Sobrevivir después de trabajar

Sobrevivir después de trabajar
Sobrevivir después de trabajar. Fotos: Raúl Navarro

Muchos trabajadores de toda una vida, hoy, en su vejez, continúan en las calles buscando el sustento diario. Esta es una mirada a la realidad de nuestros jubilados:

En las esquinas de Matanzas, bajo un sol que no perdona, muchos rostros de la tercera edad siguen «en la lucha». No en fábricas ni oficinas, sino en la calle, vendiendo jabas, cigarros o dulces, buscando cada día lo necesario para sobrevivir.

«Desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde estoy aquí», cuenta un antiguo ingeniero mecánico de 85 años, apoyado en su pequeño puesto. «Me canso, claro. Pero tengo necesidad. Con 1628 pesos no alcanza».

Buena parte de ellos dedicó su vida laboral a industrias esenciales del país. Jorge Isidro Herrera, por ejemplo, trabajó 45 años en la azucarera. Hoy, con una jubilación de 1500 pesos, vende cigarros a pie de calle. «Es para subsistir», dice sin resentimientos.

Algunas historias revelan aún más. Un especialista en turbinas y compresores, tras 46 años de servicio en centrales azucareros, sostiene ahora sus días vendiendo polvorones. «Lo que le gano a cada polvorón son 10 pesitos, pero voy sosteniéndome», explica. «Yo arreglaba máquinas que nadie podía reparar. Ahora, esto es lo que hay».

Gustavo Pedro, que fue administrador de casillas y bodegas, tiene hoy 80 años. «La jubilación que cobro no alcanza, solo me dura tres días», comenta. Sus hijos viven lejos; junto a su esposa, sobrevive «como se puede», como tantos otros.

Los relatos se repiten, distintos solo en los detalles: técnicos diseñadores, trabajadores de mantenimiento, empleados de cafeterías.

Jubilaciones que oscilan entre los 1500 y los 2500 pesos. Días enteros de pie, bajo el calor o la lluvia, para completar lo que falta en la casa.

Este fotoreportaje está dedicado a esos hombres y mujeres que se consagraron al trabajo y que, pasado el tiempo, siguen peleando cada día. Las suyas son historias de resistencia, de dignidad, de un país que también se cuenta en sus calles.

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Sobre el autor: Raul Navarro González

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