Descubrí al grupo La seña del humor de Matanzas una tarde de domingo de finales de los 80 en un espectáculo en el teatro Karl Marx. Había oído hablar de ellos con muy buenas críticas, pero como dice el viejo refrán, nada hay como ver, para creer.
Quedé atrapado en su novedosa forma de hacer humor, sin negar nuestro costumbrismo y el vernáculo de siempre. Poco tiempo después me hice miembro del grupo literario y teatral Nos y otros y esa acción, además de convertirse en uno de los puntos de giros más importantes de mi vida, me llevó a formar parte del Movimiento de Jóvenes Humoristas y por carambola conocer de cerca a los integrantes del afamado grupo de marras. Pero aquella tarde, en que los vi por primera vez, no podría imaginar que en el futuro me uniría una gran amistad con muchos de ellos.
¿Quién me iba a decir a mí, que sería amigo, o más, como un hermano, de ese «tipo loco» que arrastraba la marímbola de un lado a otro del escenario, en aquel popular y antológico número musical de la Seña? Hablo de Moisés Rodríguez, fundador, junto al siempre director del grupo José Pelayo Pérez. Pepe Pelayo, colega que admiro por su extensa y profunda obra y con quien hablo, vía internet, varias veces a la semana compartiendo diversas reflexiones, artículos, noticias, chismes… todo relacionado con el humor.
Otro de los que dieron origen a tan importante proyecto fue Aramís Quintero. Un hombre serio, aparentemente hermético… Un gran escritor y poeta que supo como ingeniárselas para ser la «pala», la contrapartida de Pelayo en la escena, y yo creo que también en la vida. Son como el Yin y el Yang desde que se conocieron allá por los años 70 del pasado siglo. Otro señero con el cual mantengo una fraterna amistad es Adrián Morales, con sus ojos saltones al estilo del legendario guionista y director estadounidense de cine mudo cómico Buster Keaton. A Adrián lo propuse para un personaje en una pasada serie de humor en la TV cubana nombrada Punto G, y no me defraudó. Todos lo recuerdan como el Yeti: «¡Lo digo y lo repito, y no es matraca mía!».
Quiero decir que no trato de vanagloriarme por tales compañías, que sí podría hacerlo, pero ese no es el caso. La chispa inicial que me ha llevado a estas «confesiones de grandes», al estilo del espacio creado por Aurelio Prieto Alemán, es que, a más de 30 años de aquella tarde, formo parte de un panel homenaje al grupo La seña del humor de Matanzas y descubro que no soy el único: ¡todos los matanceros aún aman a su grupo humorístico insigne!
Se lo «mastico», para que me entiendan
Con el espectáculo Sinfonía con de nada, de Kike Quiñones y la Orquesta Sinfónica de Matanzas, en el teatro Sauto, concluye una hermosa jornada cultural auspiciada por la Oficina del Humor, el Centro Promotor del Humor y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, que ha tenido como nombre genérico Melocactus Matanzanus (después les explico por qué se llama así). Este evento fue particularmente dedicado a la obra del crítico de cine y realizador audiovisual Enrique Colina y al grupo protagonista de estas líneas. En tal razón, la pasada tarde de viernes fue el esperado panel de homenaje a los «señeros», que devino en una inmensa muestra de amor, respeto, admiración, orgullo del pueblo matancero hacia ese inolvidable proyecto de humor todoterreno que marcó pauta en la cultura y las artes escénicas de nuestro país.
Me llamó mucho la atención ese recuerdo imperecedero que inunda a los pobladores de la Atenas de Cuba, que mucho tiempo después añoran la presencia de aquellos muchachones que renovaron de manera osada las maneras de provocar la risa. En reciente entrevista que realicé a José (Pepe) Pelayo, con vistas a un próximo documental, le pregunté qué significaba para ellos la ciudad de Matanzas. Sin pensarlo dos veces y con evidente emoción respondió:
«Matanzas es cuna de muchos grandes humoristas cubanos: Carlos Ruiz de la Tejera, Eloísa y Guillermo Álvarez Guedes, Leopoldo Fernández (Tres patines), Aurora Basnuevo, Manuel, Carlucho (el caricaturista), Torriente (el de Liborio), Marcos Behemaras, Massaguer, Betán, Francisco Puñal, Orlandito… Proporcionalmente, creo que es la provincia que más humoristas produce la Isla. ¿Por qué? No tengo idea. Todos esos humoristas que mencioné han triunfado en Cuba, pero para eso han tenido que irse para La Habana, como es lógico. Así que influencia directa de humoristas en Matanzas, no tuvimos. Claro, tradición artística sí ha habido siempre en esa ciudad. No sé si ese ambiente influyó, no lo sé… Algo mágico sí. Actuar en el Teatro Sauto, y más que actuar, que fuera nuestra sede oficial, donde teníamos nuestra oficina, nuestro vestuario, utilería, los instrumentos, nuestras salas de ensayo… Un lugar como ese con tanta historia artística, con tanto significado para Matanzas y para el país, eso sí acepto que fue mágico. Ojo, nuestro nombre es La seña del humor de Matanzas, como Los Muñequitos de Matanzas, o La sonora matancera, con esto quiero decir que, sin proponérnoslo, llevamos a Matanzas con nosotros a toda Cuba. Hay otra cosa importantísima: puedo asegurar que el mayor hechizo y complicidad la tuvimos con nuestro público matancero, que comenzó a formarse en el tipo de humor que hacíamos, fueron evolucionando con nosotros y juro que público más fiel y entusiasta no creo que exista en el mundo».
Han sido días de mucha intensidad cultural, de amigos y de pueblo colmando los espacios. Matanzas sigue siendo una sede de lujo para todos los artistas, cubanos y del mundo. Agradecemos a las autoridades y al pueblo matancero por tanta buena vibra, por tanta amistad, por tanta pasión por el arte. A los integrantes de este legendario grupo que nos llevó de una simple seña, a toda una vida plena de humor, estén donde estén, ¡mil gracias!… y no crean que he olvidado decirles por qué el evento se llamó Melocactus Matanzanus. Aquí se los dejo dicho por uno de los principales culpables, Pepe Pelayo:
«Fue el nombre que identificó al Festival Nacional del Humor, creado y organizado por La seña. Se realizó tres veces. Dos en Matanzas, en los años 1989 y 1990, y cuando no hubo más presupuesto en la provincia, en 1991, lo hicimos en el Teatro Acapulco, en La Habana. Dábamos premios al mejor guion, a la mejor puesta en escena, a la mejor actuación, al mejor novato, al mejor monólogo, pero también en humor gráfico y literatura humorística. Participaban casi todos (por no decir todos) los humoristas jóvenes del país, y las figuras consagradas actuaban en las galas. Para nosotros fue otro éxito del grupo. Y nos sentimos muy orgullosos. ¿Por qué Melocactus Matanzanus? Porque no había financiamiento para premios. Se nos ocurrió hablar con la asociación provincial de jardines y nos regalaron hijitos de esos cactus oriundos de nuestra provincia, sembrados en lindos maceteros. No premiábamos con dinero, pero el premio era valioso y precioso».
Dos por el Centro
Con un espectáculo especial a cargo del popular grupo guantanamero Komotú se clausura esta noche el evento humorístico Va riendo el Guaso, convocado por el Centro Promotor del Humor (CPH) en dicha ciudad oriental .
No obstante, y como anunciamos en la portada, la institución que agrupa a los humoritas cubanos tendrá su próxima cita en Holguín, del 23 al 26 de febrero, con la novena edición del Festival Nacional de Humor Satiricón.
El teatro Eddy Suñol será la sede oficial, desde el martes 21 y hasta el domingo 26, con doble función: a las 4 de la tarde y a las 8 y 30 de la noche.
El viernes 24 y el sábado 25 habrá espectáculos especiales con las actuaciones de Kike Quiñones y la Orquesta Sinfónica de Holguín, Caricare, La leña del humor, Komotú, Miguel Moreno (La Llave), Etcétera, Michel Pentón, Yury Rojas, Jorge Bacallao, entre otros.
Según nos informó Eider Pérez, actual director del CPH, se realizará el tradicional partido de pelota entre la prensa y los humoristas participantes.