
El Cinematógrafo: El manual de Nolan en blanco y negro
Bill (Jeremy Theobald), un joven aspirante a escritor, sigue a personas al azar por las calles de Londres en busca de inspiración. Es la sombra de todos los transeúntes, nunca interactúa con ellos. La simple rutina se detiene cuando uno de sus acechados lo aborda en una cafetería. Mientras el desconocido revuelve el azúcar en su café, confiesa que es un ladrón, e invita a Bill a acompañarlo en sus fechorías. Su nombre es Cobb (Alex Haw).
Antes de la trilogía de Batman, la aventura galáctica de Interstellar y las producciones millonarias de Inception y Dunkirk, existió una película sin colores y con 6000 dólares de presupuesto. Following, primer largometraje de Christopher Nolan, encierra las ambiciones de uno de los cineastas más completos de nuestro tiempo.
El filme comienza con la afirmación del protagonista:
—Lo que sigue es mi explicación.
Dicha línea caracteriza el cine complejo e interpretativo del director. Su obsesión con las historias complicadas es tan fuerte como la de Scorsese con los gangsters o Fincher con los asesinos en serie.

Bill acompaña al misterioso Cobb e irrumpen en un apartamento.
—Aquí no hay nada de valor –dice Cobb mientras mira los objetos del hogar.
—¿Para qué viniste? –cuestiona Bill, sin entender el porqué del allanamiento.
—Al igual que tú me interesa la gente. Puedes saber mucho de ellos por sus cosas.
Hurga entre las pertenencias y caracteriza a los habitantes por el tiempo del colchón y sus libros. Deposita ropa interior femenina dentro de las sábanas e imagina cómo la novia culpa a su pareja por algo que no hizo. Acto seguido se dirigen a la cocina y abren una botella de vino.
—Creí que el fin de robar era llevarse cosas dice Bill
—No. Es irrumpir en la vida de alguien para averiguar quiénes son realmente.
Esta escena muestra un lado diferente de los típicos robos y resume Following a la perfección. Cobb ostenta un rol de ocupante, tanto físico como mental. No solo pone lencería en casa ajena y genera una situación falsa, sino que le crea una nueva vida al protagonista.
El robo es un escape al aburrimiento de Bill. Deja de ser un personaje inofensivo y se convierte en un ladrón sin escrúpulos. El cambio es visible a través de su carácter y formas de vestir. En el cierre no es más que una víctima de Cobb, que desde el inicio lo manipula a su antojo.
La rubia (Lucy Russell) es un personaje femenino sin nombre que aparece como tercer individuo importante de la obra. Se muestra como femme fatale, una mujer hermosa vestida de negro que encierra un aparente misterio. Su cometido no es esencial en la historia y funciona solamente como elemento estético y conductor, además de ser el interés amoroso de los dos protagonistas.
Las mujeres no ocupan un papel definitorio en el cine de Christopher Nolan. La rubia es similar a los personajes femeninos de Memento y The Prestige; aunque en dichos casos posean roles diferentes, no cuentan con un desarrollo personal y se subordinan a los principales masculinos. Su presencia contribuye a la trama, pero carecen de identidad propia.
Exigirle un tono elevado a Following no es justo, pero la sobriedad de sus diálogos, aunque intencional, es excesiva. Alex Haw le da vida a un manipulador Cobb que, por momentos, es demasiado rígido. La composición, cuidada hasta el detalle, impide que los errores actorales llamen la atención.
Juzgar este largometraje con ojos actuales es un error. Si bien Nolan ha sido premiado en los Globos de Oro y Oscar, al momento de esta realización tenía 27 años y no poseía estudios especializados. Para alguien sin aparente experiencia, el derroche técnico de esta ópera prima es impresionante.

Ni siquiera el corto presupuesto impide una refinada puesta en escena. El blanco y negro oculta errores estéticos y embellece la imagen, sobre todo la urbanidad, con obvias influencias del cine noir. La cámara en mano y los planos subjetivos enmarcan el producto con elementos principales del thriller, a veces del terror. Estas mismas técnicas serían retomadas con mayor maestría en futuras producciones como Dunkirk y Tenet.
A pesar de las diferencias entre países y argumento, posee varias similitudes con Fight Club. Una sociedad dañada por el consumismo une a dos personajes para luego enfrentarlos. La modernidad ocupa el plano; las calles están llenas y el ruido del tráfico invade el ambiente.
El entorno es bastante parecido al de Sherlock Holmes. El Londres victoriano está lleno de niebla y pobreza, mientras que el de Following retrata una sociedad apática y egoísta. Ambos son cuna para los más extravagantes y violentos crímenes. Los caminos laberínticos de la ciudad inspiran peligro y albergan secretos entre sus calles. No hay enigma que se resista al tono grisáceo y decadente de Inglaterra en cualquiera de sus épocas.
Predomina un apartado sonoro simple, pero efectivo. David Julyan, encargado de la música, enfatiza en melodías que aporten mayor tensión. La obra adquiere un carácter inmersivo por el uso de elementos ambientales como la cuchara del café y las puertas. Aunque los sonidos ayuden en la narración, nada transmite tanto como los silencios del filme. La tranquilidad imperante en algunas escenas da la sensación de que algo abrupto ocurrirá pronto.
No es la primera vez que pauso una película de Christopher Nolan porque creí perderme algún detalle. El cometido de los personajes y objetos es obvio. El cambio de ropa de Bill, la puerta del bar y el maniquí solo existen con el objetivo de engañar al espectador; no aportan a la trama. El mejor ladrón es el propio director, que constantemente roba nuestra atención con imágenes que no significan nada.
El cine no es el único medio donde se usa la no linealidad. Obras literarias como Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, usan dicho recurso. En la filmografía de David Lynch y Quentin Tarantino también se vislumbra de manera excepcional.
Sin embargo, disponer fragmentos de manera desorganizada es una espada de doble filo. Muchos guiones camuflan su falta de profundidad con dicho recurso. Varias escenas del filme no poseen un cometido más allá que el de confundir. El propio director corregiría las imperfecciones narrativas de Following en su siguiente obra: Memento. En este caso, usaría con mayor dominio el caos narrativo.
El primer largometraje de Christopher Nolan funciona como borrador dentro de su filmografía. Carece de grandes montajes y actuaciones sobresalientes debido al bajo presupuesto, pero tiene el sello de su realizador con personajes únicos y una historia compleja. Following es, ante todo, una pieza única que refleja las aspiraciones de su creador.

FICHA TÉCNICA
Título original: Following; Año: 1999; País: Reino Unido; Dirección y guion: Christopher Nolan; Reparto: Jeremy Theobald, Alex Haw, Lucy Russell…; Duración: 70 minutos.
(Por Máximo Enrique Badía Yumar, estudiante de Periodismo)