Durante la Guerra Fría, en 1962 el mundo estuvo al borde de un holocausto mundial, con el desarrollo de la Crisis de Octubre o de los misiles.
Un acuerdo suscrito en mayo de 1962 entre la URSS y Cuba contemplaba emplazar en la isla caribeña misiles nucleares de mediano y corto alcance. En julio de este año, con la operación secreta Anadyr llegaban los primeros misiles R-12 o SS-4.
Cada uno de ellos portaba una ojiva 75 veces más poderosa que la bomba lanzada en Hiroshima y alcanzaba más de 2 mil km.
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Restos materiales del histórico suceso han sido estudiados por el investigador Haken Kanlsson en zonas de Pinar del Rio y Villa Clara, entre otros puntos. Perduran rampas de lanzamientos y hangares abandonados o reutilizados con otros fines y hasta se conservan las firmas de soldados soviéticos en las paredes de una cueva villaclareña.
Por su parte, las costas cubanas se llenaron de pequeñas “baterías” defensivas en forma de bunker, de concreto y cubiertas por vegetación. Muchas de estas se podían observar en el litoral costero entre la ciudad de Matanzas y el balneario de Varadero, incluida una emplazada a un lateral del Museo Memorial El Morrillo.
Desafiando el tiempo, constituyen fieles y mudos testigos de la determinación de defender la patria ante una posible agresión y nos recuerdan los días en que el mundo estuvo al punto del holocausto mundial.