Che Guevara en la épica y la cotidianidad

Che Guevara en la épica y la cotidianidad

El 14 de junio de 2022 se cumplen 94 años del nacimiento del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, quien viera la luz en Rosario, Argentina, en 1928; y cayera asesinado en Bolivia el 9 de octubre de 1967 mientras cumplía una misión internacionalista de ayuda a la lucha por la libertad y la justicia en la hermana nación.

En múltiples sentidos el tiempo puede ser definitivo, pero en Cuba algo especial renace en cada aniversario de su natalicio, cuando al volver a él, una y otra vez, nos inspiran sus lecciones de intransigencia revolucionaria y coraje frente al imperialismo, que trata de impedir que la luz de la verdad se irradie en el mundo.

Cuando se despliegan ingentes planes para la recuperación económica, obstaculizada seriamente por el bloqueo de Estados Unidos, los connacionales comprueban cuánta sabiduría política e ideológica les aportó el ser excepcional que fuera el Che Guevara.

Y no olvidarán nunca su trascendente contribución, primero como soldado y luego como Comandante del Ejército Rebelde, a la contienda armada iniciada en las montañas de la Sierra Maestra el 2 de diciembre de 1956. Por eso lo han amado como a un hijo.

Che Guerrillero Heroico en Cuba y en el mundo –y perdonen la reiteración-, Che trabajador incansable, iniciador del movimiento de aporte voluntario al bien social y la generación de riqueza para el pueblo, Che intransigente ante lo mal hecho, Che estadista entregado, probo y lúcido, Che antiimperialista preclaro, humanista siempre y padre de una bella familia… Muchas son las vertientes del héroe que conviven con los retoños de este pueblo en la cotidianidad.

Su temple y conciencia política evolucionaron temprano. Aproximadamente a los dos años de vida apareció el asma, y fue un chico que empezó a aprender a convivir con la enfermedad y a retarla para vencerla.

Sus padres, Ernesto Guevara y Celia de la Serna, eran afines a las ideas socialistas, por lo que los principios de igualdad y justicia formaron parte del universo del niño y adolescente Ernestito desde su propio hogar.

El 29 de diciembre de 1951, con 23 años y sin concluir la carrera de medicina en Buenos Aires, comenzó un viaje en moto que lo llevó a conocer Chile, Perú, Colombia y Venezuela, en compañía de su amigo Alberto Granado.

Fue un periplo decisivo en la vida del joven Guevara, por el impacto que le produjo constatar con sus propios ojos la dura realidad que vivían los más humildes y explotados en esos países, sobre todo en las minas de cobre chilenas.

«Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí», escribió en su diario al terminar el recorrido, en julio del 52. Se dedicó a finalizar sus estudios y el 12 de junio de 1953 se gradúa como médico.

Su conciencia le dicta entonces retomar la experiencia de la travesía iniciática y un mes después empieza otra que lo lleva a Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

En este último país es testigo del derrocamiento del gobierno progresista de Jacobo Arbenz, pergeñado por EE.UU., y en tanto colabora a favor de la noble causa del pueblo conoce a Ñico López y otros exiliados de la mayor de las Antillas, tras el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente. Surge una afinidad inmediata entre él y Ñico.

Pasó a vivir a México y allí reanuda sus relaciones con los revolucionarios cubanos, que lo llevarían en 1956 a Fidel y al proyecto de organización clandestina de la expedición del yate Granma.

Desde los preparativos para los futuros combates, realizados en una hacienda mexicana, Fidel Castro notó las cualidades del joven argentino: inteligencia, seriedad y disciplina. Lo nombra, en el momento de iniciar la travesía, como médico oficial con el grado de teniente.

Es así como logra ser uno de los 82 integrantes de la expedición que el 25 de noviembre de 1956 partió hacia Cuba, con la decisión de luchar hasta morir por la libertad de su Patria.

Ya en tierra, el médico asmático pronto fue emplazado por los acontecimientos para decidir cuál función priorizaría, si la de galeno o la de soldado, como parte de los sobrevivientes del malhadado combate de Alegría de Pío, pocos días después del azaroso viaje.

Comprendió, según su testimonio, que para cumplir los objetivos que se había propuesto a fin de apoyar a los cubanos en su causa, debía elegir las armas, y así siguió adelante, sin dejar tampoco de cumplir misiones sanitarias, apenas sin ningún recurso en ese momento.

Adentrada en el corazón de la Sierra Maestra, la incipiente guerrilla dispersada en Alegría de Pío, comenzó a fortalecerse con el apoyo del M-26-7 en los llanos del país y del campesinado. El Che empezó a ser una figura notable por su valentía, tenacidad, cualidades de estratega y autoridad moral de jefe. De modo que, de manera casi natural, fue el primer combatiente ascendido al grado más alto, el de Comandante, el 21 de julio de 1957, después del combate de El Uvero.

Más adelante, junto al Comandante Camilo Cienfuegos, dirigió la Invasión de Oriente a Occidente, en una campaña que marcó la contundente marcha de la ofensiva rebelde por la nación y catapultara la llegada del triunfo de la Revolución el Primero de Enero de 1959.

Para los cubanos, el Che era ya legendario con el sobrenombre cariñoso que los cubanos le habían dado desde los tiempos de los preparativos en México. Su valentía en la guerra libertaria y sobre todo su aporte a la trascendente batalla de Santa Clara, hicieron más hondo el aprecio entre los criollos.

Luego, con una sencillez que en él resultaba muy natural y auténtica, el pueblo cubano lo vio entregarse con afán al cumplimiento de importantes responsabilidades en el Gobierno, como Ministro de Industrias y Presidente del Banco Nacional de Cuba. Pero no lo notaron apegado a las alturas sino observaron cómo compartía jornadas voluntarias con trabajadores de diversos sectores, laborando con ellos codo a codo.

Con los jóvenes estudiantes y productores tuvo momentos especialmente entrañables y orientaciones aleccionadoras, que preconizaban el trabajo, la superación y el estudio dentro de los objetivos fundamentales. Y se atrevió a soñar en grande con un ser humano mejor en todos los sentidos, con el Hombre Nuevo.

Tuvo tiempo, además, de hacer importantes contribuciones para alcanzar una mayor eficiencia de la economía, antes de partir llamado por su invencible conciencia de servicio al prójimo, en cualquier parte del mundo. Ese es el Che que aún vive entre nosotros. (Por: Martha Gómez Ferrals/ACN)

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