruiz Soto.

Para la actriz Sara Miyares, quien se desempeñó como directora de Teatro Papalote a finales de los 70 y principios de los 80, formar parte de la compañía fue una gran experiencia. 

“En primer lugar porque me cautivó el trabajo para niños. Hasta ese momento solo había hecho teatro para adultos en el Conjunto Dramático de Matanzas y en el Teatro Lírico. 

“Fui directora en un momento clave, pues Eddy Socorro, la persona que me llevó allí, pasaba al Teatro Nacional de Guiñol y necesitaba que lo sustituyera. No me gusta dirigir y traté por todos los medios de que René Fernández volviera al lugar que él había creado mucho tiempo antes. 

“Así me convertí en su alumna e hice disímiles personajes, dirigida por él. Si tuviera que hablar de puestas en escena claves para mi desarrollo artístico, comenzaría con La Zapatera Prodigiosa

“El Teatro Papalote marcó a varias generaciones de niños matanceros que se hicieron asiduos y por supuesto que ha sido fundamental para la cultura cubana. Decir René Fernández es decir El Castillito, o el Guiñol, o Papalote. Siempre estaré agradecida por la oportunidad de haber estado en ese colectivo, en ese teatro”.

ZENÉN CALERO: UNA COMUNIDAD DE ARMONÍAS CREATIVAS

Cuenta el diseñador Zenén Calero que llegó a Papalote de la manera más surrealista que se pueda pensar. 

“En uno de mis viajes a La Habana, buscando cómo entrar en San Alejandro, conocí al entonces director Edy Socorro. No sé por qué, sin haber ido yo jamás a ningún teatro de Guiñol, le dije que a mí me interesaba la plástica. Él me pidió mis datos y me aseguró:  ‘Cuando tenga una plaza de diseñador te voy a pasar un telegrama’. No le hice mucho caso, pensé que se iba a olvidar, pero sí recibí el telegrama y me presenté. 

“Empecé en 1979, no se llamaba Papalote aún, sino Teatro Provincial para Niños y Jóvenes de Matanzas. Transcurrió más o menos un año y se oyó el comentario de que René Fernández Santana, antiguo director, regresaría.

Zenén Calero. Foto: Sergio Jesús Martínez.
Zenén Calero. Foto: Sergio Jesús Martínez.

“A partir de entonces tuve mi mayor entrenamiento profesional. René llegó con mucho interés, hizo una convocatoria, juntó un equipo, reestructuró todo y desde esa fecha fue una vorágine.

“Empezamos a montar espectáculos, porque el grupo no tenía repertorio, y a crear un público, pues antes la sala abría unas veces, otras no. Mi primera lección desde el punto de vista profesional: hay que tener una sistematicidad y una calidad en lo que presentas para captar la atención de la gente. Eso lo aprendí con René en 1981.

“Llegamos a trabajar hasta en tres obras a la vez. Hicimos una sobre la cultura arará: El Gran Festín, y vinieron asesores como el bailarín Ángel Luis Serviá o el músico Fabio Hernández. Se gestó allí lo que realmente me gusta del teatro: una comunidad de intereses, de armonías creativas. 

“Tocamos casi todas las vertientes afrocubanas: lo yoruba, lo congo, lo arará. Me dio la posibilidad de trabajar cada una de las estéticas de manera distinta, porque todas tenían una particularidad. Trabajamos con materiales muy sofisticados o muy rústicos: fibras, semillas, lo que te pida el tema. Fue un laboratorio de experimentación, muy libre”. 

RUBÉN DARÍO SALAZAR: CON UN MAESTRO INMENSO E INOLVIDABLE

Rubén Darío Salazar. Foto: Ramsés Ruiz Soto.
Rubén Darío Salazar. Foto: Ramsés Ruiz Soto.

“Conocí Teatro Papalote en los años en que estudiaba actuación en el Instituto Superior de Arte de La Habana (Isa) —rememora el actor y director Rubén Darío Salazar—. En 1983 y 1985 ellos participaron con hermosos espectáculos en los desaparecidos festivales de teatro para niños y jóvenes. 

“En 1987, viajé hasta Matanzas, junto a mi maestra Mayra Navarro, para ver el estreno de El tambor de Ayapá; ya sabía que en septiembre de ese año vendría a la ciudad de los puentes para cumplir con mi servicio social.

“Mayra, quien impartía el Seminario de Teatro para Niños y de Títeres en el Isa, me recomendó que si quería aprender de la técnica milenaria de los retablos debía hacerlo al lado de René Fernández, un artista creativo, osado y talentoso. 

“Vine directamente para protagonizar el espectáculo unipersonal Okin Eiyé Ayé, que representaría a Cuba en el Festival Internacional de Escuelas de Títeres, que tuvo como sede a la ciudad de Liubliana, en la antigua Yugoslavia. Con Okín…, estrenado en 1988, viajé por México, Francia, España, Colombia, Rusia y Suecia, durante diez intensos años. 

“Entre 1987 y 1998 trabajé en una decena de montajes que me armaron de herramientas titiriteras poderosas. Fue el sitio donde obtuve mis primeros premios como actor por obras como Los Ibeyis y el Diablo y Romance del Papalote que quería llegar a la Luna

Tuve la posibilidad de impartir clases de expresión corporal, actuación; dirigir ensayos en ausencia de René; investigar sobre la historia del propio grupo y de la manifestación titeril; organizar espectáculos con artistas invitados a la sala, como Carlos González o Adalett Pérez; dirigir artísticamente el Taller Internacional de Títeres, desde 1994 hasta la actualidad.

“Fue una forja en materia de ética, compromiso con la profesión y arte, la mejor escuela, con un maestro inmenso e inolvidable, a quien siempre le agradeceré muchísimo su tiempo conmigo y el legado de sus maravillosas experiencias.

RAÚL VALDÉS: ME SIENTO UN MÚSICO DEL TEATRO

Raúl Valdés. Foto: Sergio Jesús Martínez

Casi por accidente entró el músico Raúl Valdés a la nómina del conjunto teatral matancero. 

“René tocó a mi puerta buscando a un artista con el que yo trabajaba, Julio Font; pero en ese momento no se encontraba en el país. Me contó que estaba haciendo una obra, Romance del Papalote que quería llegar a la Luna, y que necesitaba a alguien que compusiera la banda sonora. Preguntó: ‘¿Te atreverías?’. 

“Me atreví y fue una sorpresa. No solo el enfrentarme al mundo teatral, teatro para niños, que es muy difícil, sino a esta nueva visión de la música. Era la posibilidad de usar ese niño que uno tiene dentro; enfrentar con seriedad la composición, pero también jugar con la música y hacer de ella una protagonista en la escena.

“Experimentamos con muchas cosas, esa primera obra fue un taller. Papalote contaban con un excelente técnico de audio, Pablo Pérez Jáuregui, que me aportó muchísimo. René me introdujo en ese mundo del cuál no he podido, ni he querido, salir.

“Existen varios métodos de composición para el teatro. Hay compositores que se leen el guión y parten de eso. A mí me gusta estar en todo el proceso creativo. Me fijo en el diseño, en como se va montando y transformando la obra. 

“Después he trabajado con Teatro de las Estaciones, El Mirón Cubano, Danza Espiral. Puedo decir que ya no me siento un músico popular, de concierto, me siento un músico del teatro”.

ARNELDY CEJAS: MI GRAN ESCUELA

La constante superación personal fue lo que condujo al actor y director Arneldy Cejas desde los talleres de Papalote hasta el escenario. 

“Entré en 1993 por un concurso para buscar un rotulista, después fui atrecista, tramoyista y, finalmente, actor. Todo muy rápido. A finales de ese mismo año estrené mi primer espectáculo. 

Arneldy Cejas. Foto: Ramsés Ruiz Soto.

“Papalote fue mi gran escuela por lo que aprendí de René: todo lo que conozco del escenario y mucho de la disciplina fuera de este. El mismo nivel que actualmente les exijo a mis actores en puntualidad, respeto por el trabajo, por el público.

“También me enseñó Zenén Calero, él diseñaba y nosotros realizábamos los muñecos en el taller. Igual con Jaquelín Ramírez, atrecista, para mí la mejor de Cuba; ella me mostró del atrezzo, de los colores, del empapelado con papel maché.

“De Rubén Darío Salazar aprendí lo que tiene que ver con gestionar eventos, concursos, festivales. Incluso las clases que imparto en la escuela Nacional de Teatro son las mismas que recibí de René y que él, a su vez, tomó de los hermanos Camejo. Resulta algo así como un parentesco titiritero”. 

PEDRO RUBÍ: UNA CASA

Pedro Rubí, actor de Teatro Papalote. Foto: Ramsés Ruiz Soto.
Pedro Rubí. Foto: Ramsés Ruiz Soto.

Pedro Rubí es el actor de la joven generación que más tiempo ha permanecido en la compañía.

“René Fernández era profesor en la Escuela de Instructores de Arte cuando yo estudiaba allí. Él me invitó a hacer Tropisol Show, un cabaret con títeres, en el 2007, y ya en 2008 formaba parte de la plantilla. 

“Decidí hacer teatro de títeres porque me propicia varias cosas en el universo teatral: no solo actuar. Me gusta mucho el diseño de luces, soy diseñador también; no he probado nunca escribir pero podría intentarlo algún día. Todas esas posibilidades me las da el teatro de títeres y aquí en Papalote he encontrado una casa.

“En su posición de maestro, de guía que siempre se ha rodeado de jóvenes, a René le interesa educar. La esencia de su trabajo ha sido formativa, no solo del equipo artístico y técnico del teatro, sino de un público que es eminentemente popular. 

“Siempre le ha interesado ubicarse en tiempo y espacio, incluso desde la perspectiva de nuestra sala, que está enclavada en La Marina. Cuando él retomó la dirección del teatro, se dedicó a investigar las historias de origen afrocubano. Más recientemente se ha centrado en la figura del niño y su interrelación con la familia y la sociedad. Son temas que surgen del pueblo, de la vida misma”.

(Por: Ulises Rodríguez Febles y Giselle Bello)


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