Solidaridad, una palabra muy cubana

A falta de solidaridad

Entre los cubanos es una palabra frecuente, aunque de lo común o lo manida a veces no entendamos bien de qué se trata, qué implica o qué demuestra. Nos recuerda las misiones en Angola, los médicos de la Henry Reeve, los que enfrentaron el Ébola y las decenas de brigadas de colaboradores del deporte o la educación que han prestado servicio en otras latitudes.

Una fría definición de la Real Academia Española (RAE) reza que se trata de la “adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”. Dicho así se resume, pero se aleja de la esencia de ese acto cotidiano en el que tu vecina te salva a fin de mes con un poquito de azúcar; o tú le das arroz, que no te sobra, pero sabes que también necesita. La RAE lo conceptualiza, pero no cuenta la sensibilidad y el humanismo que encierra más allá de fronteras y de lo posible.

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Esa solidaridad por estos días vuelve a ocupar titulares, moviliza, se mezcla entre linieros, médicos o artistas, y llega hasta Pinar del Río, que es hoy toda Cuba. Late profundo en el pecho de cada cubano que ha llegado hasta allí a prestar sus brazos para levantar las casas derrumbadas o recuperar las vegas del mejor tabaco del mundo. También alivia con ropa, alimentos o medicinas a familias varadas en centros de evacuación y despojadas de cualquier comodidad hogareña.

Hermana a hombres y mujeres, a los pueblos, y revela el mayor sentido altruista de los cubanos en medio de días tristes, de lluvias y huracanes, de tantos apagones, de una inflación que nos consume. Cuando escucho esa palabra pienso en los que llevan su arte a los niños de Cocodrilo, La Coloma y demás territorios golpeados por Ian; en los que recopilan donaciones y gestionan qué más se puede hacer por los damnificados, esos que desde hace una semana no ansían más que regresar a la normalidad y resistir el tiempo necesario, que pueden ser meses.

A falta de riquezas materiales, somos un país dueño de una fortuna espiritual inmensa y, esta última semana, como en pleno auge de la covid-19, la tragedia del Saratoga o el incendio que mantuvo en vilo a esta ciudad en el pasado mes de agosto, igual que lo haríamos otra vez mañana, lo hemos demostrado.

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Sobre el autor: Lisandra Pérez Coto

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