París es una fiesta: Crónica de una época ya perdida

París es una fiesta que nos sigue, una ciudad que acompañará a todos aquellos que la hayan visitado, toda su vida. Y este diario del hombre y del escritor, esta crónica de una época y una generación irrepetibles, alinea en sus páginas a figuras como Gertrude Stein, Ezra Pound, Scott Fitzgerald o Ford Madox Ford. El París cruel y adorable, poblado por la extraordinaria fauna de la Generación Perdida y sus precursores, el ideal de juventud para Hemingway, protagoniza este vivaz testamento tan entremezclado de realidad, deseo y nostalgia.

París era una fiesta, de Ernest Hemingway, fue su primer libro publicado póstumamente, en 1964; en él se despliega el mítico panorama de la ciudad, la capital de la literatura americana hacia 1920. Deviene una mezcla fascinante de paisajes líricos y agudamente personales, con otros más contundentes y bibliográficos en torno a sus años de juventud, en aquel encantado lugar en el que fue “muy pobre pero muy feliz”, en un tiempo de ilusión entre dos períodos de atrocidad.

Con una narrativa en primera persona, por medio de 20 capítulos cortos, retrata esa Francia posterior a “la gran guerra”, un recorrido por las calles y los lugares parisinos en donde frecuentaba sitios para escribir sus cuentos y primeras novelas, a la par que se reunía con sus amigos de la famosa Generación Perdida. 

La Generación Perdida no era más que un grupo de gente con todas las secuelas de haber sobrevivido a la Primera Guerra Mundial. Fue en gran medida un conjunto de escritores estadounidenses expatriados que se encontraron en Europa, sin tener claro qué hacer exactamente. En la actualidad se aplica el término, en general, para todas las personas nacidas entre 1883 y 1900. 

La crónica de estos años es alterna y no sigue una linealidad temporal habitual. Las secciones que componen la obra son básicamente independientes entre sí, es decir, podemos disfrutar de la lectura de cualquiera de estos capítulos sin necesidad de conocer el todo de la narración. 

Su pluma ofrece una mirada nostálgica y risueña que engrandece los buenos tiempos compartidos, la camaradería, y el culto excelso a la bebida.  En su prefacio, escrito en Cuba en 1960, Hemingway nos advierte: “Si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como obra de ficción. Pero siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron antes contadas como hechos”.

Esta verdad busca reflejar el espíritu de toda una época, una de las más vistosas del siglo XX. Trata el tema de la pobreza, antes de llegar a ser el autor que todos conocemos. Vemos, por ejemplo, que Hemingway realizaba esfuerzos para ahorrar en básicos como la comida, llegando incluso a mentir al respecto a su mujer Hadley. El octavo capítulo, de hecho, se titula “El hambre era una buena disciplina”.

En resumen, con una narrativa dinámica, expone descripciones puntuales sobre sus amigos más cercanos, sus apuros económicos, su proceso de creación literaria y sus infaltables encuentros bohemios en ese París agradable que el autor recrea. Vale la pena leerlo, tal vez no enmarca sucesos extraordinarios ni tiene una trama envolvente, es más bien el recuento de una serie de personajes, situaciones y sucesos mostrados desde la cotidianidad de su diario vivir en aquel lugar. 

La juventud, los amigos, la bohemia, la noche, el alcohol, la cultura, las carreras de caballos, los sueños y las esperanzas se mezclan en París era una fiesta. Es el recuerdo de los mejores momentos del autor. Hay que tener en cuenta que Hemingway lo escribió mucho después del momento en el que se ambienta, cerca de su muerte. Por ello, tal vez alguno de sus recuerdos están vistos desde una mirada demasiado nostálgica.

En cada esquina y en cada rincón de esta emblemática ciudad había una pequeña taberna o restaurante donde entablar tertulia, comer buena comida y beber como si no hubiera un mañana.

“Este libro contiene material de las remises de mi memoria y mi corazón. Aunque la una se haya visto alterada y el otro no exista”.

FRASES DE LA NOVELA PARÍS ERA UNA FIESTA

“Pero París era una ciudad muy vieja y nosotros éramos jóvenes, y allí nada era sencillo, ni siquiera el ser pobre, ni el dinero ganado de pronto, ni la luz de la luna, ni el bien ni el mal, ni la respiración de una persona tendida a mi lado bajo la luz de la luna”.

“Nuestros placeres, que eran los de estar enamorados, eran tan sencillos y a la vez tan misteriosos y complicados como una simple fórmula matemática que puede representar toda la felicidad o bien el fin del mundo”.

“Eso es lo que sois. Eso es lo que sois todos vosotros… todos vosotros los jóvenes que servisteis en la guerra. Sois una generación perdida”.

“Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”.

“Cuando llegaba la primavera, incluso si era una primavera falsa, la única cuestión era encontrar el lugar donde uno pudiera ser feliz”.

“Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida”.

“Pobre todo el mundo…Ricos los gatos que no tienen dinero”.

“Ya se sabía que el otoño tenía que ser triste. Cada año se le iba a uno parte de sí mismo con las hojas que caían de los árboles, a medida que las ramas se quedaban desnudas frente al viento y a la luz fría del invierno. Pero siempre pensaba uno que la primavera volvería, igual que sabías que fluiría otra vez el río aunque se helara. En cambio, cuando las lluvias frías persistían y mataban la primavera, era como si una persona joven muriera sin razón”.

“Dicen que las simientes de todo lo que haremos están en nosotros, pero a mí me parece que en los que bromean con la vida las simientes están cubiertas con mejor tierra y más abono”.

“Si a una persona le gustaban las pinturas o los escritos de sus amigos, yo lo miraba como algo parecido a lo de la gente que quiere a su familia, y es descortés criticársela. A veces, uno puede pasar mucho tiempo antes de tomar una actitud crítica ante su propia familia, la de sangre o la política, pero todavía es más fácil ir tirando con los malos pintores, porque nunca cometen maldades horribles ni le destrozan a uno en lo más íntimo, como son capaces de hacer las familias”.

“Mis palabras se convertían en algo que había que destruir, y a veces, a ser posible, había que destruirme a mí de paso”.

CURIOSIDADES DE LA OBRA PARÍS ERA UNA FIESTA

  1. El título original de la obra es A movable feast (Una fiesta móvil). Hemingway explica que los años 20 en París fueron para él una gran fiesta, que quedó dentro suyo y que podía llevar adonde fuera.
  2. En la película «Medianoche en París» («Midnight in Paris») de Woody Allen rodada en 2011 y protagonizada por Owen Wilson, Marion Cotillard, Rachel McAdams, Corey Stoll, Kurt Fuller, Mimi Kennedy y Michael Sheen, se homenajea el libro de Hemingway.
  3. Gertrude Stein, la primera escritora americana expatriada en Francia donde residía desde 1903, bautizó a este grupo como «la generación perdida» y desde el número 27 de la Rue de Fleurus impartió su magisterio sobre todos ellos. 
  4. En 1921, recién casado con Hadley Richardson, Hemingway viaja a París con una carta de recomendación bajo en brazo de Sherwood Anderson y se presenta ante Miss Stein con la firme intención de convertirse en escritor. Ésta lo apadrinará e impulsará su carrera, presentándole a grandes escritores que resultarán fundamentales para él: Ezra Pound, Ford Madox Ford, Scott Fitzgerald, Evan Shipman, Wyndham Lewis.
  5. Durante su estancia en París, Hemingway leyó en gran medida gracias a la generosidad de Silvia Beach, la propietaria de la mítica librería Shakespeare & Co, la cual le cedía volúmenes sin costo alguno.

SOBRE EL AUTOR

Ernest Miller Hemingway fue un escritor y periodista estadounidense considerado entre los más relevantes autores del siglo XX, tanto por la sobriedad de su estilo como por los elementos trágicos y el retrato de la época que representaba. Este, nació en el seno de una familia acomodada en Illinois, el 21 de julio de 1899, el mismo año que Jorge Luis Borges y Vladimir Nabokov.

Después de estudiar, comenzó a ganarse la vida como reportero escribiendo para el Kansas City Stars, labor que ejerció durante pocos meses, pues sus ansias de aventura lo llevaron a alistarse como voluntario de conductor de ambulancias para la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, donde fue herido de gravedad en Italia. Mientras se recuperaba en Milán y siendo apenas un adolescente, fue cuidado por una bella enfermera, Agnes von Kurowsky, de quien se enamoró y a quien usó como inspiración para escribir una de sus más bellas obras: Adiós a las armas

De vuelta a Estados Unidos retomó el periodismo hasta que se trasladó a París, donde alternó con las vanguardias y conoció a Ezra Pround, Pablo Picasso, James Joyce, Gertrude Stein y otros escritores de lo que se denominaría como la generación perdida.

Más tarde, participó en la Guerra Civil Española. También lo hizo en la Segunda Guerra Mundial como corresponsal; experiencias que luego incorporaría a sus relatos y novelas.

El propio Hemingway declaró que su labor como periodista lo había influido incluso estéticamente, pues lo obligó a escribir frases directas, cortas y duras, excluyendo todo lo que no fuera significativo. Su producción periodística, por otra parte, también influyó en el reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.

Entre sus primeros libros se encuentran Tres relatos y diez poemas (1923), En nuestro tiempo (1924) y Hombres sin mujeres (1927), que incluye el antológico cuento «Los asesinos». Ya en este cuento es visible el estilo de narrar que lo haría famoso y maestro de varias generaciones. Sin embargo, el verdadero salto de Hemingway a la primera línea literaria llegaría con Adiós a las armas (1929).

Su estilo se sustentaría en diálogos cortos que van creando un suspense invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto o velado por la realidad. Tal vez su obra debe ser comprendida como una especie de romanticismo moderno, que destaca el sentido del honor, la acción, el amor, el escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales. Sus relatos inauguran un nuevo tipo de «realismo» que, aunque tiene sus raíces en el cuento norteamericano del siglo XIX, lo transforma hacia una cotidianidad dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores posteriores como Raymond Carver. Sus héroes, no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una exaltación solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de otras vidas.

Hacia 1939, en plena 2da Guerra Mundial, Hemingway se asentaría en Cuba. Allí, después de equipar su barco y colaborar con el gobierno estadounidense en la casa de submarinos alemanes, tuvo una vida relativamente tranquila dedicada a la pesca y a escribir.

Para 1952, publicaría un cuento escrito en su finca cubana, inspirado en la Isla y su gente, con el que ganaría el Premio Pulitzer. Se trataba de El viejo y el mar, libro por el cual recibiría también el Premio Nobel de Literatura de 1954. Una de las más grandes inspiraciones para este libro, fue su amor por la pesca. A Hemingway le gustaba pescar desde sus veranos de niño en el lago Michigan. Algunos críticos han visto en este texto la culminación de su legado, porque en él confluyen el humanismo y la economía artística; otros, sin embargo, opinan que éste no es el mejor Hemingway, por una cierta pretensión didáctica. 

Luego de ser merecedor de tan grandes reconocimientos, del dinero que esto suponía y de haber sufrido un accidente aéreo en África, en el que se le dio por muerto, el escritor era una sensación periodística y cualquier cosa que le pudiera pasar se convertía en primera plana. Su vida se vería entonces perturbada por los visitantes y lectores que llegaban a Finca Vigía, la casa de Hemingway en Cuba, para verlo. Su mejor amigo en la Isla, un viejo y experimentado pescador llamado Gregorio Fuentes, se lo llevó a él y a su cuarta esposa, luego de que estas visitas se hicieran inmanejables, para un cayo en Cuba, de donde se iría en 1960.

Hemingway vivió de cerca la Revolución Cubana, fue cercano a Fidel Castro y sufrió mucho por la tensa relación entre EEUU, su patria, y Cuba, el país que lo había acogido como uno suyo.

Con más de 60 años y un cuerpo que le reclamaba la agitada vida que había vivido, con cirrosis, graves lesiones que le habían dejado sus aventuras, hipertensión y una depresión que lo sometía a una terapia electroconvulsiva que lo llevó a la paranoia y a la pérdida de la memoria, el 2 de Julio de 1961, Hemingway, al igual que su padre y su abuelo, se quitaría la vida de un tiro en la cabeza con una escopeta de caza. En sus últimos años siguió escribiendo, pero su esperada novela final nunca vio la luz, dejando solo algunos nuevos cuentos y relatos. Su muerte, bien podía haber sido la de uno de sus personajes.

Aunque generalmente, a este autor suele imaginársele como una figura un tanto recia, sobre él y sus peculiares costumbres suele especularse a menudo. Entre los rumores más difundidos se encuentra uno que afirma que conservaba en un pastillero vello púbico de mujeres con las que mantenía relaciones sexuales. Además se dice que se pesaba siete veces al día, anotando las cifras en la pared del baño y que en los meses pares dejaba de afeitarse y bañarse durante ocho días. Como parte de sus extravagancias, se cuenta que convivió con 52 gatos y 16 perros, en Finca Vigía, su casa de Cuba.

Su historia familiar no estaba exenta de tragedias, siete integrantes de ella se suicidaron en cuatro generaciones, entre ellos su padre, dos hermanos y su nieta Margaux, cuyo cuerpo fue encontrado el 2 de julio de 1996. Ese mismo día se cumplían 35 años del suicidio del propio Ernest. (Por María Karla Pérez Romo y Odalis Sosa Dencause)

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