Los tiburones, siempre atractivos, se acompañan de una dosis de temor para los humanos. Cuando nadamos a solas, un poquito alejados de la costa, recordamos el sangriento ejemplar protagonista del filme de Steven Spielberg.
Pero lo cierto es, que los voraces escualos tragan lo que encuentran a su paso y luego se retarda su digestión, lo que ha permitido que aparezcan increíbles y a veces desagradables sorpresas en sus estómagos.
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En aguas matanceras, se reportan varios sucesos publicados en el diario local Aurora del Yumurí. El lunes 28 de julio de 1862 Antonio González estaba pescando desde la costa en áreas de la bahía local. Allí captura un tiburón de siete varas de longitud. Al abrirlo, encuentra en su vientre tres pares de botas y múltiples plumas de aura tiñosa.
Otro caso acontece a las cinco de la mañana del 28 de diciembre de 1885, en la zona identificada como El Hondón del Castillo de Peñas Altas. Mariano Ros, atrapó una enorme tintorera de diez varas de longitud. Cuando abren el vientre del animal en la Playa Judíos, ante la mirada atónita de varios curiosos, quedan estupefactos. De su interior, extraen un perro y un gato en descomposición, huesos de res, plumas de ave, una langosta con signos de vida y ¡una cabeza humana ¡
Pero aún más singular y curioso resulta el “tiburón ilustrado”, un espécimen atrapado en abril de 1936 en Varadero. En su interior se halló un ejemplar del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, obra de Miguel de Cervantes, que había tragado poco antes de ser capturado. (Por: Adrián Álvarez Chávez)