A mi padre le hubiera gustado que yo fuera pelotero. Lo sé por los guantes con bandera canadiense, las tardes fallidas de entrenamiento y las explicaciones de qué es un strike cantao o una base por bola que inundaron mi infancia. Sin embargo, los deportes nunca fueron lo mío, y muestra de ello es el polvo acumulado desde hace años sobre el bate de béisbol que ahora reposa en un rincón de la casa, “por si acaso, que la calle está muy mala”.
Pero algo que sí me gusta es la historia, y saber que en Matanzas se conserva el estadio de pelota en activo más antiguo del mundo constituye un incentivo más que suficiente para interesarme por un tema beisbolero.
El Palmar de Junco acogió, en un día tan lejano como el 27 de diciembre de 1874, el primer juego oficial de pelota efectuado en Cuba. El encuentro terminó 51-9 a favor del Havana Baseball Club, equipo que arrasó con los locales en un juego cuyo contador no debiera considerarse inusual, tomando en cuenta las reglas de la época.
Glorias del béisbol cubano como Martín Dihígo, José de la Caridad Méndez, Gaspar Pérez o “los tres mosqueteros”: Isasi, Rosique y Wilfredo, dieron en su grama los primeros pasos de sus extensas y exitosas trayectorias. Por su importancia histórica, “el Palmar” ostenta las categorías de Monumento Local, Nacional y Patrimonio Cultural de la Nación, méritos sin lugar a dudas merecidísimos.
Ya el Palmar de Junco no acoge las finales de la Serie Nacional, ni ve volar sobre sus gradas aquellos jonrones que hicieron historia. Hoy son los niños, adolescentes y jóvenes los que se preparan en él, soñando con algún día “botarla” del Victoria, el Latino o, quién sabe, a lo mejor de algún estadio japonés. Mientras, yo seguiré intentando, a través del periodismo, evitar los strikes cantaos y ganarme las base por bolas de la vida. (Por: Humberto Fuentes)
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