El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 le dolió al Gobierno de los Estados Unidos. Resultaba insólito que el Ejército Rebelde, desde las montañas, junto a los combatientes de la lucha clandestina, en las ciudades, aniquilaran al régimen sanguinario de Fulgencio Batista. Se acababan también la prostitución, los casinos de juego, y los mafiosos huían de Cuba. Un estribillo de la época lo recuerda así: “Llegó el Comandante y mandó parar…”
Enseguida la reacción yanqui no se hizo esperar. Uno de los métodos más socorridos fue el avituallamiento con armas, pertrechos de guerra, ropa y alimentos a bandas de alzados, integradas por desafectos al naciente proceso social, afectados por las leyes revolucionarias, campesinos colaboradores o vulgares delincuentes comunes que hallaron en esa vía un modo de vida.
Año 1960. Matanzas, una provincia bastante llana, en la que vivían miles de campesinos y obreros agrícolas, resultó clave para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que ordenaría alzamientos en lugares de muy poca vegetación, estructurados en bandas de 10 o 12 efectivos, quienes involucrarían a familias campesinas residentes en las zonas donde actuaban, para utilizarlos como base de sustentación y apoyo, mientras sembraban el pánico con su accionar terrorista, tratando de desestabilizar la situación interna y crear una imagen de ingobernabilidad que le sirviera como pretexto al Gobierno de Estados Unidos para realizar una intervención militar.
INCREMENTO DEL TERRORISMO
De acuerdo con el criterio de los investigadores Pedro Etcheverry Vázquez y Luis Rodríguez Hernández, el 24 de enero de 1963, alrededor de las diez de la noche, integrantes de la banda de Pichi Catalá atacaron con armas largas la casa del campesino Gregorio Rodríguez (Goyo) ubicada en la finca La Candelaria, en Bolondrón. Mientras el padre se enfrentaba valientemente a los atacantes, los bandidos apoyados en su mayor poder de fuego dispararon a mansalva, causando la muerte a los niños Yolanda y Fermín Rodríguez Díaz, de 11 y 13 años de edad, respectivamente, y provocaron heridas graves a las hermanitas Josefita y Felicia, de 7 y 16 años, y a la madre Nicolasa Díaz.
Al día siguiente aquella valerosa madre herida estuvo todo el tiempo tendida en una camilla acompañando en las honras fúnebres a sus dos hijos muertos, mientras sus otras dos pequeñas se debatían entre la vida y la muerte en el quirófano del hospital provincial. Cientos de ciudadanos indignados salieron a las calles exigiendo justicia. Entre los presentes en las exequias se encontraban los cuatro colaboradores de la banda que participaron en el crimen, en una demostración de hipocresía y cinismo. No imaginaban que sobre ellos también caería con toda su fuerza el peso de la justicia.
1965: EL FIN DEL BANDIDISMO EN MATANZAS
Refieren los citados historiadores, que el 11 de enero de 1965, en la finca El Cura, barrio Rovira, en Jagüey Grande, fue liquidada la última banda que quedaba estructurada en esta provincia bajo el mando de Eliecer Martínez Socorro (El Mayor).
En febrero finalizó el bandidismo en este territorio con la captura en la finca Central China, barrio de Ceiba Mocha, de los hermanos Secundino y Leopoldo Herrera Hernández.
En Matanzas la guerra fue muy costosa, tanto en pérdidas humanas como materiales. Entre 1960 y 1965 actuaron 46 bandas, que llegaron a agrupar alrededor de 866 alzados, quienes contaron con el apoyo de unos 1,350 colaboradores entre familiares y amigos. Jamás atacaron una unidad militar de las FAR o las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR). Cometieron 31 asesinatos, entre los que sobresalen brigadistas alfabetizadores, milicianos aislados, campesinos y obreros agrícolas que apoyaban los programas de desarrollo de la Revolución y causaron 32 heridos.
También se dedicaron a quemar cañaverales, escuelas rurales, viviendas campesinas y tiendas del pueblo, destruir equipos agrícolas y medios de transporte rural, robar armas, dinero, ropas, calzado, reses, aves, herramientas y productos agrícolas en casas de campesinos, cooperativas y granjas estatales.
La acción conjunta de las MNR, los batallones de Lucha Contra Bandidos de las FAR y los Órganos de la Seguridad del Estado, bajo la dirección de Fidel y Raúl, que contaron en todo momento con la decisiva participación del pueblo, constituyó la piedra angular de la Revolución en la victoria sobre las bandas terroristas de alzados en Matanzas.
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