El día que Javier Sotomayor venció la gravedad

EL DÍA QUE JAVIER SOTOMAYOR VENCIÓ LA GRAVEDAD

España, 27 de julio 1993. Bajo el sol salamantino el saltador de altura Javier Sotomayor busca conseguir la altura de dos metros y 45 centímetros solo con el impulso de sus pies.

Sabe Javier, que conseguir la marca conllevará a una batalla insólita contra la fuerza de gravedad. Se concentra, luego acelera, salta, roza levemente la varilla, mas los dioses del atletismo están a su favor, y la sostienen para que no caiga al suelo junto con la ilusión de miles de espectadores.

Por tercera vez, Sotomayor se ha convertido en recordista del orbe. Ya Salamanca y Puerto Rico habían testificado de las hazañas del muchacho de Limonar, pueblito matancero.

A más de un cuarto de siglo de aquella gesta, el Soto, mientras disfruta de sus vacaciones en la Península de Hicacos, celebra en el hotel Starfish Varadero un aniversario más de su 2:45. En medio del júbilo, tan natural como siempre, el plusmarquista me concede esta entrevista.

–Soto, ya los 2:45 cumplen 26 años, sin embargo desde hace más de 30 posees el récord mundial. ¿Se adapta uno completamente a ser recordista mundial?

-Bueno (se sonríe), por supuesto. Uno se adapta aunque siempre consciente de que no será para la eternidad. Yo, por la salud que de momento gozo, espero durar muchos años más, no porque tenga la ansiedad de verlo caer pero sé que ocurrirá. No obstante me encuentro orgulloso de las tres décadas que llevo como recordista mundial.

 –¿Crees que el nivel del salto de altura en los planos estelares ha decaído?

-Desde principios de los años 2000 cuando me retiré hasta 2012 0 2013 si decayó bastante. Ahora bien, entre 2014 y 2018 evolucionó gracias a dos saltadores: Barshim y Bondarenko. Ellos, como sufrimos todos, han pasado por varias lesiones y no han regresado bien. No vislumbro ningún otro atleta para romper la marca mundial en las próximas temporadas. Depende de que se recupere Barshim sobretodo, no creo que con Bondarenko se pueda contar para lograrlo.

-A propósito de los Juegos Panamericanos. ¿De tus conquistas en estas citas cuál recuerdas con mayor alegría?

-De las cuatro que obtuve, la de La Habana porque se desarrolló aquí en Cuba frente a mi pueblo, con el Comandante y mi familia presente.

 -Pero en Mar del Plata impusiste el mayor registro Panamericano.

-En cada temporada uno evoluciona. En el 91 saltaba 2:44; en el 95, 2:45. Ya en el 94 salté diez veces por encima de 2:40.

 -Y en Indianápolis con solo 20 años asaltaste la cima en el continente americano.

-No había cumplido los 20 todavía. Empezaba a incursionar en eventos de este tipo. Gané joven, pero por mis resultados ya los rivales me conocían.

 -También viviste experiencias panamericanas no muy alentadoras.

-En mis últimos juegos, en Winnipeg, me acusaron de un dopaje que no realicé ni necesitaba. No siento que eso haya empañado mi vida deportiva, sin embargo lo recuerdo como algo desagradable.

 -¿Qué le aconsejas Luis Enrique Zayas, nuestro representante de salto de altura en Lima?

-Físicamente se siente óptimo. Me parece que con 2:30 puede colgarse una medalla. Esperamos que cumpla dicho propósito.

 -¿Cuántas preseas de oro pronosticas para el atletismo cubano en la capital peruana?

-Pronosticar es complicado en la actualidad. Apelamos a atletas con posibilidades de subir a lo más alto del podio como el caso de Juan Miguel Echevarría (salto largo) y Yorgelis Rodríguez en el heptatlón femenino.

“En el triple salto masculino, a pesar de que no tenemos al mejor del mundo, contamos con jóvenes de resultados positivos que pueden dar la sorpresa como es el caso de Yarita (Yarisley Silva), en dependencia como se comporten sus contrarias. Además, pienso que las discóbolas constituyen un oro seguro; si falla Daimé lo obtendrá Denia y viceversa. Tal vez alcancemos cinco metales dorados en Lima. (Por: Andy Lans García, estudiante de Periodismo)

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