Despierto. La etiqueta #FuerzaMatanzas ha revivido. Cuando esto sucede es señal de malos augurios. La primera vez que ocurrió la provincia superaba los 3 000 casos Covid en una jornada. En esos días de julio de 2021 cundía el pánico, la gente prefería no hablar, encerrarse en sus casas, proteger sus vidas de un virus que amenazaba con extinguir la especie humana.
La segunda vez fue en agosto de 2022. Una descarga eléctrica dio justo en uno de los tanques de la Base de Supertanqueros de Matanzas, donde se almacena el combustible. Un incendio de grandes proporciones amenazó con borrar de un tirón la Zona Industrial y en su empeñó cegó la vida de 17 jóvenes.
Ahora una pared, ¡una puñetera pared de siete metros!, se precipitó y sepultó a cuatro obreros que laboraban en el mantenimiento de la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras. En algunas horas, entre el negro hollín y los escombros dos fueron rescatados con vida, otro cuerpo también salió, sin aliento ya, bajo el profundo silencio de sus compañeros, ese que nadie se atreve a romper por respeto, por dolor.
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Cuando ocurre este tipo de eventos, a uno que es periodista y no está ahí en ese momento, pero que ha estado en otros igual de tensos, le pasan por la cabeza tantas cosas. Pienso en esta chica, Judith, la jefa de Operaciones de la Cruz Roja, que estará allí con su habitual explosividad animando a sus muchachos, entrando y saliendo de la zona de peligro solo para refrescarse el rostro, descansar lo justo, hidratarse un poco y volver a la carga.
Diciéndoles que “todos entran y todos salen” y confirmándole a la prensa que no se irán de ahí hasta que no rescaten hasta el último. Me imagino a otra mujer, que seguro fue una de las primeras en llegar hasta la Guiteras, ella se ha curtido en este tipo de eventos, preguntará, aprenderá, se integrará como una más a las estrategias de rescate y salvamento que trazarán los expertos.
Y luego, Susely, se los aseguro, será capaz de explicarte con detalles, cada paso de la estrategia a seguir. También estarán los bomberos, esos héroes anónimos que no descansan ni un minuto, que parecen de hierro y si no fuera porque en algún momento se paran a tomar café, a pasarse un paño por el rostro o a enjugar alguna lágrima que le provoca el temor hacia lo incierto o el cansancio extremo, una pensaría que no son humanos, ¡y lo son, nadie se imagina cuánto!
Allí, al pie del cañón, también visualizo a mis colegas preguntando, tratando de llevar con todos sus matices una información difícil y sensible, una a la que nunca quisiera enfrentarse ningún periodista. Con la grabadora en la mano y el corazón exprimido permanecerán ahí hasta que también salga el último.
Del otro lado de la ciudad, supongo que estará Tahimy, la diputada, la directora del Hospital Comandante Faustino Pérez, con su bata pulcrísima y su tropa lista para brindar asistencia médica a los lesionados, a los rescatistas y a los familiares de las víctimas si es preciso.
Y de una punta a otra de la urbe yumurina sé que nadie dormirá profundamente. Es otra madrugada aciaga en la que las madres piensan en sus hijos y el silencio se apodera de la ciudad, en la que los ojos no se despegan de la pantalla del teléfono para saber… Es una noche larga en la que dos familias dan gracias a la vida, una enjuga su dolor y otra aguarda, rezándole a sus santos o cruzando los dedos, porque aparezca con vida un hombre, su héroe.
Cuando la etiqueta #FuerzaMatanzas se posiciona, es señal de malos augurios, de dolor en esta tierra de ríos y puentes. Hoy nadie duerme profundamente, la expectativa de los habitantes de la Atenas vuelve estar en la Zona Industrial y me atrevería a decir que Cuba entera también está hoy con “el corazón en Matanzas”.