Vilma Espín y su obra forjadora

“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”, sentenció José Martí, y sus palabras cobran más vigencia que nunca por estos días en que se conmemora el aniversario 15 de la desaparición física de Vilma Espín Guillois, heroína de la Sierra y el Llano y presidenta de honor de la Federación de Mujeres Cubanas, fallecida el 18 de junio de 2007.

Sus 77 años estuvieron jalonados por diversas etapas en las que mostró, con la naturalidad y sencillez que la caracterizaban, la evolución de una niña, adolescente y joven estudiante santiaguera, llena de energía y combatividad en las luchas de su tiempo contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Primero en las calles de su natal Santiago de Cuba, en tantas manifestaciones estudiantiles, luego en la clandestinidad en las filas del Movimiento 26 de Julio, muy cercana a su líder Frank País, y en 1958 como una combatiente más del II Frente Oriental, operante en las montañas nororientales en plena madurez y empuje indetenible del Ejército Rebelde.

Fue formada por una familia honorable, culta y patriótica esa muchacha nacida el 7 de abril de 1930. De modo que pudiera decirse que el universo conspiró y la preparó, con la base de su buena madera, para convertirla en un ser ejemplar capaz de realizar una obra fundadora y forjadora, que pudo desarrollar a partir de la alborada del Primero de Enero de 1959.

Tan temprano como el 23 de agosto de 1960, en pleno comienzo del proceso de cambios transformadores para bien de la sociedad, la joven Vilma Espín recibió de manos de Fidel Castro las riendas de la conducción de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), luego de que el Líder afirmara que las féminas del país significaban una revolución dentro de la propia Revolución.

Lea aquí: Vilma Espín en los caminos de la lucha y la igualdad

Uno de los proyectos más hermosos empezados desde el surgimiento de la FMC fue la creación de la primera Escuela de corte y costura Ana Betancourt en el Hotel Nacional de Cuba, convertido en albergue de las miles de jovencitas campesinas que allí se alojaron y donde radicaron también las aulas.

La graduación de ese curso inicial y novedoso se pudo materializar en julio de 1961, un año crucial para Cuba por las múltiples agresiones, incluida la invasión a Playa Girón. Había sido una iniciativa de Fidel puesta en la órbita de la fuerza motriz de la Federación.

Mucho amor y mucha vindicación social entrañaron aquellos cursos pues las alumnas eran de monte adentro, sub escolarizadas o analfabetas en su mayoría, entre los 15 y 17 años, aunque se aceptaron algunas niñas de 12 y 13. Todas con el consentimiento de sus padres o familiares.

Al tiempo que aprendieron un oficio útil, que les brindaría beneficios y sustento, se les enseñó a socializar, recibieron conocimientos de español, aritmética e historia y comenzaron a tener acceso a un mundo de cosas que ellas no imaginaban, debido a que procedían de hogares en situación de extrema pobreza, como se decía “alejadas del mundo”. Más adelante las llamadas Anitas se multiplicaron en escuelas creadas en toda la nación.

Pero no fue esta la única tarea justiciera catalizada por la gestión de las mujeres cubanas. También la Campaña de Alfabetización se cuenta entre las impulsadas con la contribución de ellas, ya sea como maestras que pudieron volver a ejercer su oficio o como dirigentes y colaboradoras.

En las entusiastas movilizaciones de trabajo voluntario que empezaron a organizarse, la participación de las féminas se fue haciendo visible. Un trabajo humanista se concretó en el ofrecimiento de empleos dignos a aquellas que, lamentablemente, habían ejercido la prostitución en regímenes oprobiosos.

La lucha por la igualdad y la participación plena en la obra de la Revolución, distinguió a la Federación de Mujeres Cubanas, bajo la dirección de Vilma Espín y un equipo de consagradas que la respaldaban. Ella, incluso al principio trabajaba en su profesión de ingeniera química, pues como tal se había graduado en la Universidad de Oriente, al tiempo que cumplía las tareas de activismo social, demostrando un enorme potencial.

Un tema insoslayable es el de la creación de los círculos infantiles, el 10 de abril de 1961 en La Habana, una de las obras más nobles encaminadas a que el aporte de la mujer fuera posible, junto a las posibilidades de crecimiento de todos.

La historia consigna cuánto esfuerzo ha costado ese proyecto, que al principio pudo hacer realidad su plan constructivo gracias a tómbolas, ferias y eventos desarrollados por las mujeres para recaudar fondos, además de los recursos ofrecidos por el Estado.

Con etapas muy difíciles y sacudidos por el bloqueo recrudecido y los estragos de la pandemia los círculos infantiles, a 61 años de su fundación, siguen siendo un faro en el que brillan la luz y el espíritu maternal y formador de Vilma Espín.

Hoy, cuando las cubanas sin detenerse acogen el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), aprobado por decreto presidencial en marzo de 2021, también es notoria la influencia de la heroína en las bases de sus objetivos liberadores y compartidores.

En los principios y articulados del Código de la Familia de 1975 y en el que está pendiente de aprobación este año, con un nombre y espíritu más inclusivo, están el pensamiento, la verticalidad y el coraje de Vilma. También su generoso corazón.

Y para terminar una relación que sin dudas podría ser más extensa, es grato citar igualmente el papel desempeñado en las barriadas cubanas por las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, que irradian cooperación, confianza y solidaridad a quienes allí buscan ayuda.

Sin dudas, Vilma continúa entre nosotros, muy bien avalada por la obra de su vida.

(Tomado de la ACN / MARTHA GÓMEZ FERRALS )

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