Como cada domingo llega desde Periódico Girón nuestro Espacio Poesía, para dar a conocer los poemas en voz de sus propios autores. En este cuarto episodio nos acercamos a la obra de la poeta Jessica González Smith, de Cuba.
Jessica Chabeli González Smith (Las Tunas, 1997) es licenciada en Lenguas Extranjeras, Guionista, Locutora de Radio. Narradora y poeta. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Finalista del premio Portus Patris (2022). Mención del XXVIII Premio Farraluque de Literatura Erótica 2024. Textos suyos aparecen publicados en la Antología “Conteo Regresivo” por la editorial Sanlope (2023), la revista “Quehacer” (2023) y en el periódico El Caimán Barbudo (2023).
Vea aquí algunos de sus poemas:
Todas las pieles que no suelo ofrecer
Tu risa pide cordura para esta cabeza que desmaya las oquedades.
Creo en la puerta que enhebra todos los mitos de la demencia.
Toquemos madera antes de mirarnos.
Solo el dolor sabe que destilas diferente,
que mañana no podrán escamparse los recuerdos;
como cientos de cuchillos que se incrustan en el gramaje oportunista.
El mañana, puedes ser tú en una alcoba fingiendo que te importa el otoño.
Salir a pasear las calles cuando el mediodía que erotiza mis costumbres,
ronca sobre la sensual figura de la ausencia.
¿Cómo puedo salvarme si estoy rasgando con las uñas el mutismo?
Si las tardes devoran el gris que te apetece ajustando un nudo en la memoria.
No recuerdo si me viste llegar tras los naufragios
con la sal atisbada en mis cabellos.
Ofrezco la espalda como sacrificio a tu lengua,
para bautizar los olores de todas las pieles que no suelo ofrecer
a los desconocidos.
No sé si hubo un tiempo en que estuvimos más fugaces.
No sé qué ofrezco cuando hablo sin censura al disparo.
Ni puedo decir lo que involucra pisar desnuda la alfombra.
No busco la amarga quietud de los espejos que mienten sobre eternidades.
Tú, has despertado el siglo y todos los credos que alimentaban su descanso.
Si...
Me volé los carteles que prometían el futuro y creo no tener forma de nombrarlo.
Sigo besando tu barbilla mientras el sol invoca tu nombre sobre mi cuerpo.
El poema se abre en dos la camisa y quiebra allí,
donde solo tú, eres capaz de intentarme.
Monedas
Mi madre tenía en el bolsillo de su chaqueta
tres monedas para la suerte.
Le bailaban en el fondo, para sanar la patria de un dolor.
Yo miraba las vidrieras que vendían el porvenir
y lo adornaban con luces para hacerlo apetecible.
Las vidrieras, tenían un cristal muy fuerte,
para sujetar los rostros que se hundían en el niquel.
A mi madre, se le arrugaba el pecho
al sacarme el cristal de los ojos.
Las esquirlas pudieron lastimarme el iris, y no era justo.
—Yo debía ver—.
Nunca es bueno alejarse de la luz.
Las luces de la vidriera
que acompañaban el camino hasta la casa.
Mi madre, sonaba las monedas en su bolsillo
como cascabeles
y desprendían un olor a finitud,
a tristeza de la que tragas en seco.
Cuando escuchaba ese sonido,
sabía que debía caminar mirando al frente,
que en los bordes solo había precipicios,
que mañana está muy lejos.
Mi madre metía las manos en los bolsillos
y contaba las monedas
como si hubiese olvidado el número,
las apretaba en los puños.
Un día, las masticó una a una,
y solo me dejó, su suerte.