El Día Internacional del Estudiante resultó para los universitarios matanceros motivo de sonrisas y almas llenas. Los regalos comenzaron, junto a los primeros rayos testigos del esfuerzo diario. Recuerdo a aquella profesora, alegre y positiva ante el reto de llegar temprano, aún desconozco su nombre, mas la felicitación cariñosa quedará en el pecho. No faltó quien sujetara el bolso o cediera el huequito frente a los asientos de la guagua cargada de sacrificio.
La alegría, sin dudas, supone el mejor catalizador para el tiempo, avanzaba rápido, y mis pasos iban con él hacia el teatro Julio Antonio Mella de la Casa de altos estudios. Apenas alcancé a colarme por el espacio vacío de la puerta. Juntos, todos, sin distinción de carreras o facultades llegaron, a comenzar allí, su día. Regresaron a la memoria los matutinos de la primaria y esa poesía del pre.
De color esperanza, dibujaron el auditorio muchachos alegres, soñadores, dispuestos a crecer y fundar desde el oficio que abriga. Los abrazos y el empeño de hacer diferente la jornada, recargaron las baterías que ni el café de antes de salir logró llenar.

En las aulas esperaban la gramática y el cálculo, la teoría del derecho y la filosofía, esta vez capaces de esbozar la mejor sonrisa. Faltó el plan de clases y las hojas para la pregunta escrita, sobre la mesa aguardaban los polvorones, los pellis y las croquetas. Mi abuela habla siempre de las grandes diferencias de los detalles pequeños, y esa frase volvió en el caramelo y la dulzura de una profesora principal de año.
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La ciencia, llegó para demostrar que en los jóvenes universitarios se pueden depositar las más importantes tareas, entonces, el icónico pasillo central, cómplice de la responsabilidad y el compromiso, acogió orgulloso la Feria de los Grupos Científicos Estudiantiles de la Universidad de Matanzas. De resultados, equipos, estudiantes dispuestos a comenzar su exposición y esa creatividad reflejada en los rostros, quedó llena la tarde, propicia además para intercambiar y trazar metas. En la voz de Javi Strings, la música, capaz de transmitir los sentimientos más profundos, cerró con broche de oro la esperada jornada.
Ser estudiante no es tarea fácil, quizás porque en el corazón late fuerte el sueño que nació entre pañoletas y sayas amarillas.Tal vez porque toca crecer, enfrentar la incertidumbre y confiar en el camino. Cada universitario lleva en el pecho el impulso de sostener ese título que sustituirá al de mamá en el marco de madera, de amar y saberse valiente, esforzarse y hacerlo bien. Porque sí, a pesar de los desvelos, los obstáculos y los miedos, los futuros profesionales de la Atenas de Cuba reflejan en la mirada los deseos pendientes, el agradecimiento hacia ese profesor que inspira en el andar, la sensibilidad y la capacidad inigualable de hacer y ser por lo que se ama. (Por Flavia de los Angeles Contreras Vega, estudiante de Periodismo)
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