Al cumplirse hoy el Aniversario 127 de la caída en combate del Maestro José Martí Pérez se le recuerda con profundo amor y, sobre todo, comprendemos la importancia de seguir las ideas patrióticas y revolucionarias por las que ofrendó su vida.
Nuestro Héroe de Dos Ríos, lugar donde cayera el fatídico 19 de mayo de 1895, dejó un hermoso legado que va más allá de sus conceptos de lo que es ser un buen cubano, hombre o mujer, de esta tierra y las otras; porque para él: Patria es Humanidad, y de esas lecciones aprendimos que es mejor morir que vivir de rodillas.
Al más universal de los cubanos debemos respeto donde quiera que nos hallemos, porque representa lo más bello y digno en amor a la tierra que lo viera nacer el 28 de enero de 1853, en La Habana.
Al insigne patriota, periodista, escritor, poeta debemos cuanto somos porque nos enseñó a ser cubanos de verdad, a luchar por nuestra libertad e independencia, a ser humanos y comportarnos como tal en cualquier sentido de la vida.
En José Martí se encierran tantas virtudes como raíces posee el bosque más frondoso de la Tierra. Su fructífera vida se enarbola plena de cultura, enseñanza, conocimiento y constituye un libro del que debe dotarse cada ser que quiera ser libre e independiente de cuerpo y espíritu.
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El Prócer cubano deviene calma y amor, pero a la vez fuerza titánica, abrazadora y aplastante contra quienes desean humillarnos, quitarnos lo más bello: la libertad conquistada. Como dijo el Titán de Bronce Antonio Maceo, “con el filo del machete en la loma y en el llano con la ofrenda de valiosas vidas, como la de usted, Maestro”.
Martí es nuestro libro inconcluso, porque mientras exista un hombre que clame por su tierra libre y soberana, habrá una hoja que llenar con el ímpetu de su obra abarcadora, saturada de bondad; pero también de ansias de luchar y vencer hasta las últimas consecuencias.
Hoy es 19 de mayo, día de recuerdo triste para los cubanos dignos, aquellos que no abandonan su tierra por motivo alguno como no sea para ayudar a su pueblo a sentirse mejor.
Maestro, su vida y obra perduran para bien y orgullo. Sea venerado por quienes lo amamos y confiamos en que su Rosa Blanca se cultiva en nuestras almas cubanas.
