La muerte de Charlie Kirk y un intento de canonización

A Contragolpe: La muerte de Charlie Kirk y un intento de canonización

Desde que el 10 de septiembre pasado Charlie Kirk fuese asesinado durante un mitin celebrado en la Universidad de Utah, son pocos los medios de prensa que han ignorado el siniestro, posicionado como una de las principales tendencias en diferentes redes sociales.

El propio presidente estadounidense, su vicepresidente y diferentes políticos de la nación norteña o el mundo han lamentado, junto a varios ciudadanos a lo largo y ancho del orbe, la más reciente muestra de la violencia política que transversaliza a Estados Unidos.

Con menos de 20 años Kirk ya se desenvolvía dentro del mundo político, escribiendo primero para Breitbart News —un portal de noticias de corte ultraderechista— y fundando luego el Turning Point USA (TPUSA), una organización sin fines de lucro generosamente financiada por representantes del conservadurismo estadounidense.

Dentro de esta organización, que cuenta con más de 800 sucursales en las universidades de Estados Unidos y con un presupuesto millonario, Kirk jugó un papel clave en el proselitismo político que los sectores de la derecha norteamericana emprendieron entre la juventud desde la administración de Barack Obama y que terminaría sirviendo de base para la llegada de Donald Trump a la presidencia de la nación en 2017 y 2025.

Con ideas provocadoras —léase reaccionarias— y debates en los que el activista pregonaba sus tesis, Kirk ganó notoriedad entre el llamado movimiento MAGA (Make America Great Again), al punto de convertirse en un rostro recurrente de la cadena de noticias Fox News: el medio más cercano al trumpismo en Estados Unidos.

A través de estos shows en los campus universitarios y el podcast The Charlie Kirk Show, así como mediante el conjunto de medios y plataformas que replicaron sus mensajes, lanzó una cruzada contra la agenda woke, la ideología de género y todo lo que pudiese pasar por progresista, llegando al extremo de animar a los estudiantes a denunciar a los profesores que hiciesen apología de estas ideas.

El hombre al que durante días buena parte de los más importantes medios del mundo han reducido a “buen orador” o a una persona que “practicaba la política de forma correcta”, fue un personaje abiertamente racista, misógino, sexista, xenófobo y homófobo, que en su momento expresó que las mujeres negras «no podían ser tomadas en serio”, acusó a los demócratas de querer hacer de Estados Unidos un “país menos blanco”, atacó la Ley de Derechos Civiles y difundió toda una pléyade de falsedades en torno a las personas transgénero, las vacunas o las elecciones de 2020.

Como adalid de la retórica más conservadora, además, defendió teorías conspirativas como el reemplazo demográfico de los campesinos blancos estadounidenses por inmigrantes en la frontera sur del país, crucificó el derecho al aborto, demonizó al islam y defendió a ultranza la tenencia de armas; aun cuando esta provocase —divina ironía— “algunas muertes al año”.

Por la conmoción que trajo el hecho, visible en las columnas de algunos diarios o en las propias publicaciones compartidas por distintos usuarios, podría pensarse que Kirk fue un ser humano sin tachas, un hombre excepcional. Pero, por más que resuenen los disparos de Tyler Robinson —arrestado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) como presunto perpetrador del crimen—, el homicidio no puede ocultar quién fue y, mucho menos, todo lo que una figura como él representa.

Más lamentable que el deceso del activista lo es la violencia que inunda a Estados Unidos y al mundo, que personajes como Kirk, con su retórica extremista, han coadyuvado a fortalecer. Si ha de llorarse alguna muerte hoy, que sea la de las decenas de inocentes que el sionismo se cobra a diario en Gaza o las almas que desfallecen bajo el tormento del hambre en Sudán.


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Sobre el autor: José Carlos Aguiar Serrano

Lic. Marxismo-Leninismo e Historia por la Universidad de Matanzas. Ex profesor universitario.

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