A escasas horas de celebrar una vez más el inicio de las Guerras de Independencia en nuestra bella isla, que trajeron un halo de esperanza a miles de familias que vivían bajo el yugo colonial español, desde la Ciénaga de Zapata, uno de los últimos sitios que se mantuvo indómito, hoy continúan las luchas de todo tipo para darle al cenaguero la posibilidad de elegir su propio destino.
En esa lucha constante que es la vida, muchos a su vez apuestan por un futuro mejor, un futuro construido en el que sean los propios cenagueros los que decidan cómo y bajo qué condiciones lograrlo.
Pero ¿cómo alcanzar ese bienestar económico-social-cultural que fomente el desarrollo de los pequeños pueblos que en su conjunto forman el Gran Humedal?
¿Es acaso posible que se puedan aplicar las mismas normas o medidas para un pueblo costero que para una ciudad? ¿Se pueden pasar por alto las tradiciones de toda una población? ¿Acaso no es autonomía lo que hoy la máxima dirección país pide y que sean los municipios sustentables?
En el Humedal que sufrió trata negrera, el corso y la piratería, guerras sangrientas que le arrebataron la vida a hombres de gran valía, cobijó a las pobres familias explotadas durante casi cinco siglos pero que también dio abrigo a cuanto ser humano buscó su realización en él, se siente hoy que falta mucho por hacer, a pesar que ni remotamente pudiese compararse con esos tiempos de asfixia en los que el hombre no podía ni tan siquiera alzar la voz.
La Revolución Cubana liberó al cenaguero también de todas esas ataduras y en su constante lucha pensó en el hombre como centro de todo. Ahora más que nunca son tiempos de dignificar esos propósitos, de poner en marcha planes que sean inclusivos, para devolver la vitalidad a cada rincón.
En un municipio con riquezas de incalculable valor que tanto aportan a nuestra economía como resultado del turismo, la explotación pesquera, exportación de carbón vegetal y otras muchas actividades en las que también el sector privado ha apostado en los nuevos tiempos, deben garantizarse las condiciones para garantizar su desarrollo sostenible.
Nadie puede vivir ajeno a su realidad histórica sin antes pagar las consecuencias. La Reserva de Biosfera corre riesgos y todos debemos ser protagonistas en su enfrentamiento, pues como ha dicho un buen amigo “de nada nos sirve tener nuestros bosques bien conservados si no existen hombres que los puedan disfrutar”. (Por: Lic. Yoandy Bonachea Luis)