Hay olores y sabores que me conducen inevitablemente al círculo infantil. El arroz con leche, el yogurt, las tardes de siesta vespertina, las hojas de yagruma y majagua, los juegos interminables, alguna mordida, un chicle enredado en el pelo y las fotos en masa por el Día de las Madres sonriendo detrás de algún marco artesanal, son solo algunos de los recuerdos que conservo de esa época en “Pinitos de la Infancia”, un sitio especial en la memoria de cada niño agramontino que cruzó su puerta.
Del círculo conservo aún amigos entrañables. Compartir el pan y disputarse juguetes también hermana hombres y mujeres. Más de dos décadas han transcurrido desde que abandoné sus sillas en miniatura, sus amplios salones y a las “seños” tan idealizadas por todos y todavía despiertan la nostalgia.
Allí he visto crecer a mis sobrinos, he revivido festivales donde me creí artista y me he regodeado en la imagen dulce de un sitio donde la felicidad se dibujaba tan simple como una figura modelada en plastilina, como la imagen de mi madre a las 4 de la tarde para llevarme de regreso a casa, como la gimnasia matutina o una rueda donde todos cantamos las mismas canciones.
UN POCO DE HISTORIA
Los círculos infantiles celebran hoy su aniversario 63. Surgieron el 10 de abril de 1961, bajo el impulso del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Son ellos, no solo una de las obras más hermosas y perdurables de la Revolución donde se contribuye a la formación de valores y habilidades en la primera infancia, sino que en sus inicios jugó un rol esencial en la incorporación de la mujer a la vida laboral.
Hasta el primero de enero de 1959, en la Isla apenas existían asilos para infantes y las llamadas Casas de Beneficencias, las cuales habitaban hijos de madres solteras, huérfanos y abandonados, y no poseían las condiciones necesarias para promover su desarrollo físico y mental.
Fue en ese contexto cuando surge la idea de crear centros infantiles de nuevo tipo para el cuidado y atención de los hijos de las madres trabajadoras. Bajo el liderazgo de Fidel y por iniciativa directa de Vilma se inauguraron los tres primeros círculos infantiles: el Camilo Cienfuegos, el Ciro Frías y el Fulgencio Oroz.
Comenzaron con un personal compuesto fundamentalmente por domésticas, amas de casa, y muchachas campesinas que venían a estudiar a La Habana. En todas ellas prevalecía el amor por los niños. Al principio solamente los cuidaban, pero la meta era más ambiciosa: educarlos.
Por ello el Estado cubano dio los pasos para la superación de quienes trabajan en esas instituciones. En los círculos los pequeños desde 45 días de nacidos hasta los seis años de edad recibían atención pedagógica, médica, estomatológica y oftalmológica, de enfermería, alimentación, y vestuario, entre otros beneficios.
Con el tiempo la edad mínima se fijó en el primer año de vida y los desafíos fueron multiplicándose a la par de los nuevos tiempos.
En Matanzas existen 69 círculos infantiles con una matrícula que supera los 8 mil infantes y beneficia a más de 7 mil madres trabajadoras.
Ampliar sus capacidades constituye hoy uno de los retos de esta institución, esencial en el desarrollo de la primera infancia y que junto a las casitas infantiles favorecen la incorporación al trabajo de madres y padres.
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