Si preguntas a un nativo de cualquier región de la Isla cuál es la Atenas de Cuba, con certeza responderá que Matanzas; pero si indagas por la Venecia cubana o la Nápoles de América puede que no sepa la respuesta.
Aun cuando no todos son conocidos, es esta la urbe que más sobrenombres posee en nuestro archipiélago, algunos vinculados a su geografía atravesada por cuatro corrientes fluviales: San Juan, Canímar, Yumurí y Bacunayagua.
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En Cuba no hay otro territorio con tantos afluentes, lo que obligó a construir numerosos pasaderos, 22 en total, para enlazar los diferentes barrios; de ahí que también se le llame con frecuencia la ciudad de los puentes y los ríos.
Pero, Matanzas distingue también por otras singularidades. Quienes aquí habitamos presumimos de contar con una botica francesa del siglo XIX, que permanece tal y como era entonces. Fundada en 1882 por Ernesto Triolett y otro familiar, es la primera de este estilo que se construyó en Latinoamérica y la única que se conserva en el mundo.
Hablando de museos, llama la atención también el hecho de que el Palacio de Junco resguarde una momia de más de cien años que en el momento de su hallazgo conservaba todos los órganos, incluso los restos de la última ingesta.
Entre los principales teatros clásicos de Cuba figura el Sauto. Dispone de capacidad para albergar a 775 espectadores y cuenta con un escenario redondo que al elevarse convierte en salón de baile el auditorio.
Motivo de orgullo, por otra parte, es la Cueva de Bellamar, el centro turístico en activo más antiguo de la nación. Alberga aproximadamente 26 kilómetros de galerías y se estima que su formación se produjo hace más de 300 000 años.
¿Qué decir del Valle de Yumurí? No hay paisaje más bello, más bien hecho por la Naturaleza. Y ni hablar de su bahía, la más honda de Cuba con más de 712 metros y una de las más hermosas a nivel mundial.
Matanzas es, sin dudas, una ciudad de ensueño, encantadora, bendecida. A los dones ya mencionados se suman la sencillez y el calor de su gente, la alegría y el optimismo que los caracteriza. Eso la hace más atractiva y amena. ¿Cómo no estar entonces orgullosos de vivir en ella?