Pura Machado: Amor por el magisterio

Como una persona sincera, exigente, cómplice de las travesuras de sus alumnos y apasionada de la pedagogía pudiera definirse a Pura Machado Ordetx. La enamoró la Geografía y el magisterio, y esta es su historia.

Aquellos que en algún momento transitaron por los pasillos del IPVCE Carlos Marx de Matanzas la recuerdan, incluso la califican de exigente pero justa y comprensiva. Por otra parte ella presume de sus alumnos y agradece las muestras de amor que recibe a diario de médicos, ingenieros o especialistas de diferentes sectores de la economía cubana.

En su casa rememora las experiencias en uno de los centros educacionales más prestigiosos de la Isla y agradece al destino por situarla en el camino de sus estudiantes.

“Comencé a estudiar pedagogía por miedo al idioma inglés, porque mi pronunciación es pésima y le tenía horror a mi profesor de la asignatura en el pre universitario. Por aquella época se estudiaban dos especialidades al mismo tiempo, de Historia y Geografía que fue en lo que matriculé me decidí por la asignatura de mapas y escalas y me gradúo en la Universidad Central Marta Abreu de las Villas en el curso 1971-1972. A la Atenas de Cuba arribo con mis pequeñas de dos y cuatro años de edad luego de un transitar por Sancti Spíritus y Santa Isabel de las Lajas, tras la oferta de trabajo a mi esposo que se desempeñaba como militar.

“Aquí me ubicaron en la Vocacional y quise morir por la responsabilidad que significaba, pero en el instante en que pisé un aula sabía que era lo que quería, mis muchachos estaban ávidos de conocimiento y me obligaban a estudiar, así que me enamoré de mi trabajo”.

En la Carlos Marx Pura se desempeñó como jefa de cátedra, profesora principal, presidenta del consejo pedagógico asesor, pero su pasión se encontraba dentro de las aulas, al frente de sus estudiantes, en su labor de educadora.

“Mis primeros alumnos tienen alrededor de 55 años y a pesar de las distancias porque se encuentran en diferentes países del orbe, buscan la manera de mantener el contacto y me agradecen mi gesto de educarlos más que regañarlos. Por otra parte siempre que me presento en el hospital por cuestiones típicas de la edad, encuentro un gesto de preocupación o de amor de quienes recibieron mis clases y hoy salvan vidas. A cada uno de ellos los considero mis hijos, sin importar el tiempo que transcurra, por ello me satisface el crecimiento que han tenido como seres humanos y desde el punto de vista educativo, creo que no existe sentimiento mayor porque significa que tu labor ha dado frutos.

“Si tuviera que resaltar algunos momentos que marcaron mi tiempo en el centro creo que serían las defensas extraordinarias de sus proyectos en eventos provinciales y nacionales, o cuando en las marchas del pueblo combatiente durante la década del 80 se trepaban a mis niñas al cuello y desandábamos todas las calles de la ciudad”.

Al referirse nuevamente a sus hijas Pura toma un momento para soltar una lágrima. Su descendencia siempre le ha reprochado la pasión con la que defiende su trabajo, al extremo de sacrificarlas, sin embargo se mantiene orgullosa, considera que su exigencia le ha traído más felicidad que tristezas.

“Siempre me dediqué a mi familia que es lo fundamental, pero soy una trabajadora incansable por lo que intenté llevar a la par ambas cosas. Es cierto que les exigí intensamente, pero la recompensa las obtuve cuando una de ellas se convirtió en psicóloga y la otra cirujana.

“Desde el 2007 no laboro de manera permanente en la escuela, pero impartí algunas clases hasta el 2020 de mi asignatura insignia y de Historia, incluso los preparé durante una década para las pruebas de ingreso a la universidad.

“Amo la vocacional y a cada uno de sus trabajadores y estudiantes. Recuerdo que en el año 1991 necesitaron mis servicios en el Pedagógico de la provincia, y resultó un momento extraño. Mis compañeros eran maravillosos, muchos aprovecharon la oportunidad para realizar investigaciones y alcanzar el grado académico de doctor en ciencias, pero nunca pude adaptarme al tipo de estudiantes que por aquella época cursaban allí, por eso regresé a mi escuela, a mi casa, con los míos. En ningún momento me arrepiento de mis decisiones, para mí lo más importante era formar a mis niños. Tengo un amigo que comenta que solo soy profesora de la élite, siempre le contesto lo mismo: ‘bueno, si consideras que es la élite, pues lo serán’ (risas).

“Estoy constantemente en un proceso de aprendizaje, no importa de dónde venga ni la edad. Tengo una caligrafía espantosa, es un garabato, pero al menos tengo una excelente ortografía. Vivo mi jubilación sin preocupaciones pero nunca tranquila. Mis estudiantes mantienen el contacto y siempre que pueden me dejan saber sus avances personales y profesionales. Cuando eres testigo de sus resultados te sientes satisfecha. Algunos agradecen que los ayudara a convertirse en personas útiles para la sociedad, para la familia, para ellos mismos, y eso es lo que me llevaré a la tumba”.

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Sobre el autor: Arletis Arango Oña

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