Crónica de domingo: Cuando Magalys no quería que la llevaran a un VIP

Lo queramos o no, hay muchas expresiones provenientes del reguetón que ya forman parte del lenguaje de nuestro día a día.

“Dura, Magalys, ayyy, por tu madre”, decía Héctor desde la parte baja del edificio.

“Cógelo suave que esto aquí no es un campismo”, le contestó Magalys desde su balcón en el segundo piso.

Héctor desciende de una familia francesa que se asentó en las montañas de Oriente para sembrar café, pero eso fue en el año de la quimbumbia, antes de que Wisin y Yandel llegaran al millón de copias, antes de que se fundara la Oficina Secreta. Por eso su apellido tan exótico, Lettón. Sin embargo, como habla muy rápido en ocasiones, cuando le preguntan el nombre, pronuncia perfectamente: “Héctor Lettón”; pero se entiende otra cosa, “pan con lechón” por ejemplo, o “ambientador“. Muchos aseguran, por esta causa, que él se anda pregonando todo el tiempo.

Dos días atrás le había escrito a Magalys. Habían estudiado en el mismo pre y ella siempre había sido la chica modelo, qué ojos, qué cuerpo, qué pelo; pero se comentaba que no le gustaban los reparteros, pero “así mismo la quiero”, respondía Héctor cuando le mencionaban ese detalle. Él quería, en verdad, que ella fuera su “dueña de la disco”.

Ella se fue a estudiar la universidad para la capital, Bioquímica o algo así. No obstante, Héctor, con esa habilidad suya para vivir en el mundo “todo está ok”, donde andaba por el “express way” y el resto de la humanidad no podía igualar su velocidad, solo pensaba que le iba a cambiar esa cara de intelectual, de enciclopedia, que para inyectar bacterias y esas cosas estaba él. Después de seis años sin verla en la ciudad, coincidieron en una tienda.

A través de un amigo de un amigo de un amigo consiguió su número de teléfono. Hace mucho tiempo que la quería ver, su cuerpo tener, y su madre y padre no la quieren con él, pues harán el amor por el teléfono. Si al final, all you need is “alamailove”.

“¿Te acuerdas de mí? Héctor. Yo te llevaba la bolsita de merienda en la primaria”. “¿Cómo te va?”, le responde ella con amabilidad. “Habla, matador”, y se da un golpe en el pecho. Todas están muertas en la carretera, ¿cómo Magalys se va a hacer la dura con él? “Te paso a buscar pa irnos por ahí, te quiero invitar. Hoy todo va por mí, no lo pienses más, solo di que sí”, le escribió en carretilla. “No, gracias, estoy ocupada”.

Héctor es el matador, entonces ¿cómo ella lo iba a matar, cómo ella lo iba a eliminar?, si está demostrado que también él “es el animal”. Con la cantidad de canchanfletas, chivichanas y bicicletas y él era un piezo. Se vistió “cooky”, un t-shirt Gucci, un pantalón aguas claras y unas Nike de plataforma. Ella iba a saber que él sí era un tocador de la tela. Le pidió a su primo Juan Ernesto —pero como siempre tuvo cara de temba, le decían Papa, Papa John para la familia y amigos— la motorina y se apareció en casa de Magalys.

La parqueó en el jardincito frente al edificio, no vaya a ser que se la robaran que un tubazo, ay, mamita, un tubazo para quitársela se lo daban a cualquiera, y el sería muy primo y muy todo de Papa John, pero si le robaban la moto o le pasaba algo tenía que desaparecer del mapa.

“Yo te llevo para un VIP y así conoces a Titi, el dueño del bar que es socio mío, y nos echamos la noche derritiendo money”, le grita Lettón después de que ella le aconsejó que la cogiera suave.

Él estaba seguro de que aceptaría, quién no aceptaría una oferta como esa. “Las mujeres no lloran, facturan”, y él había guardado la ganancia de la semana repartiendo el paquete para salir con Magalys. Así que “bajanda danda”, el gato está en casa y los ratones en la maleca.

“Tienes que parar, mijo”, le responde Magalys.

En ese mismo momento al vecino del octavo piso, músico de la Orquesta Sinfónica Provincial, que limpiaba su instrumento con un trapo en su balcón, se le resbala de entre las manos y se le cae. “¡Coño, se me parte la tuba en dos!”, oye Héctor que alguien grita a lo lejos unos segundos antes de que la tuba cayera encima de la motorina. Sintió como si desde las alturas le estuvieran dando palos por algún motivo que él desconocía. Sintió todo como si fuera un palón o un palazo divino.

Esta crónica busca, a través de la parodia, demostrar que, lo queramos o no, hay muchas expresiones provenientes del reguetón que ya forman parte del lenguaje de nuestro día a día.



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