
En cada apagón, las calles de Matanzas vuelven a encenderse con la chispa de la infancia. La falta de electricidad ha devuelto a los niños a las aceras, a los portales, a los solares polvorientos donde antes reinaba el bullicio de nuestras propias infancias. Somos la generación que creció corriendo detrás de una pelota de trapo, lanzando canicas en el suelo de tierra, escondiéndonos hasta el anochecer en un juego que nunca queríamos que terminara. Y ahora, como si el tiempo hubiese dado marcha atrás, los niños de hoy redescubren ese universo perdido, lejos de las pantallas, con el sol en la piel y el sudor de la alegría pura.

Se escucha el sonido de un bate improvisado golpeando la pelota, las risas que estallan en cada esquina, los pies descalzos sobre el pavimento caliente. En los ríos, vuelven las redes de pesca y las ilusiones de una captura afortunada. En cada cuadra de Matanzas, el juego ha vuelto a ser la única electricidad posible, la única conexión real entre generaciones.
Quizás la crisis nos ha devuelto, sin querer, un pedazo de lo que siempre extrañamos. Y mientras las luces siguen apagadas en las casas, las memorias de la infancia vuelven a encenderse en las calles.








Muy bueno que los niños jueguen, que socialicen, que sean felices.
Y supongo que también la ausencia de transporte público, la carencia de medicamentos, los desechos pestilentes de varios días amontonados en la vía pública, el precario abasto de agua, el mal estado de calles y carreteras, las colas interminables para extraer efectivo de un cajero, los desvalidos buscando algo que comer en los basureros, la agobiante inflación, étc, étc… sean motivadores de crónicas como ésta , porque a fin de cuentas, todo tiene un «lado positivo».
Muy triste querer adornar la realidad de esa manera. Los niños están jugando en la calle un rato y después ya están en la calle porque en la casa no tienen las condiciones para estar, tienen calor, oscuridad, agua caliente y comida fría en el mejor caso de que sus padres tengan con que cocinar y comer otra cosa. No creo tener mesa que agradecer a los apagones por favor!!!!
Que triste leer este artículo,querer romantizar los apagones que hacen insostenible la situación en nuestras casas ,donde ha veces no se puede ni cocinar