El apuro en fechas señaladas

Cuando aparece el apuro, normalmente, sale todo mal, no porque queramos que sea así, sino porque es lo que podemos hacer en un margen tan pequeño.

El apuro, como lo entendemos y vivimos los cubanos, es ese instante en que tienes la clarividencia de que el tiempo ya no te alcanza. El reloj te coloca la manecilla en el cuello: “ya toca”, te recuerda con saña. Entonces, uno que anda por aquí, por allá, y gasta días como si sobraran, comprende que en horas corresponde hacer lo que no se hizo en tanto tiempo desaprovechado. Tic tac. Tic Tac.

Ahí comienza el corre corre, el quédate despierto toda la noche, como el búho que no eres para entregar ese proyecto mañana. El reloj acerca aún más la manecilla a tu yugular. Tic tac. Cuando aparece el apuro, normalmente, sale todo mal, no porque queramos que sea así, sino porque es lo que podemos hacer en un margen tan pequeño.

Todos hemos estado con apuro, que no resulta igual que estar en apuros, aunque a veces uno viene con el otro. Quizás en la vida íntima o como estudiante uno pueda permitirse algún que otro retraso; sin embargo, cuando de uno dependen obras sociales o de bien público, no lo puede hacer.

De este fenómeno bastante generalizado desearía referirme a una situación determinada: el de las fechas históricas. Es decir, cuando se deben entregar proyectos constructivos, desde una casa a un restaurante, inclusive la poda de unos árboles o la chapea de un área verde en conmemoración al inicio de alguna  jornada distinguida. 

Todos conocemos la importancia de dichos días en el almanaque de la Isla, por su simbolismo, por ser puntos de giro y comienzos de grandes hazañas. No podemos perder de vista que aquellos que olvidan la historia, la historia los olvida a ellos. Por eso se deben mantener vitales estas celebraciones y potenciar los dos tipos de estímulos, el moral y el material. Inclusive si lo analizamos desde un enfoque más práctico, pueden funcionar como una manera de distribuir el presupuesto del año o del quinquenio, para su mejor utilización.

No obstante, lo que no puede suceder es que el resto del tiempo no se trabaje con la constancia y la seriedad necesaria o que se espere la proximidad de la fecha para, realmente, poner manos a la obra. Hace su entrada triunfal el apuro, el corre corre. Tic tac. Tic tac. Entonces, como escribí anteriormente, todo comienza a salir mal, sin la calidad pretendida, o se recurre a formas de engaño que por desgracia abundan más de lo que quisiéramos: el paripé.

En varias ocasiones, por ejemplo, he presenciado la entrega de casas a personas que agradecen el gesto con verdadera gratitud. Sin embargo, cuando entras al hogar notas que aún falta por colocar la instalación sanitaria del baño o una ventana. Te percatas que en verdad la obra no estaba finalizada, pero como había que honrar a la efeméride, la otorgaron de esta manera, inconclusa. Mucho se habla últimamente de la cultura del detalle, y estos sucesos van en sentido contrario a lo que se exige a nivel de país.

Sabemos que normalmente estas iniciativas llevan cuantiosos gastos, que a veces está el dinero, pero escasea la materia prima y esto puede retrasar los procesos. No obstante, hay tareas que dependen del hombre, del interés que se le ponga y ahí se falla en ocasiones. Quiero creer que estos descuidos provienen de circunstancias ajenas a las personas responsables y no porque el apuro no les permitió desarrollarse adecuadamente.

Necesitamos seguir dándole la preponderancia adecuada a estas celebraciones porque sustentan el mito y la memoria; mas, no se puede esperar por ellas para realizar todo aquello que debe realizarse, sino que, como dice el lema, siempre debemos estar en 26. No podemos permitir que el apuro conduzca a la chapucería o al triste paripé, porque de esta forma, incluso las fechas, pierden un poco de su capital simbólico.

También le sugerimos:



Recomendado para usted

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *