El Cinematógrafo: Civil War y la cámara como arma

Civil War y la cámara como arma
Civil War y la cámara como arma

Por más justas que sean sus causas, y sin entrar en lo que provocan a cada sociedad, creo que pocas cosas me afectan tanto en el mundo como las guerras civiles. Me es mucho más fácil sentarme a ver una película de terror que otra sobre este tema. Que ya es de por sí una clase distinta de terror.

Y no me refiero a las imágenes que nos llegan, tomadas por camarógrafos al borde de la náusea o la lágrima, sino a lo cotidiano como núcleo de lo terrible. Saber que, a diferencia de una invasión de país a país, esta violencia no se desarrolla entre desconocidos, sino entre practicantes de una misma idiosincrasia, habitantes de una misma tierra; que ese territorio destruido y gris fue muy diferente tiempo atrás; que a la derecha de la carretera puede verse un linchamiento entre vecinos y a la izquierda un paramilitar psicópata eligiendo víctimas por su etnia, por mucho que estas apelen a la igualdad y al “pertenecemos al mismo sitio que tú”.

Con Guerra civil se respira todo lo anterior y, además, Alex Garland recupera una notable tradición fílmica: la figura del fotorreportero de guerra inmiscuido en esta clase de escenarios. Revoluciones, derrocamientos, guerrillas, Jemeres Rojos, genocidios; cualquier tipo de estallido es el sustento vocacional, a veces más que económico, para el buen profesional. Solo hay que agarrar el equipo de trabajo y viajar a donde el jeep y el destino te conduzcan. Los 80 lo demostraron: Bajo el fuego, El año que vivimos peligrosamente, Los gritos del silencio, Salvador… Pocas veces siento tanto orgullo de los periodistas. El crack de sus cámaras, cuando captan lo que ven, se siente emocionante.

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Esta vez la misión está en la patria de Lincoln y no se basa en hechos reales, pero sí posee un aspecto de “basada en hechos futuros” que perturba. Dos actrices coppolianas (por parte de Sofía) asumen los personajes de mayor profundidad. Su relación maestra-discípula trasciende al argumento y vemos a Kirsten Dunst cediendo su fortaleza y protagonismo a Cailee Spaeny. La más veterana inicia el periplo con un aplomo del todo verosímil y poco a poco la protagonista de Priscilla va demostrando, aparte de su excelencia actoral, por qué merece ser una estrella y encarnar caracteres complejos.

Wagner Moura y Stephen McKinley Henderson las acompañan, perfectos como otro par de periodistas que dan la vida por su labor. Jesse Plemons, más que llegarse por el set de su esposa y hacer de paso una escena, pide a gritos nuevos papeles de asesino. Hay que apreciar su xenofobia, ese uso irresponsable de armamento y su total desprecio por la vida humana. “Psycho killer, qu’est-ce que c’est?”.

Al no depender de plataformas para rebuscar entre los estrenos, ignoro si alguna iniciativa semejante ha habido en cine o televisión, pero no me asombraría que más obras en la estela de Civil War salieran a la luz. Tras las protestas de los últimos años y los sucesos violentos (asalto al Capitolio, atentado de este 13 de julio…) que han involucrado a Donald Trump, bien podría ponerse de moda en el cine americano un estado de agitación e inquietud similar al que ya hubo en los 60, sobre todo antes y después del asesinato de Kennedy. Del primer Kennedy, especifico. Aquellas El embajador del miedo, Tempestad sobre Washington y Siete días de mayo, sobre todo, que tan fielmente reflejaban el desconcierto ante la actualidad política y su futuro inmediato.

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En cierto modo Garland repite la operación John Milius de 1984: fórmula Amanecer rojo. Ponernos a temblar ante el apocalipsis de una nación que no es la nuestra pero… ¡Hágase la magia del cine! Podría serlo. Un empujón al espectador fuera de esa zona de confort donde, entre tantas películas provenientes de los U.S.A., casi ninguna plantea una encrucijada política realmente inquietante. Y la invasión de los países del Este lo era, con el insólito ataque a una high school de toda la vida, los montones de americanos recluidos en campos de reeducación y la impresionante humanidad de “héroes” y “villanos” que Milius conseguía. Y también inquieta a altos niveles Civil War. Hay momentos tan incómodos o más que el de Jesse Plemons.

No quiero pecar de anticuado y, en plena escritura sobre un largometraje de 2024, ponerme a exaltar a Griffith y a Ford como los mejores narradores cinematográficos de guerras civiles, los insuperables que Garland no hubiera alcanzado jamás. No es mi intención. Con la Secesión hicieron maravillas en sus respectivos momentos, el primero mediante El nacimiento de una nación y el segundo con Misión de audaces y su episodio en la colectiva La conquista del Oeste, precisamente titulado La guerra civil, y casi que expresaron en imágenes, por inclusión u omisión, todo el horror, intensidad y reflexión que su arte puede extraer de este tema.

Posterior a ellos hemos visto, más que nada, aproximaciones. Algunas sumamente meritorias, eso sí. Pero el cine ha cambiado, para bien o para mal, en su forma de representar los temas que preocupan al mundo a pesar del tiempo. Por eso hay que decirlo: para su época, que es especialmente maniquea y facilista, Garland ha optado por caminos muy recomendables y los ha recorrido con acierto. No difiere demasiado de lo que haría un innovador, un eterno reinventor del lenguaje cinematográfico, con el material sobre el que trabaja. Sobre todo por una razón.

Esta historia está contada como si la viéramos a través de los ojos de un fotorreportero, a la manera en que el guion entiende que debe comportarse un fotorreportero y, por lo visto, la más cercana a la realidad: total imparcialidad, aunque estés viendo cadáveres amontonados o un edificio se caiga a cohetazos. En eso consiste dicho comportamiento, y en ese sentido se vuelve esencial el hallazgo de los dos hombres colgados, desangrándose al fondo de un paisaje bucólico: el tono que adopta el film a partir de entonces, siempre con Jessie (Spaeny) como medidor, es el que tomaremos o dejaremos. No hay vuelta atrás.

Cuesta mucho ser imparcial, es cierto, pero al menos hay que intentarlo. Eso parece que intenta decir Garland en todo momento. En cuanto te impresionas y no te concentras en enfocar y oprimir el botón, estás perdido. La propia película se hace vulnerable, afloja en tensión, cuando después de una súbita tragedia empieza a sonar una melodía triste: ese es el equivalente a Kirsten Dunst trémula y paralizada, en el instante donde profesionalmente más fría tiene que ser. Y que el mayor metraje de Civil War tenga esa apariencia de dureza y oculte un fondo sensible, el cual apenas se atreve a revelar un par de veces, es una remarcable decisión sobre el punto de vista moral y narrativo.

El Cinematógrafo: Civil War y la cámara como arma

Confieso que en un par de momentos sentí dicha identificación de la obra en sí con respecto a sus personajes, no por metáforas mías, sino por sutilezas del director. Sucedía, creo recordar, con un par de miradas junto al auto de nuestros protagonistas. Se enfocaba a un personaje primero y a otro después como en el más minucioso proceso de edición de la imagen, haciéndoles refulgir de una manera similar al logo de A24. Percibí a Alex Garland captando un par de instantáneas, detrás de una pequeña Nikon con elevadísima resolución. Sentí que toda la película estuviera vista por un lente en espera de accionar, pero captándolo todo en movimiento y sonido.

Por tanto, Civil War es como Cailee Spaeny poniéndose de pie sobre la alfombra de la Casa Blanca, intentando dejar a un lado el dolor y avanzando con firmeza hacia el culmen de una trama, porque el público no merece menos que su profesionalidad. Cine de profesionales, esos que cobran por hacer su trabajo sin interferencia de sus gritos, lágrimas y fragilidades. La película y ella se adentran en terreno peligroso, pero al final logran contarlo de la manera más objetiva y sincera posible. A través de una cámara, sin entrometerse mucho.

Eso último nos toca a nosotros. Nuestra parte del trabajo, después de ver, es pensar.

Ficha técnica

Título original: Civil War; Año: 2024; País: Reino Unido, Estados Unidos; Dirección y guion: Alex Garland; Fotografía: Rob Hardy; Montaje: Jake Roberts; Música: Ben Salisbury, Geoff Barrow; Reparto: Kirsten Dunst, Cailee Spaeny, Wagner Moura, Stephen McKinley Henderson, Nick Offerman, Jesse Plemons; Duración: Una hora y 47 minutos.

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