Sandrita, la inmunóloga

Sandrita, la inmunóloga

Sandrita, la inmunóloga. Fotos: Tomadas de su perfil de FB

En el exterior de la consulta la cola se organiza por orden de llegada. Grandes y pequeños alternan, sin límites de edad, aunque los lactantes están priorizados. “Ella debe estar al llegar. Hoy no le tocaba estar aquí, pero citó algunos casitos. Es que no sabe decir que no”, comenta una madre, mientras su inquieto retoño arrastra un carrito azul sobre el banco vacío.

Solo unos instantes y se le vio atravesar el pasillo con paso agitado pero una amabilidad que brota a flor de piel. Cerca de cuatro décadas como galena y a Sandra Naranjo Rodríguez no la vencen el cansancio, ni las sobrecargas, ni los problemas del momento. Su carácter afable está presente todo el tiempo, aunque tenga ante sí al temido micrófono…

“Estoy muy contenta con lo que ejerzo. Me muero, vuelvo a nacer, y creo que no titubearía con elegir la misma profesión”, son sus primeras palabras, la última pregunta de cualquier entrevistador pero, para quien ama su profesión, no hay mejor carta de presentación que esa: mostrar lo orgullosa que está por quien es.

“Cuando yo estaba en el preuniversitario siempre me gustó la biología, en duodécimo grado estuve indecisa entre Medicina y Estomatología, sin embargo mira, ahora no veo de otra manera. Con la especialidad me sucedió algo parecido. En la carrera fui alumna ayudante la mayor parte del tiempo de Urología, incluso pensaba ser uróloga. Cuando pasé al área clínica sentí más atracción por las especialidades quirúrgicas. En cirugía es común que existan muchos alumnos ayudantes y se limita la entrada a los salones para poder practicar. Sin embargo, en Urología tenía la ventaja de entrar todas las semanas al salón y lograr un mejor desempeño desde el punto de vista quirúrgico.

“Tengo muy buenos recuerdos de todo lo aprendido en esa especialidad y de mis profesores. Lo que cuando terminé quinto año tenía muchos deseos de hacer una vía directa y Urología no vino, sin esperanza de acceder a ella en los próximos años. Cuando vi Inmunología recordé que la había dado como asignatura y que me había encantado. Me pasó como con Medicina: titubee en algún momento, pero ya no tengo dudas de que hice la mejor elección. Si tuviera una segunda vida, Inmunología sería mi primera opción”.

En la Atenas de Cuba todo el mundo conoce a “Sandrita, la inmunóloga”. Es una suerte de talismán para aquellos que buscan alejar reiteradas dolencias y “levantar las defensas”.

Sandrita, la inmunóloga

“Mi especialidad, desde el punto de vista asistencial, es muy bonita. El sistema inmunológico es muy agradecido en cuanto a las respuestas a los tratamientos y me gratifica mucho ver como pacientes, tanto pediátricos como adultos, responden a ello.

“Siempre me ha gustado la docencia, lo considero una manera de retroalimentarme, de mantenerme actualizada, de siempre estudiar. Esa frescura de las nuevas generaciones a nosotros nos hace mucho bien. En ese proceso de enseñanza-aprendizaje también los docentes aprendemos de los alumnos. Por eso no la abandono, y soy a la par la doctora y la profe”.

Sandra alega que su reconocimiento se debe a que por un tiempo prolongado fue la única especialista de su tipo en la provincia para grandes y para chicos. Aunque quienes le conocen consideran que se debe más a su trato y paciencia infinitas

.“Ahora somos un gremio más nutrido, pero no he podido desentenderme ni de unos, ni de otros. Pero si me preguntan por cuál decidirme, aunque me cuesta, diría que prefiero a los pacientes pediátricos.

“Los niños me fascinan, sin embargo, reconozco que resultan más trabajosos para atender. Son tantas las anécdotas con los infantes que me hacen disfrutar de las consultas. Por ejemplo, un día, una mamá estaba con el niño de alrededor de cuatro años y me enseña un frasco de un medicamento. Me dice: ‘doctora, esto me lo regalaron para el niño’. Me fijo en lo que era y enseguida le expliqué que no se lo podía dar. Ella al momento interrumpe: ‘No, no. Yo solo lo traje para consultárselo’. Y el niño se vira hacia ella y muy espontáneo suelta: ‘Mamá, que mentirosa tú eres. Tú me das una cucharada de eso todos los días’. Terminamos las dos riéndonos”.

Entre col y col Sandra deja escapar su fascinación por la cocina, cuánto gusta de los “inventos” y de la repostería. También dedica una ovación a sus padres, sus pilares que le cuidan desde el cielo, y enfatiza en que sus hijos le apoyan muchísimo con la especialidad. “Me siento una mujer realizada en la mayoría de las aristas de la vida. Algo que me hubiese gustado aprender es a conducir”, comenta, mientras hilvanando ideas regresa al centro de su vida: la medicina.

Sandrita, la inmunóloga

“Me marcó mi primer paciente. Llevo 38 años de graduada y eso que cuento me sucedió en tercer año. Mi primer paciente se llamó Abilio Pérez Resqué, un campesino que tenía un cáncer de pulmón con metástasis en la columna vertebral. Me identifiqué mucho con él, una persona tan buena y maravillosa. En aquel entonces tenía 75 años, y poco después falleció. Tú me puedes preguntar el nombre del primero que atendí siendo especialista y no lo recuerdo, pero el primero que atendí siendo estudiante de medicina me marcó para toda la vida.

“Y si me preguntas un recuerdo positivo, pues vuelvo a la Urología. Empecé muy temprano de alumna ayudante y la rotación en sí la tuve en quinto año, cuando ya tenía cierta experiencia. Los urólogos me decían: ‘Cuando rotes por el plan de estudio a ti te tiene que tocar un caso muy difícil’, y justamente así fue, me tocó un caso de psiquiatría con unos de los padecimientos de urología más complicados de tratar. Lo que me pronosticaron me sucedió, ¡y de qué manera! Pero salí bien librada”.

Aunque ahora sea común escuchar y hasta recomendar tratamientos inmunológicos en cualquier esquina, quizás por esa concepción de que cada cubano lleva su doctor interior, en los tiempos en que Sandrita se decantó por la especialidad no era tan famosa, ni mostraba los logros actuales. “

En mis inicios no había el desarrollo que existe hoy con la inmunología. Todo ese polo científico que se abrió de inmunoensayo, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Centro de Inmunología Molecular… alcanzó auge después de mi etapa de estudiante.

“Siempre existieron, desde antes de yo ingresar en la carrera, tratamientos convencionales según el déficit de la respuesta inmunológica. Por ejemplo, el factor de transferencia y la gammaglobulina son de antes. Con los nuevos adelantos hemos llegado a tratamientos desde el punto de vista molecular más desarrollados. La Biomodulina T es de más reciente aparición. Mis profesores fueron formados en otros países, y nutriéndose del conocimiento y de las terapias aplicadas en el mundo. Tuvimos un claustro que nos preparó, y ya existían institutos con desarrollo incluso en trasplantología, y tuve la suerte de rotar por ellos en La Habana y adquirir toda esa experiencia. Además, constantemente nos actualizamos en nuevas terapias, pasamos cursos, simposios…”

Las horas pasan y ella permanece allí, en su consulta, da igual el lugar donde esté ubicada, si es en el policlínico de Conteras o en su casa. Sandrita atiende a todo aquel que le necesite, da igual si tiene un mes de nacido o 99 años.

“Mi mayor satisfacción es mi familia, sentirme que puedo ayudar a los que me necesitan, no importa si he visto muchos pacientes, si estoy agobiada porque la carga asistencial es muy grande, siempre que salgo de mi casa pienso que ese último paciente que veo, tengo que verlo con el mismo esmero y dedicarle el mismo tiempo que le dediqué al primero, y eso para mí es gratificante”.

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3 Comments

  1. Sandrita es de las mejores profesionales que he tenido la dicha de encontrar en mi vida, su condición humana es inigualable.Ha sido la Dra de mis hijos, de mis padres, de toda mi familia, ha sido mi profesora, mi colega, mi paciente y por sobre todo mi amigaaaaa. La respeto y admiro muchísimo, nos quedamos cortos con todas las cualidades que de ella podemos decir, éxitos

  2. Es un ejemplo de profesional de la medicina matancera y cubana. Todos admiramos a la profe Sandra, cómo profesional y sobre todo como ser humano. Muy merecido este reportaje. Merece el aplauso de todos los que fuimos sus colegas y de sus pacientes.

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