La sala Papalote siempre fue un emblema de la cultura matancera, más allá de los ámbitos del teatro de títere, por convertirse desde la década del 60 en la sede del Teatro Guiñol de Matanzas, que luego se transformó en Teatro Papalote.
Se trata de un espacio ubicado en la calle Daoiz convertido en paradigma por su permanencia, desde 1960 hasta el 2025, defendiendo una identidad artística relacionada con el teatro de títeres y los niños, y especialmente de comunicación con un público que se formó en la estética del colectivo teatral, núcleo de muchas cosas.
Con Papalote se cumple el concepto de clásico que otorga Jorge Luis Borges a los libros, que son leídos por varias generaciones y perduran en sus memorias como algo que los dignificó espiritualmente como espectadores formados admirando el repertorio de Teatro Papalote, con la esencia de sus valores patrimoniales.
En ellos, sin dudas, está la figura de René Fernández Santana, que en 1964 hace su debut como dramaturgo y director teatral, transita por las diversas etapas de la historia del colectivo, que de alguna manera es la de la cultura cubana en el período revolucionario.

Papalote, como espacio, debía declararse patrimonio de la nación, por su historia y aportes a la cultura de esta Isla, como escuela formadora de artistas de diferentes generaciones y especialidades, con varios talleres que contribuyeron a la diversidad creativa de proyectos únicos que han servido de referente para Matanzas y el país.
También lo merece por ser sede de encuentros, sucesos fundamentales de la historia titiritera cubana, que propiciaron la presencia de agrupaciones y artistas de distintas latitudes del mundo y marcaron la sensibilidad de generaciones. Y por ser uno de los primeros colectivos cubanos que llegó a eventos internacionales para difundir la calidad del teatro de títeres cubano.

Desde Papalote nacieron espacios sistemáticos, eventos como el Taller Internacional de Títeres. Ocurrieron desde los 60, con énfasis en los 80, 90 y las décadas siguientes, significativos acontecimientos de la cultura, relacionados con otras manifestaciones como la literatura, la música, las artes visuales… por lo que en sus archivos puedes hallar programas de exposiciones, conciertos o lecturas de poesía.
El trabajo comunitario, del cual se habla tanto en la actualidad, siempre tuvo en Papalote una especial connotación, por su vínculo con el barrio, que se evidenció en una auténtica relación con el público, y en La calle de los títeres, ejemplo de un particular y único proyecto sociocultural, que implicaba en sus mejores momentos a la institución teatral con la calle, los vecinos, otras agrupaciones.
Si La calle de los títeres no alcanzó su máximo esplendor fue porque, en realidad, no se le apoyó con lo que le era necesario para alcanzar sus soñadas potencialidades.
Papalote resguarda documentos (fotos, programas, afiches) y objetos (muñecos, vestuario, escenografía) de un valioso valor patrimonial, sobre su historia y sus múltiples relaciones con el universo cultural. Esos valores patrimoniales también están en los que han sido parte del colectivo, durante seis décadas, y forman parte de ese acero de la memoria o del presente activo: actores, dramaturgos, diseñadores, músicos.
La figura de René Fernández Santana, con sus más de 80 años, Premio Nacional de Teatro, 2007; Dramaturgo Inspiración de la ASSITEJ International, con una rica y variada obra dramática, y una vasta trayectoria como director, diseñador, coreógrafo, pedagogo y promotor, está presente entre esas potencialidades, que parten de un espacio arquitectónico y espiritual de nuestra cultura viva, que nos enaltece como ciudad y nación.
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